lunes, 26 de octubre de 2015

Vasco Núñez de Balboa Un extremeño en tierras americanas



Un extremeño en tierras americanas :

Vasco Núñez de Balboa

Gran parte de la vida de Balboa sigue siendo un misterio. En efecto, se sabe muy poco
de su origen familiar y de sus primeros años en Jerez de los Caballeros, la villaextremeña
en donde nació, allá por 1475. Tradicionalmente se ha venido admitiendo que Balboa,
“un hidalgo de sangre limpia”, era hijo de un don Nuño Arias de Balboa y de su esposa,
una anónima señora de Badajoz, y que la familia, de rancio origen nobiliario, descendía
de Galicia. No obstante, las más recientes investigaciones señalan que su padre se llamaba
Álvaro Núñez y que su madre debió pertenecer a la familia de los Vázquez Rubio.
De lo que no cabe ninguna duda es de que los padres de Balboa tuvieron al menos
otros tres hijos: Gonzalo, seguramente el mayor, Juan y el joven Alvar, que viajaron a
América y siguieron los pasos de su famoso hermano, si bien como actores secundarios.
Como era usual entre los miembros de su condición social, el joven Vasco entró al servicio
de un gran noble como paje o escudero. Se llamaba don Pedro de Portocarrero,
alias el Sordo y era señor de las villas de Moguer y Villanueva del Fresno y más adelante,
durante el reinado de los Reyes Católicos, comendador de Segura de la Sierra y alcalde
mayor de Sevilla. Se ha señalado que este noble metido a comerciante y relacionado
con algunos de los navegantes más famosos de aquellos días pudo ser la causa de que
Balboa se sintiera tentado por la aventura americana.

Sea como fuere, el extremeño, que ya cuenta con 26 años, se traslada a las Indias en
1501 para no regresar nunca más. Lo hace en la pequeña flotilla que dirige el capitán
Rodrigo de Bastidas, un comerciante sevillano al que los monarcas habían concedido
permiso, en junio de 1500, para continuar la exploración de las costas americanas iniciada
por el gran Almirante con tal que no sea de las islas e tierra firme que hasta aquí
son descubiertas por don Cristóbal Colón, nuestro Almirante del dicho mar Océano e
por Cristóbal Guerra, ni de las que son descubiertas e se descubrieren antes que (por)
vos e por otra e otras personas por mandado e con licencia nuestra. Este viaje,en el
que participa el famoso cartógrafo Juan de la Cosa y del que se conoce muy poco,
recorrió parte de las costas de la Tierra Firme (actual Venezuela y Colombia) y penetró
en el golfo de Urabá (Golfo Dulce) continuando su singladura hasta Nombre de Dios
(Panamá). Cuando la flotilla de Bastidas regresa a Santo Domingo en su tornaviaje, el
extremeño Balboa se establece en Salvatierra de la Sabana, una pequeña villa española
arrinconada en el extremo suroccidental de la isla (hoy Les Cayes, Haití), y con el modesto
botín conseguido decide emprender una nueva vida.

Retrato de Vasco Núñez
de Balboa, por J. Maea.Resultado de imagen de balboa
Madrid, 1791.

Se incluye en los Retratos
de los Españoles Ilustres,
con un epítome de sus
vidas, Editado por la
Imprenta Real. Libro en
papel, encuadernado. 220
hojas de 42,5×30,5 cm.
Universidad de Sevilla,
Biblioteca, A K/150.


No existe conocido ningún retrato
fidedigo de Vasco
Núñez de Balboa
y, sin embargo, los
siglos han perfilado
su semblante. 

