viernes, 28 de agosto de 2015

Vasco Núñez de Balboa datos

Núñez de Balboa, Vasco (ca. 1475-1519).

Conquistador español nacido en Jerez de los Caballeros, posiblemente en 1475, y muerto en Acla (Panamá) en 1519.
Es el descubridor del océano Pacífico, por el que navegó en 1513. Fue fundador y alcalde de la primera ciudad española establecida en la región continental de América: Santa María la Antigua del Darién (1510), y fue también el conquistador de la región transístmica americana. Tuvo el título de Adelantado de la Mar del Sur.
Se cree que nació en 1475, pues Las Casas afirmó que en 1510 “era mancebo de hasta treinta y cinco o pocos más años”. Su familia fue hidalga, aunque pobre. Su padre fue don Nuño Arias de Balboa y su madre una señora de Badajoz de nombre desconocido. Este matrimonio tuvo cuatro hijos: Vasco, Alvar, Gonzalo y Juan. Vasco entró como criado en casa de don Pedro Puertocarrero, señor de Moguer, donde se educó en letras, modales y armas. Allí debió de asistir al protagonismo de Moguer en la empresa colombina. A fines de siglo se trasladó a Sevilla y en 1500 se enroló en la expedición organizada por el escribano de Triana Rodrigo de Bastidas y el cartógrafo Juan de la Cosa (véase Viaje de Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa). Con ella partió de Cádiz a fines de 1501 y recorrió la costa venezolana, participando luego en el descubrimiento de toda la costa atlántica colombiana y de la costa atlántica panameña desde el Darién hasta Puerto Escribanos. El mal estado de las naves a causa de la broma (un lamelibranquio que abría vías de agua en las cuadernas de roble de las quillas) obligó a detener el descubrimiento y enfilar a la isla Española, donde naufragaron.

Balboa se quedó en la isla de Santo Domingo y debió de participar en la conquista ovandina, pues fue premiado con un reparto de indios en Salvaleón, población que ayudó a fundar. Inició un negocio de cría de cerdos que le fue mal. Endeudado, decidió embarcar como polizón (sus acreedores no le dejaban hacerlo legalmente) en la flotilla del Bachiller Enciso que iba a reforzar a Ojeda. Se metió en una vela o en un tonel (existen ambas versiones) acompañado de su perro Leoncico. Descubierto en alta mar, estuvo a punto de ser abandonado en una isla desierta por Enciso (parece que era uno de sus acreedores), quien finalmente lo aceptó a bordo. La flotilla encontró frente a Cartagena los restos de la expedición de Ojeda, mandados por Francisco Pizarro. Se supo entonces que había fracasado el intento de poblar San Sebastián, en el golfo de Urabá, por lo insalubre del lugar y por estar habitado por indios que usaban flechas envenenadas. El propio Ojeda había tenido que abandonarlo en busca de refuerzos, tras dejar a sus hombres al mando del Pizarro y con autorización para hacer lo que estimaran conveniente si no regresaba en un plazo de 50 días, que ya habían transcurrido.

Enciso puso proas a San Sebastián, donde comprobó que todo era cierto. Convocó entonces una junta para decidir si regresaban a la Española o buscaban otro lugar para poblar. En plena deliberación pidió la palabra Vasco Núñez para decir algo parecido a lo que nos transcribió el padre Las Casas: “Yo me acuerdo, que los años pasados, viniendo por esta costa con Rodrigo de Bastidas a descubrir, entramos en este Golfo, y a la parte de occidente, a mano derecha, según me parece, salimos en tierra y vimos un pueblo de la otra banda de un gran río, que tenía muy fresca y abundante tierra de comida, y la gente de ella no ponía hierba (veneno) en sus flechas”. Fue una sugerencia providencial que todos aceptaron, empezando por el propio Enciso.

Dejaron en San Sebastián de Urabá a 65 hombres y el resto siguió hasta el lugar señalado por Balboa, que encontraron a poco. Era la provincia del cacique Cémaco, cuyos guerreros abandonaron el campo de batalla después de un brevísimo combate. Se mandó entonces venir a los que habían quedado en San Sebastián y, reunidos con ellos, se procedió a fundar la primera ciudad de la América continental, que fue Nuestra Señora de la Antigua del Darién (en noviembre de 1510). Enciso ejerció provisionalmente el mando y cometió algunos actos que le enemistaron de sus hombres, como prohibir comerciar con oro y negarse a repartir el botín de oro que habían capturado a los naturales, ya que en su opinión esto le correspondía hacerlo al Gobernador Ojeda, del que nada se sabía. Balboa aprovechó la ocasión para minar su autoridad pidiendo la creación de un Cabildo, ya que la nueva población se encontraba fuera de la jurisdicción de Ojeda, como así era. En el Cabildo resultaron elegidos como alcaldes Vasco Núñez y Benito Palazuelos (sustituido luego por Zamudio). El tesorero fue el médico Dr. Alberto, el alguacil Bartolomé Hurtado, y los regidores Diego Albítez, Martín de Zamudio, Esteban Barrantes y Juan de Valdivia.

El gobierno de Balboa en Panamá




Balboa gobernó la ciudad desde 1510 hasta 1514. Durante el primer período se hizo con el control de la colonia, gracias a la desaparición de todos los personajes que eran candidatos a Gobernador. Durante el segundo afianzó la ciudad y sometió a los pueblos periféricos. Durante el tercero, en 1513, emprendió la jornada del descubrimiento del Mar del Sur.

El mismo año de 1510 en que se nombró el Cabildo de Santa María arribó a dicha ciudad el refuerzo de Rodrigo de Colmenares, que iba en busca de su jefe Nicuesa. Fue bien recibido y prosiguió por la costa panameña tras el rastro del Gobernador. Lo encontró pasado Nombre de Dios. Nicuesa había fracasado en su objetivo poblador y le quedaban sólo 30 hombres. Al saber que existía Santa María decidió ir a la ciudad y reclamarla como parte de su gobernación, ya que estaba pasado el golfo de Urabá. Le salió a recibir el Cabildo, que se negó a aceptar su jurisdicción. Nicuesa fue a reclamar sus derechos a la isla Española y murió en el camino, al naufragar su nave en alta mar. Balboa instigó luego para que el Cabildo acusase a Enciso de usurpación de autoridad, ya que le correspondía a Ojeda, del que no había noticias. Le hizo un proceso y Enciso decidió ir igualmente a La Española para pedir justicia. Zarpó de Santa María el 4 de abril de 1511 (un mes después de Nicuesa) en compañía de varios amigos de Balboa (el alcalde Zamudio y el corregidor Juan de Valdivieso). Estos últimos lograron que el virrey Diego Colón reconociese a Balboa como gobernador interino del Darién, desconociendo los derechos de Enciso. Lo mismo hizo luego el Rey por cédula de 23 de diciembre de 1511, en espera de nombrar Gobernador en propiedad.

Balboa se convirtió así en la máxima autoridad de la provincia del Darién, con jurisdicción en Gobierno, Justicia y Milicia; fue entonces cuando comenzó su penetración en el territorio indígena panameño. En primer lugar se dirigió a los indios de Cueva, porque dos náufragos del barco en que partió Nicuesa habían ido a parar a dicha provincia y regresaron a Santa María contando maravillas sobre sus riquezas de oro. Llegó a Cueva en mayo de 1511 y se entrevistó con su cacique, Careta, a quien pidió alimentos. Como no se los dio de buen grado, Balboa saqueó su pueblo y apresó al cacique. Careta negoció entonces entregar anualmente a Balboa alimentos y algún oro a cambio de que el español le ayudara en su guerra contra un cacique enemigo llamado Ponca. Careta firmó el pacto entregando varias mujeres, entre ellas a su hija Anayansi, que tenía 13 años y se convirtió en la amante de Balboa. El cacique fue bautizado con el nombre de Fernando.