De la estancia de Balboa en La Española apenas si se tienen noticias, seguramente
porque durante los ocho años que vivió en aquellas tierras no realizó ninguna hazaña
que merezca ser recordada ni se distinguió por nada en particular. El extremeño fue
simplemente uno más de los centenares de hombres que pululaban por la isla intentando
hacerse un hueco en aquel tórrido escenario de guerra despiadada con los taínos
y búsqueda insaciable de oro. Ante la escasez de testimonios sobre la vida de Balboa
en Santo Domingo y la imposibilidad de seguir sus pasos, cualquier noticia, por insignificante
que pueda parecer, adquiere un indudable interés. Ésta proviene de un informante
singular: nada menos que Bartolomé de las Casas, quien coincidió con nuestro
personaje en el mismo escenario y lo trató personalmente. Pues bien, el fraile asegura
que Vasco Núñez estuvo avecindado en Salvatierra de la Sabana en donde llegó a ser
encomendero y regidor de su cabildo. Como no hay razón para desconfiar del testimonio
lascasiano, todo induce a pensar que Balboa participaría en la sangrienta campaña
india de Jaragua, emprendida allá en el otoño de 1503 por Diego Velázquez de Cuéllar,
el lugarteniente de Nicolás de Ovando, gobernador de la isla. Y también que se beneficiaría
de los primeros repartos de tierras realizada por Velázquez en el occidente de la
isla, siguiendo las instrucciones de Ovando. Allí, finalizada la guerra contra los taínos, el
capitán segoviano fundó varias villas de españoles, entre ellas la ya citada Salvatierra
de la Sabana, repartiendo con la vecindad tierras e indios de encomiendas entre los
mismos españoles que habían ayudado a conquistarla.
Como cualquier otro personaje histórico, el cacereño fray Nicolás de Ovando, comendador
de Lares (1502-1509), ha sido objeto de numerosas interpretaciones, pero nadie
podrá negar que este hombre maduro, competente y leal con las directrices regias, tuvo
una trayectoria excepcionalmente fecunda y fue, como señala Úrsula Lamb, el primero
de los grandes fundadores de poblaciones de la América hispana por el éxito obtenido
en su política colonizadora. En ella participaron sus hombres más fieles, como el capitán
Diego Velázquez de Cuéllar, ya mencionado, quien más adelante emprendería la conquista
de la isla de Cuba, y seguramente también su paisano Vasco Núñez de Balboa,
el de Jerez de los Caballeros.


Una vez sofocada la resistencia indígena, los vecinos de aquellas nuevas poblaciones se
involucraron en actividades menos peligrosas, como obtener oro de las arenas de los
ríos, cultivar la tierra o criar el ganado. Con la ayuda de la población nativa que les daba
la fuerza laboral indispensable, los españoles establecieron en aquellas lejanas
tierras los cimientos de una nueva sociedad a imitación del modelo peninsular. La
encomienda, un sistema laboral con ribetes feudales, sin llegar a serlo, colocaba a cada
uno en su sitio: a los españoles como señores y a los indios como vasallos proveedores
de mano de obra barata. A cambio existía el firme compromiso de evangelizarlos en la
fe católica y tratarlos adecuadamente como “vasallos libres” de la Corona española.

Balboa se quedó en la isla de Santo Domingo y debió de participar en la conquista ovandina, pues fue premiado con un reparto de indios en Salvaleón, población que ayudó a fundar. Inició un negocio de cría de cerdos que le fue mal. Endeudado, decidió embarcar como polizón (sus acreedores no le dejaban hacerlo legalmente) en la flotilla del Bachiller Enciso que iba a reforzar a Ojeda. Se metió en una vela o en un tonel (existen ambas versiones) acompañado de su perro Leoncico. Descubierto en alta mar, estuvo a punto de ser abandonado en una isla desierta por Enciso (parece que era uno de sus acreedores), quien finalmente lo aceptó a bordo. La flotilla encontró frente a Cartagena los restos de la expedición de Ojeda, mandados por Francisco Pizarro. Se supo entonces que había fracasado el intento de poblar San Sebastián, en el golfo de Urabá, por lo insalubre del lugar y por estar habitado por indios que usaban flechas envenenadas. El propio Ojeda había tenido que abandonarlo en busca de refuerzos, tras dejar a sus hombres al mando delPizarro y con autorización para hacer lo que estimaran conveniente si no regresaba en un plazo de 50 días, que ya habían transcurrido.

Enciso puso proas a San Sebastián, donde comprobó que todo era cierto. Convocó entonces una junta para decidir si regresaban a la Española o buscaban otro lugar para poblar. En plena deliberación pidió la palabra Vasco Núñez para decir algo parecido a lo que nos transcribió el padre Las Casas: “Yo me acuerdo, que los años pasados, viniendo por esta costa con Rodrigo de Bastidas a descubrir, entramos en este Golfo, y a la parte de occidente, a mano derecha, según me parece, salimos en tierra y vimos un pueblo de la otra banda de un gran río, que tenía muy fresca y abundante tierra de comida, y la gente de ella no ponía hierba (veneno) en sus flechas”. Fue una sugerencia providencial que todos aceptaron, empezando por el propio Enciso.