En agosto de 1511 Balboa organizó Santa María y distribuyó solares a los vecinos. Se trazaron calles, se construyeron casas y se señalaron sementeras de maíz. Para cumplir lo prometido a Careta, atacó al cacique Ponca. Venció a los naturales y saqueó la provincia. Don Fernando le pidió entonces que hiciera lo mismo con otro enemigo suyo, el cacique Comogre. Éste recibió bien a los españoles y tras agasajarlos con comida y bebida abundantes les regaló 70 esclavos y numerosas piezas de oro, valoradas en unos 4.000 pesos. Balboa ordenó separar el quinto real y repartió el resto del botín entre sus hombres, no sin evitar numerosas disputas por las piezas. Panquiaco, hijo del Cacique, explicó a Balboa que ya que valoraban tanto el oro debían ir a buscarlo a las tierras de Tubanamá, donde abundaba. Distaba seis soles de donde se encontraban, yendo hacia la otra mar que, según señaló, estaba en dirección sur (por la inflexión que forma Panamá). Era la primera vez que los españoles obtenían noticias de la existencia de la otra mar; la que iba a las islas de la Especiería, que venían buscando desde el descubrimiento colombino de 1492.

Balboa regresó a Santa María, a donde había llegado también Valdivia con el nombramiento de Balboa como Gobernador interino. Balboa le mandó regresar nuevamente a Santo Domingo para informar a Diego Colón de las noticias sobre la Mar del Sur y pedirle un refuerzo de mil hombres, armas y vituallas. Le entregó asimismo el quinto real de los botines logrados hasta entonces, que subían a unos 15.000 pesos. La nave de Valdivia naufragó, por lo que Colón no recibió las noticias, ni el quinto real. Del naufragio se salvaron dos personas en la costa de Yucatán que fueron Jerónimo de Aguilar y Guerrero.

Durante 1512 y la mayor parte del año siguiente Balboa se dedicó a establecer buenas relaciones con las tribus de la zona transístmica; marchó a la provincia de Ceraca, en el Golfo de Urabá, donde recogió otro botín de oro; y luego al río Atrato, desde donde alcanzó la tribu de Albanumaque. Aquí oyó hablar del mito del Dabaibe (sus hombres cogían pepitas de oro como naranjas y las transportaban en cestas). No pudo ir en su busca por haber surgido una sublevación indígena de las tribus de Abraibe, Abanumaque y Abibaibe. Regresó a Santa María, donde logró deshacer otra conspiración urdida por los caciques Cémaco, Abibeima, Abraiba y Abenamachei. Llegaron entonces unos refuerzos de la Española enviados por Colón, a los que se sumaron otros 400 hombres a principios de 1513. También llegó el nombramiento real de Balboa como Gobernador interino.

El descubrimiento del océano Pacífico

Balboa consideró llegado el momento de descubrir la Mar del Sur. Partió de Santa María el 1 de septiembre de 1513 con 190 hombres, y el resto quedaron en la ciudad. El itinerario que iba a seguir, visto en un mapa moderno, supone cruzar Panamá desde Sasardí Viejo, en la costa atlántica, hasta el golfo de San Miguel, en la pacífica. En la época suponía ir desde la tierra de los indios de Cueva hasta la de Ponca, en la sierra, bajar luego a la de Quareca y subir la sierra de este nombre hasta un lugar desde el que podría divisar el Océano Pacífico. Hizo por mar la pequeña travesía hasta Cueva, donde dejó más de la mitad de sus hombres asentados en un real, y partió con sólo 92 soldados y dos sacerdotes. Tras dos días de marcha por la selva alcanzó Ponca. Mandó llamar a su cacique y le interrogó sobre la ruta que debía seguir. Después de esto envió a retaguardia algunos enfermos y siguió hacia la tierra de Quareca, cuyo cacique, llamado Torecha, era enemigo de Ponca. Este trayecto fue el más duro del viaje. Tardaron en cubrirlo 5 días, dado lo abrupto del mismo. Cruzaron el Chucunaque, las fuentes del Artigatí y del Sabanas y finalmente llegaron a su objetivo el 24 de septiembre. En Quareca tuvieron un combate con los indios. Les vencieron y saquearon la población. Balboa estableció otro nuevo real de apoyo con 15 hombres y partió con el resto, 65 soldados y el clérigo, hacia la cumbre de la Cordillera. Abandonó Quareca el 25 de septiembre a las seis de la mañana dispuesto a subir hasta la cima de las montañas aquel mismo día. Lo logró en unas cuatro horas. Hacia las 10 de la mañana los guías le indicaron el lugar desde el cual podría ver la otra mar. Balboa ordenó detenerse a su gente y partió solo, pues deseaba ser el primer español que viera la Mar del Sur. Coronó la montaña en unos minutos y desde allí contempló extasiado el Pacífico. El escribano de la expedición, Andrés de Valderrábano, escribió en su diario: “Y en martes veinte y cinco de aquel año de mil e quinientos y trece, a las diez horas del día, yendo el capitán Vasco Núñez en la delantera de todos los que llevaba por un monte raso, vido desde encima de la cumbre dél la Mar del Sur antes que ninguno de los cristianos compañeros que allí iban”. Llamó entonces al resto de sus hombres para que contemplaran la maravilla. A continuación procedió a tomar posesión en nombre de los reyes de Castilla: cortó varias ramas de los árboles, amontonó piedras y grabó sobre los troncos de algunos árboles los nombres del rey Fernando y de la reina doña Juana. Los indios miraban asombrados toda la ceremonia. Balboa hizo venir al escribano y le ordenó tomar los nombres de todos los que habían estado presentes en el acontecimiento; 67 españoles. El primero era naturalmente el de Balboa, el segundo el del clérigo Andrés de Vera y el tercero el del Teniente de la expedición, Francisco Pizarro, el hombre que años después encontraría en dicho océano el fabuloso Perú.

Los españoles descendieron hasta la costa y acamparon en Chape, cuyos habitantes huyeron. Balboa mandó llamar a los que habían quedado en Quareca. Cuando todos estuvieron reunidos, el 29 de septiembre, fiesta de San Miguel Arcángel, preparó la ceremonia de la toma de posesión. Seleccionó a 26 hombres y partió con ellos hasta la misma orilla del mar. Todos lucían sus mejores galas de combate; corazas, cascos, plumas y llevaban en vanguardia un estandarte con la imagen de la Virgen y las armas de Castilla. Llegaron a un ancón de un golfo que en futuro se llamaría de San Miguel, por la festividad religiosa del día. Eran las dos de la tarde y la playa ofrecía aspecto deplorable, pues había marea baja y parecía un inmenso fangal. Balboa había calculado mal la marea, al regirse por el océano Atlántico. En vista del panorama existente, los españoles decidieron posponer la ceremonia. Se sentaron en la playa y esperaron que subiera la marea. Entonces y sólo entonces consideró Vasco Núñez que había un marco adecuado para la toma de posesión. El escribano Valderrábano anotó a este respecto: “Llegó (Balboa) a la ribera a la hora de vísperas y el agua era menguante. Y sentáronse él y los que con él fueron, y estuvieron esperando que el agua creciese, porque de bajamar había mucha lama e mala entrada, y estando así (sentados) creció la mar, e vista de todos, mucho y con gran ímpetu”.