Dejaron en San Sebastián de Urabá a 65 hombres y el resto siguió hasta el lugar señalado por Balboa, que encontraron a poco. Era la provincia del cacique Cémaco, cuyos guerreros abandonaron el campo de batalla después de un brevísimo combate. Se mandó entonces venir a los que habían quedado en San Sebastián y, reunidos con ellos, se procedió a fundar la primera ciudad de la América continental, que fue Nuestra Señora de la Antigua del Darién (en noviembre de 1510). Enciso ejerció provisionalmente el mando y cometió algunos actos que le enemistaron de sus hombres, como prohibir comerciar con oro y negarse a repartir el botín de oro que habían capturado a los naturales, ya que en su opinión esto le correspondía hacerlo al Gobernador Ojeda, del que nada se sabía. Balboa aprovechó la ocasión para minar su autoridad pidiendo la creación de un Cabildo, ya que la nueva población se encontraba fuera de la jurisdicción de Ojeda, como así era. En el Cabildo resultaron elegidos como alcaldes Vasco Núñez y Benito Palazuelos (sustituido luego por Zamudio). El tesorero fue el médico Dr. Alberto, el alguacil Bartolomé Hurtado, y los regidores Diego Albítez, Martín de Zamudio, Esteban Barrantes y Juan de Valdivia.


El gobierno de Balboa en Panamá

Balboa gobernó la ciudad desde 1510 hasta 1514. Durante el primer período se hizo con el control de la colonia, gracias a la desaparición de todos los personajes que eran candidatos a Gobernador. Durante el segundo afianzó la ciudad y sometió a los pueblos periféricos. Durante el tercero, en 1513, emprendió la jornada del descubrimiento del Mar del Sur.

El mismo año de 1510 en que se nombró el Cabildo de Santa María arribó a dicha ciudad el refuerzo de Rodrigo de Colmenares, que iba en busca de su jefe Nicuesa. Fue bien recibido y prosiguió por la costa panameña tras el rastro del Gobernador. Lo encontró pasado Nombre de Dios. Nicuesa había fracasado en su objetivo poblador y le quedaban sólo 30 hombres. Al saber que existía Santa María decidió ir a la ciudad y reclamarla como parte de su gobernación, ya que estaba pasado el golfo de Urabá. Le salió a recibir el Cabildo, que se negó a aceptar su jurisdicción. Nicuesa fue a reclamar sus derechos a la isla Española y murió en el camino, al naufragar su nave en alta mar. Balboa instigó luego para que el Cabildo acusase a Enciso de usurpación de autoridad, ya que le correspondía a Ojeda, del que no había noticias. Le hizo un proceso y Enciso decidió ir igualmente a La Española para pedir justicia. Zarpó de Santa María el 4 de abril de 1511 (un mes después de Nicuesa) en compañía de varios amigos de Balboa (el alcalde Zamudio y el corregidor Juan de Valdivieso). Estos últimos lograron que el virrey Diego Colón reconociese a Balboa como gobernador interino del Darién, desconociendo los derechos de Enciso. Lo mismo hizo luego el Rey por cédula de 23 de diciembre de 1511, en espera de nombrar Gobernador en propiedad.

Balboa se convirtió así en la máxima autoridad de la provincia del Darién, con jurisdicción en Gobierno, Justicia y Milicia; fue entonces cuando comenzó su penetración en el territorio indígena panameño. En primer lugar se dirigió a los indios de Cueva, porque dos náufragos del barco en que partió Nicuesa habían ido a parar a dicha provincia y regresaron a Santa María contando maravillas sobre sus riquezas de oro. Llegó a Cueva en mayo de 1511 y se entrevistó con su cacique, Careta, a quien pidió alimentos. Como no se los dio de buen grado, Balboa saqueó su pueblo y apresó al cacique. Careta negoció entonces entregar anualmente a Balboa alimentos y algún oro a cambio de que el español le ayudara en su guerra contra un cacique enemigo llamado Ponca. Careta firmó el pacto entregando varias mujeres, entre ellas a su hija Anayansi, que tenía 13 años y se convirtió en la amante de Balboa. El cacique fue bautizado con el nombre de Fernando.