Balboa se puso la coraza y el yelmo, tomó el estandarte en la mano derecha y con la espada desnuda en la izquierda se adentró algunos pasos, hasta que el agua le llegó a las rodillas. Luego empezó a pasear de un lado para otro recitando: “Vivan los muy altos e poderosos señores reyes don Fernando e doña Juana, Reyes de Castilla e de León, e de Aragón, etc. en cuyo nombre e por la corona real de Castilla tomo e aprehendo la posesión real e corporal e actualmente destas mares e tierras, e costas, e puertos, e islas australes...”. Preguntó luego desafiante si alguien se oponía a la posesión, pero nadie replicó. A continuación preguntó si los españoles presentes estaban dispuestos a defender con sus vidas la posesión por los reyes de Castilla, a lo que contestaron todos afirmativamente. Después ordenó al escribano dar fe del acto y escribir los nombres de todos los presentes. Valderrábano anotó 26 nombres, encabezados por los de Balboa y Pizarro. Los testigos probaron el agua y aseguraron que era salada, como la de la otra mar. Por último Balboa dio unos sablazos a las aguas y salió a la playa, donde hizo con un puñal tres cruces en los árboles, en nombre de la Santísima Trinidad. Los acompañantes secundaron su acción cortando ramas y grabando cruces. Todo el formalismo quedó así cumplido.

Al caer la tarde regresaron a Chape, donde su cacique les obsequió oro y perlas. Balboa exploró los alrededores. Embarcó en unas canoas y fue a las provincias de Cuquera y Tumaca, donde cogió otra buena cantidad de perlas. Trató de llegar a la isla de las perlas o Terarequí, pero se lo impidió la mar gruesa. Tuvo que limitarse a contemplarla desde el golfo de San Lucar, donde volvió a tomar posesión del océano, aprovechando que era mar abierta y no un Golfo. Valderrábano volvió a levar acta con el testimonio de 23 soldados. Se dirigieron luego al lugar donde los indios pescaban las perlas. Varios buceadores indígenas sacaron cuatro grandes cestas de ostras. Los españoles las abrieron con voracidad, esperando encontrar perlas, pero no hallaron ninguna, y se quedaron asombrados al ver que los indios se comían su contenido. Volvieron a Tumaca y desde allí, el 23 de noviembre, emprendieron el regreso a Santa María. Habían estado un mes en la costa del Pacífico.

Regresaron por un camino distinto, con objeto de descubrir otras tierras y recoger más botines. Dieron un rodeo para pasar del río Maje al Bayano. Llegaron al cacicazgo de Thevaca y luego a los de Pacra y Bucheribuca. Entraron en Pocorosa el 8 de diciembre. Desde allí hicieron una incursión a la provincia cacique Tamaname donde se sospechaba que existían minas de oro. Resultó un fracaso y volvieron a Pocorosa. Los hombres estaban exhaustos y Balboa enfermo de fiebres (quizá de paludismo). El Gobernador interino se hacía transportar en una hamaca. Desde Pocorosa siguieron a Comogre el 1 de enero de 1514; luego a Ponca y a Cueva, en cuyo puerto embarcaron (en el mismo bergantín que les trajo) hasta Santa María, donde atracaron el 19 de enero del mismo año. El balance de la entrada no podía ser mejor: Habían descubierto la Mar del Sur, habían cogido un botín de más de dos mil pesos en oro y perlas, 800 naborías, y no habían perdido un hombre.

Bajo el gobierno de Pedrarias en Castilla del Oro

Balboa recibió en Santa María unas noticias alarmantes que le trajo el comerciante Pedro de Arbolancha desde La Española: la nave de Valdivia que llevó el quinto real había naufragado y los procuradores y Enciso habían informado en contra de Balboa, por lo que el rey había nombrado un nuevo Gobernador para el Darién, rebautizado como Castilla del Oro; don Pedro Arias de Ávila, que vendría pronto con una gran flota y dos mil colonos. Vasco se apresuró a comunicar al Rey su descubrimiento. Hizo una relación del mismo y un mapa de la Mar del Sur, que adjuntó al nuevo quinto real, a una petición de que se le nombrase Gobernador de la Mar del Sur y a una relación de los vecinos de Santa María sobre sus servicios. Lo envió a la Española con Arbolancha, pero sus enemigos hicieron desaparecer los documentos. En espera de la llegada de Pedrarias envió a Andrés Garavito con ochenta hombres para descubrir otra vía alternativa hacia el Pacífico; desde Bea a las fuentes del río Arquiati, confluencia de los ríos Payá y Tuira y golfo de San Miguel. Es el camino llamado del “Suegro”, porque el cacique de Tamahe casó a su hija con Garavito.

Pedrarias arribó al puerto cercano a Santa María el 26 de junio de 1514, con 17 buques y unos 2.000 colonos, artesanos y funcionarios (obispo incluido). Desembarcó y mandó notificar su llegada a Balboa, poniéndose en camino a la ciudad. Balboa recibió la noticia cuando estaba reparando el tejado de una casa y salió a recibirle inmediatamente con la ropa de trabajo que tenía; una camisa y un calzón viejo de algodón. El encuentro se produjo en mitad del camino y no pudo ser más ridículo. Pedrarias portaba armadura completa y cabalgaba sobre un caballo enjaezado, rodeado de su señora, parientes y criados. Tras él venía el obispo bajo palio, con mitra y cruz de plata, rodeado de religiosos, precediendo una comitiva de funcionarios (tesorero, veedor, alguacil, etc.), soldados, abanderados, mujeres, traíllas de perros, etc. Balboa besó el anillo del obispo e hizo una reverencia a Pedrarias, que le entregó sus credenciales. Las miro, las besó y las puso sobre su cabeza, tal como era preceptivo. Se hicieron las presentaciones de turno y ambos grupos regresaron a la Ciudad. Al contemplarla, se acrecentó en Pedrarias la sensación de ridículo. Constaba de unas 200 casas de tablas y paja en las que vivían 500 españoles y 1.500 indios de servicio. No tenía infraestructura para recibir aquella enorme población que se le acompañaba.

Pedrarias pidió a Balboa un informe pormenorizado de la Colonia: fuentes de aprovisionamiento, tribus confederadas y hasta el camino para llegar a la Mar del Sur. Balboa se los entregó puntualmente, pero estos papeles se han perdido. El nuevo Gobernador ordenó entonces al licenciado Espinosa que abriera juicio de residencia a Balboa, lo que era usual, e inició por su cuenta una pesquisa secreta sobre la actuación de su predecesor, lo que era insólito. Intervino el obispo y la pesquisa secreta quedó pendiente. Como Santa María no podía albergar una población de 2.500 españoles, Pedrarias ordenó una serie de campañas contra los territorios indígenas; cinco expediciones para descubrir minas de oro y, en realidad, para quitarse bocas en la ciudad. Produjeron un botín de 30.000 pesos, pero destruyeron la labor pacificadora de Balboa y dejaron a los naturales enemistados con los españoles. El 28 de marzo de 1515 llegó a Santa María el nombramiento real de Vasco Núñez como Adelantado de la Mar del Sur (realizado por cédula de 23 de septiembre de 1514) y gobernador de las provincias de Panamá y Coiba, auque sujeto a Pedrarias. Éste quiso guardarse la cédula pero se opusieron el obispo y varios funcionarios. Tuvo que entregársela a regañadientes, pero prohibió a Balboa reclutar gentes para sus empresas descubridoras, ya que dijo necesitar todos los hombres que había en Castilla del Oro. Balboa mandó entonces a Garavito a la isla Española para que los reclutara. Tenía el proyecto de fundar poblaciones a orillas de los dos océanos, bien en el eje Careta-Golfo de San Miguel, bien en el de Nombre de Dios-Panamá, y construir unas naves para navegar 200 ó 300 leguas por la Mar del Sur hasta encontrar las islas de la Especiería. De no hallar éstas, pensaba singlar hacia el sur para tratar de hallar un paso interoceánico en América, cosa que preocupaba enormemente al rey Fernando el Católico.

Pedrarias viajó a Careta, pero tuvo que regresar rápidamente a Santa María a causa de un cólico hepático. Allí encontró 60 soldados de Cuba, que habían llegado a petición de Balboa. Acusó a éste de conspiración y rebelión frustrada y le metió en una jaula en el patio de su casa. Balboa estuvo allí dos meses, hasta que un día Pedrarias le abrió la jaula, le pidió perdón y le concedió la mano de su hija María. Balboa no lo pensó dos veces y aceptó los esponsales, lo que disgustó mucho a su amante Anayansi. La reconciliación tuvo otras dependencias, como construir una población en Careta (sería Acla), no emplear más de 80 hombres en sus empresas y concluirlas en un plazo máximo de año y medio.