En agosto de 1511 Balboa organizó Santa María y distribuyó solares a los vecinos. Se trazaron calles, se construyeron casas y se señalaron sementeras de maíz. Para cumplir lo prometido a Careta, atacó al cacique Ponca. Venció a los naturales y saqueó la provincia. Don Fernando le pidió entonces que hiciera lo mismo con otro enemigo suyo, el cacique Comogre. Éste recibió bien a los españoles y tras agasajarlos con comida y bebida abundantes les regaló 70 esclavos y numerosas piezas de oro, valoradas en unos 4.000 pesos. Balboa ordenó separar el quinto real y repartió el resto del botín entre sus hombres, no sin evitar numerosas disputas por las piezas. Panquiaco, hijo del Cacique, explicó a Balboa que ya que valoraban tanto el oro debían ir a buscarlo a las tierras de Tubanamá, donde abundaba. Distaba seis soles de donde se encontraban, yendo hacia la otra mar que, según señaló, estaba en dirección sur (por la inflexión que forma Panamá). Era la primera vez que los españoles obtenían noticias de la existencia de la otra mar; la que iba a las islas de la Especiería, que venían buscando desde el descubrimiento colombino de 1492.

Balboa regresó a Santa María, a donde había llegado también Valdivia con el nombramiento de Balboa como Gobernador interino. Balboa le mandó regresar nuevamente a Santo Domingo para informar a Diego Colón de las noticias sobre la Mar del Sur y pedirle un refuerzo de mil hombres, armas y vituallas. Le entregó asimismo el quinto real de los botines logrados hasta entonces, que subían a unos 15.000 pesos. La nave de Valdivia naufragó, por lo que Colón no recibió las noticias, ni el quinto real. Del naufragio se salvaron dos personas en la costa de Yucatán que fueron Jerónimo de Aguilar y Guerrero.

Durante 1512 y la mayor parte del año siguiente Balboa se dedicó a establecer buenas relaciones con las tribus de la zona transístmica; marchó a la provincia de Ceraca, en el Golfo de Urabá, donde recogió otro botín de oro; y luego al río Atrato, desde donde alcanzó la tribu de Albanumaque. Aquí oyó hablar del mito del Dabaibe (sus hombres cogían pepitas de oro como naranjas y las transportaban en cestas). No pudo ir en su busca por haber surgido una sublevación indígena de las tribus de Abraibe, Abanumaque y Abibaibe. Regresó a Santa María, donde logró deshacer otra conspiración urdida por los caciques Cémaco, Abibeima, Abraiba y Abenamachei. Llegaron entonces unos refuerzos de la Española enviados por Colón, a los que se sumaron otros 400 hombres a principios de 1513. También llegó el nombramiento real de Balboa como Gobernador interino.


El descubrimiento del océano Pacífico

Balboa consideró llegado el momento de descubrir la Mar del Sur. Partió de Santa María el 1 de septiembre de 1513 con 190 hombres, y el resto quedaron en la ciudad. El itinerario que iba a seguir, visto en un mapa moderno, supone cruzar Panamá desde Sasardí Viejo, en la costa atlántica, hasta el golfo de San Miguel, en la pacífica. En la época suponía ir desde la tierra de los indios de Cueva hasta la de Ponca, en la sierra, bajar luego a la de Quareca y subir la sierra de este nombre hasta un lugar desde el que podría divisar el Océano Pacífico. Hizo por mar la pequeña travesía hasta Cueva, donde dejó más de la mitad de sus hombres asentados en un real, y partió con sólo 92 soldados y dos sacerdotes. Tras dos días de marcha por la selva alcanzó Ponca. Mandó llamar a su cacique y le interrogó sobre la ruta que debía seguir. Después de esto envió a retaguardia algunos enfermos y siguió hacia la tierra de Quareca, cuyo cacique, llamado Torecha, era enemigo de Ponca. Este trayecto fue el más duro del viaje. Tardaron en cubrirlo 5 días, dado lo abrupto del mismo. Cruzaron el Chucunaque, las fuentes del Artigatí y del Sabanas y finalmente llegaron a su objetivo el 24 de septiembre. En Quareca tuvieron un combate con los indios. Les vencieron y saquearon la población. Balboa estableció otro nuevo real de apoyo con 15 hombres y partió con el resto, 65 soldados y el clérigo, hacia la cumbre de la Cordillera. Abandonó Quareca el 25 de septiembre a las seis de la mañana dispuesto a subir hasta la cima de las montañas aquel mismo día. Lo logró en unas cuatro horas. Hacia las 10 de la mañana los guías le indicaron el lugar desde el cual podría ver la otra mar. Balboa ordenó detenerse a su gente y partió solo, pues deseaba ser el primer español que viera la Mar del Sur. Coronó la montaña en unos minutos y desde allí contempló extasiado el Pacífico. El escribano de la expedición, Andrés de Valderrábano, escribió en su diario: “Y en martes veinte y cinco de aquel año de mil e quinientos y trece, a las diez horas del día, yendo el capitán Vasco Núñez en la delantera de todos los que llevaba por un monte raso, vido desde encima de la cumbre dél la Mar del Sur antes que ninguno de los cristianos compañeros que allí iban”. Llamó entonces al resto de sus hombres para que contemplaran la maravilla. A continuación procedió a tomar posesión en nombre de los reyes de Castilla: cortó varias ramas de los árboles, amontonó piedras y grabó sobre los troncos de algunos árboles los nombres del rey Fernando y de la reina doña Juana. Los indios miraban asombrados toda la ceremonia. Balboa hizo venir al escribano y le ordenó tomar los nombres de todos los que habían estado presentes en el acontecimiento; 67 españoles. El primero era naturalmente el de Balboa, el segundo el del clérigo Andrés de Vera y el tercero el del Teniente de la expedición, Francisco Pizarro, el hombre que años después encontraría en dicho océano el fabuloso Perú.

Los españoles descendieron hasta la costa y acamparon en Chape, cuyos habitantes huyeron. Balboa mandó llamar a los que habían quedado en Quareca. Cuando todos estuvieron reunidos, el 29 de septiembre, fiesta de San Miguel Arcángel, preparó la ceremonia de la toma de posesión. Seleccionó a 26 hombres y partió con ellos hasta la misma orilla del mar. Todos lucían sus mejores galas de combate; corazas, cascos, plumas y llevaban en vanguardia un estandarte con la imagen de la Virgen y las armas de Castilla. Llegaron a un ancón de un golfo que en futuro se llamaría de San Miguel, por la festividad religiosa del día. Eran las dos de la tarde y la playa ofrecía aspecto deplorable, pues había marea baja y parecía un inmenso fangal. Balboa había calculado mal la marea, al regirse por el océano Atlántico. En vista del panorama existente, los españoles decidieron posponer la ceremonia. Se sentaron en la playa y esperaron que subiera la marea. Entonces y sólo entonces consideró Vasco Núñez que había un marco adecuado para la toma de posesión. El escribano Valderrábano anotó a este respecto: “Llegó (Balboa) a la ribera a la hora de vísperas y el agua era menguante. Y sentáronse él y los que con él fueron, y estuvieron esperando que el agua creciese, porque de bajamar había mucha lama e mala entrada, y estando así (sentados) creció la mar, e vista de todos, mucho y con gran ímpetu”.

Balboa se puso la coraza y el yelmo, tomó el estandarte en la mano derecha y con la espada desnuda en la izquierda se adentró algunos pasos, hasta que el agua le llegó a las rodillas. Luego empezó a pasear de un lado para otro recitando: “Vivan los muy altos e poderosos señores reyes don Fernando e doña Juana, Reyes de Castilla e de León, e de Aragón, etc. en cuyo nombre e por la corona real de Castilla tomo e aprehendo la posesión real e corporal e actualmente destas mares e tierras, e costas, e puertos, e islas australes...”. Preguntó luego desafiante si alguien se oponía a la posesión, pero nadie replicó. A continuación preguntó si los españoles presentes estaban dispuestos a defender con sus vidas la posesión por los reyes de Castilla, a lo que contestaron todos afirmativamente. Después ordenó al escribano dar fe del acto y escribir los nombres de todos los presentes. Valderrábano anotó 26 nombres, encabezados por los de Balboa y Pizarro. Los testigos probaron el agua y aseguraron que era salada, como la de la otra mar. Por último Balboa dio unos sablazos a las aguas y salió a la playa, donde hizo con un puñal tres cruces en los árboles, en nombre de la Santísima Trinidad. Los acompañantes secundaron su acción cortando ramas y grabando cruces. Todo el formalismo quedó así cumplido.

Al caer la tarde regresaron a Chape, donde su cacique les obsequió oro y perlas. Balboa exploró los alrededores. Embarcó en unas canoas y fue a las provincias de Cuquera y Tumaca, donde cogió otra buena cantidad de perlas. Trató de llegar a la isla de las perlas o Terarequí, pero se lo impidió la mar gruesa. Tuvo que limitarse a contemplarla desde el golfo de San Lucar, donde volvió a tomar posesión del océano, aprovechando que era mar abierta y no un Golfo. Valderrábano volvió a levar acta con el testimonio de 23 soldados. Se dirigieron luego al lugar donde los indios pescaban las perlas. Varios buceadores indígenas sacaron cuatro grandes cestas de ostras. Los españoles las abrieron con voracidad, esperando encontrar perlas, pero no hallaron ninguna, y se quedaron asombrados al ver que los indios se comían su contenido. Volvieron a Tumaca y desde allí, el 23 de noviembre, emprendieron el regreso a Santa María. Habían estado un mes en la costa del Pacífico.

Regresaron por un camino distinto, con objeto de descubrir otras tierras y recoger más botines. Dieron un rodeo para pasar del río Maje al Bayano. Llegaron al cacicazgo de Thevaca y luego a los de Pacra y Bucheribuca. Entraron en Pocorosa el 8 de diciembre. Desde allí hicieron una incursión a la provincia cacique Tamaname donde se sospechaba que existían minas de oro. Resultó un fracaso y volvieron a Pocorosa. Los hombres estaban exhaustos y Balboa enfermo de fiebres (quizá de paludismo). El Gobernador interino se hacía transportar en una hamaca. Desde Pocorosa siguieron a Comogre el 1 de enero de 1514; luego a Ponca y a Cueva, en cuyo puerto embarcaron (en el mismo bergantín que les trajo) hasta Santa María, donde atracaron el 19 de enero del mismo año. El balance de la entrada no podía ser mejor: Habían descubierto la Mar del Sur, habían cogido un botín de más de dos mil pesos en oro y perlas, 800 naborías, y no habían perdido un hombre.


Bajo el gobierno de Pedrarias en Castilla del Oro

Balboa recibió en Santa María unas noticias alarmantes que le trajo el comerciante Pedro de Arbolancha desde La Española: la nave de Valdivia que llevó el quinto real había naufragado y los procuradores y Enciso habían informado en contra de Balboa, por lo que el rey había nombrado un nuevo Gobernador para el Darién, rebautizado como Castilla del Oro; don Pedro Arias de Ávila, que vendría pronto con una gran flota y dos mil colonos. Vasco se apresuró a comunicar al Rey su descubrimiento. Hizo una relación del mismo y un mapa de la Mar del Sur, que adjuntó al nuevo quinto real, a una petición de que se le nombrase Gobernador de la Mar del Sur y a una relación de los vecinos de Santa María sobre sus servicios. Lo envió a la Española con Arbolancha, pero sus enemigos hicieron desaparecer los documentos. En espera de la llegada de Pedrarias envió a Andrés Garavito con ochenta hombres para descubrir otra vía alternativa hacia el Pacífico; desde Bea a las fuentes del río Arquiati, confluencia de los ríos Payá y Tuira y golfo de San Miguel. Es el camino llamado del “Suegro”, porque el cacique de Tamahe casó a su hija con Garavito.

Pedrarias arribó al puerto cercano a Santa María el 26 de junio de 1514, con 17 buques y unos 2.000 colonos, artesanos y funcionarios (obispo incluido). Desembarcó y mandó notificar su llegada a Balboa, poniéndose en camino a la ciudad. Balboa recibió la noticia cuando estaba reparando el tejado de una casa y salió a recibirle inmediatamente con la ropa de trabajo que tenía; una camisa y un calzón viejo de algodón. El encuentro se produjo en mitad del camino y no pudo ser más ridículo. Pedrarias portaba armadura completa y cabalgaba sobre un caballo enjaezado, rodeado de su señora, parientes y criados. Tras él venía el obispo bajo palio, con mitra y cruz de plata, rodeado de religiosos, precediendo una comitiva de funcionarios (tesorero, veedor, alguacil, etc.), soldados, abanderados, mujeres, traíllas de perros, etc. Balboa besó el anillo del obispo e hizo una reverencia a Pedrarias, que le entregó sus credenciales. Las miro, las besó y las puso sobre su cabeza, tal como era preceptivo. Se hicieron las presentaciones de turno y ambos grupos regresaron a la Ciudad. Al contemplarla, se acrecentó en Pedrarias la sensación de ridículo. Constaba de unas 200 casas de tablas y paja en las que vivían 500 españoles y 1.500 indios de servicio. No tenía infraestructura para recibir aquella enorme población que se le acompañaba.

Pedrarias pidió a Balboa un informe pormenorizado de la Colonia: fuentes de aprovisionamiento, tribus confederadas y hasta el camino para llegar a la Mar del Sur. Balboa se los entregó puntualmente, pero estos papeles se han perdido. El nuevo Gobernador ordenó entonces al licenciado Espinosa que abriera juicio de residencia a Balboa, lo que era usual, e inició por su cuenta una pesquisa secreta sobre la actuación de su predecesor, lo que era insólito. Intervino el obispo y la pesquisa secreta quedó pendiente. Como Santa María no podía albergar una población de 2.500 españoles, Pedrarias ordenó una serie de campañas contra los territorios indígenas; cinco expediciones para descubrir minas de oro y, en realidad, para quitarse bocas en la ciudad. Produjeron un botín de 30.000 pesos, pero destruyeron la labor pacificadora de Balboa y dejaron a los naturales enemistados con los españoles. El 28 de marzo de 1515 llegó a Santa María el nombramiento real de Vasco Núñez como Adelantado de la Mar del Sur (realizado por cédula de 23 de septiembre de 1514) y gobernador de las provincias de Panamá y Coiba, auque sujeto a Pedrarias. Éste quiso guardarse la cédula pero se opusieron el obispo y varios funcionarios. Tuvo que entregársela a regañadientes, pero prohibió a Balboa reclutar gentes para sus empresas descubridoras, ya que dijo necesitar todos los hombres que había en Castilla del Oro. Balboa mandó entonces a Garavito a la isla Española para que los reclutara. Tenía el proyecto de fundar poblaciones a orillas de los dos océanos, bien en el eje Careta-Golfo de San Miguel, bien en el de Nombre de Dios-Panamá, y construir unas naves para navegar 200 ó 300 leguas por la Mar del Sur hasta encontrar las islas de la Especiería. De no hallar éstas, pensaba singlar hacia el sur para tratar de hallar un paso interoceánico en América, cosa que preocupaba enormemente al rey Fernando el Católico.

Pedrarias viajó a Careta, pero tuvo que regresar rápidamente a Santa María a causa de un cólico hepático. Allí encontró 60 soldados de Cuba, que habían llegado a petición de Balboa. Acusó a éste de conspiración y rebelión frustrada y le metió en una jaula en el patio de su casa. Balboa estuvo allí dos meses, hasta que un día Pedrarias le abrió la jaula, le pidió perdón y le concedió la mano de su hija María. Balboa no lo pensó dos veces y aceptó los esponsales, lo que disgustó mucho a su amante Anayansi. La reconciliación tuvo otras dependencias, como construir una población en Careta (sería Acla), no emplear más de 80 hombres en sus empresas y concluirlas en un plazo máximo de año y medio.


La Compañía del la Mar del Sur y el ajusticiamiento

Balboa fundó Acla a fines de 1516; allí organizó la Compañía de la Mar del Sur, con aportaciones de accionistas de Santa María. Luego mandó construir las piezas necesarias para ensamblar varios bergantines que pensaba botar en el Pacífico (se decía que la broma no atacaba la madera de aquel lugar, lo que resultó falso). En 1517 envió a Francisco de Compañón a la costa pacífica, para que escogiera el lugar apropiado para el astillero. En agosto de 1517 comenzó a trasladar las piezas de los bergantines, así como las jarcias, brea, velas, anclas, etc. El propio Balboa cargó con tablones. El astillero se montó junto al río de las Balsas (posiblemente el Chucunaque, cerca de la actual Yavisa), donde los españoles trabajaron en cuadrillas que se ocupaban de talar árboles y construir las naves, en recoger víveres y en abrir un buen camino a Acla. Cuando estaba todo listo para la botadura sobrevino una riada del Chucunaque que arrastró el astillero al mar. Balboa, apesadumbrado, hizo reunir el Consejo de la Compañía para decidir qué hacer. Se acordó seguir adelante. El Adelantado botó los bergantines, pero se hundieron de inmediato a causa de la broma. Pidió a su suegro otro plazo y dinero y volvió a empezar con unos préstamos. Balboa reflotó los bergantines, les tapó las vías de agua y se embarcó en ellos hasta llegar a una de las islas de las Perlas; la isla Rica o isla del Rey (antigua Terarequí), que había sido esquilmada por Morales, un lugarteniente de Pedrarias. No se desanimó por ello. Construyó otras dos naves y navegó hacia el sur (la ruta al Perú), hasta alcanzar un puerto que llamó Puerto Peñas (creyó que estaba lleno de arrecifes, pero eran ballenas en realidad), el mismo lugar que luego Pizarro bautizó como Puerto Piñas (actual Jaqué). Desde allí regresó a Chochama y al golfo de San Miguel. Envió entonces a Valderrábano a Santa María para que insistiese ante Pedrarias en la solicitud de una prórroga. En vez de ésta, le llegó la noticia de que el Rey había sustituido a Pedrarias por un nuevo Gobernador llamado don Lope de Sosa, que estaba próximo a llegar. Surgió entonces la “traición” de Balboa, que le costó la vida.

No conocemos bien cuál fue el delito de “traición”. En versión de Fernández de Oviedo, que vio el expediente, consistió en que Balboa se precipitó ante la noticia de la llegada del nuevo Gobernador, pensando que este le iba a prohibir realizar descubrimientos en la Mar del Sur y decidió fundar una población en la costa del Pacifico, exactamente en Chepavare, camino de Chepo a Panamá, para salir desde allí al océano con dirección sur, donde los indios decían que había muchas riquezas (el Perú). Todo dependía de la llegada del nuevo Gobernador, pues si seguía Pedrarias confiaba en lograr apoyo para su empresa. Envió a Santa María a sus fieles Valderrábano, Garavito, Muñoz, el archidiácono Pérez y Luis Botello. El último de éstos debía anticiparse y llegar a Acla para saber si había arribado Sosa. Tuvo la mala fortuna de ser detenido por un centinela y conducido a presencia de Francisco Benítez, enemigo de Balboa, que le hizo confesar todo el plan, que comunicó inmediatamente a Pedrarias. Todos sus compañeros fueron detenidos al llegar a Santa María. Pedrarias ordenó al tesorero Puente que levantara una acusación formal contra Balboa. Luego se trasladó a Acla, desde donde escribió una carta muy cariñosa a su yerno, rogándole que se presentara en dicha población para tratar de los asuntos de la expedición que deseaba realizar. Balboa no receló nada. Al entrar en Acla fue apresado y acusado del delito de traición. Se le tuvo preso en la casa de Juan de Castañeda, a donde fue a visitarle Pedrarias para decirle que no se preocupara, porque había sido detenido por algunas acusaciones seguramente infundadas. En una segunda visita cambió de tono y le acusó de haber traicionado al Rey y a él. Mandó ponerle guardias y trasladarlo a la cárcel común.

En el proceso testimoniaron todos los enemigos de Balboa y hasta su amigo Garavito, que estaba enamorado de Anayansi y había sido rechazado por ésta. Pedrarias añadió al expediente su pesquisa secreta e infinidad de acusaciones, como haberle dado informes falsos sobre los indios para que fracasara, haber maltratado a los indios contra sus instrucciones, haber actuado malintencionadamente contra Ojeda y Nicuesa y, sobre todo, haber urdido un plan para proclamarse independiente en la Mar del Sur. Pedrarias negó la apelación y le condenó a muerte.

Se levantó un cadalso en la plaza mayor de Acla, donde se cumplió la sentencia un día desconocido de la semana del 13 al 21 de enero de 1519. Se ajusticiaron a Balboa, Fernando de Arguello, Luis Botello, Hernández Muñoz y Andrés Valderrábano. Antes de que le cortaran la cabeza, Balboa tomó la palabra y dijo a los presentes que todo era una falsedad y que jamás había traicionado al Rey. Las cabezas de los sentenciados cayeron sobre una artesa vieja. Fernández de Oviedo, testigo del suceso, afirma que “E desde una casa que estaba diez o doce pasos de donde los degollaban (como carneros, uno a par de otro) estaba Pedrarias mirándolos por entre las cañas de la pared de una casa o bohío”. Y añade el cronista que cuando se fijó en un poste de dicha plaza de Acla el pregón con el juicio de residencia de Balboa “entró un caballo que había sido del Adelantado Vasco Núñez de Balboa, e pasó tirado e sin parecer ni entenderse a donde iba, después de haber andado más de cien pasos llegó al poste donde estaba el pregón o edicto afijado e con los dientes asió del papel dos o tres veces e hízolo pedazos”.

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Bibliografía






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