La Compañía del la Mar del Sur y el ajusticiamiento

Balboa fundó Acla a fines de 1516; allí organizó la Compañía de la Mar del Sur, con aportaciones de accionistas de Santa María. Luego mandó construir las piezas necesarias para ensamblar varios bergantines que pensaba botar en el Pacífico (se decía que la broma no atacaba la madera de aquel lugar, lo que resultó falso). En 1517 envió a Francisco de Compañón a la costa pacífica, para que escogiera el lugar apropiado para el astillero. En agosto de 1517 comenzó a trasladar las piezas de los bergantines, así como las jarcias, brea, velas, anclas, etc. El propio Balboa cargó con tablones. El astillero se montó junto al río de las Balsas (posiblemente el Chucunaque, cerca de la actual Yavisa), donde los españoles trabajaron en cuadrillas que se ocupaban de talar árboles y construir las naves, en recoger víveres y en abrir un buen camino a Acla. Cuando estaba todo listo para la botadura sobrevino una riada del Chucunaque que arrastró el astillero al mar. Balboa, apesadumbrado, hizo reunir el Consejo de la Compañía para decidir qué hacer. Se acordó seguir adelante. El Adelantado botó los bergantines, pero se hundieron de inmediato a causa de la broma. Pidió a su suegro otro plazo y dinero y volvió a empezar con unos préstamos. Balboa reflotó los bergantines, les tapó las vías de agua y se embarcó en ellos hasta llegar a una de las islas de las Perlas; la isla Rica o isla del Rey (antigua Terarequí), que había sido esquilmada por Morales, un lugarteniente de Pedrarias. No se desanimó por ello. Construyó otras dos naves y navegó hacia el sur (la ruta al Perú), hasta alcanzar un puerto que llamó Puerto Peñas (creyó que estaba lleno de arrecifes, pero eran ballenas en realidad), el mismo lugar que luego Pizarro bautizó como Puerto Piñas (actual Jaqué). Desde allí regresó a Chochama y al golfo de San Miguel. Envió entonces a Valderrábano a Santa María para que insistiese ante Pedrarias en la solicitud de una prórroga. En vez de ésta, le llegó la noticia de que el Rey había sustituido a Pedrarias por un nuevo Gobernador llamado don Lope de Sosa, que estaba próximo a llegar. Surgió entonces la “traición” de Balboa, que le costó la vida.
No conocemos bien cuál fue el delito de “traición”. En versión de Fernández de Oviedo, que vio el expediente, consistió en que Balboa se precipitó ante la noticia de la llegada del nuevo Gobernador, pensando que este le iba a prohibir realizar descubrimientos en la Mar del Sur y decidió fundar una población en la costa del Pacifico, exactamente en Chepavare, camino de Chepo a Panamá, para salir desde allí al océano con dirección sur, donde los indios decían que había muchas riquezas (el Perú). Todo dependía de la llegada del nuevo Gobernador, pues si seguía Pedrarias confiaba en lograr apoyo para su empresa. Envió a Santa María a sus fieles Valderrábano, Garavito, Muñoz, el archidiácono Pérez y Luis Botello. El último de éstos debía anticiparse y llegar a Acla para saber si había arribado Sosa. Tuvo la mala fortuna de ser detenido por un centinela y conducido a presencia de Francisco Benítez, enemigo de Balboa, que le hizo confesar todo el plan, que comunicó inmediatamente a Pedrarias. Todos sus compañeros fueron detenidos al llegar a Santa María. Pedrarias ordenó al tesorero Puente que levantara una acusación formal contra Balboa. Luego se trasladó a Acla, desde donde escribió una carta muy cariñosa a su yerno, rogándole que se presentara en dicha población para tratar de los asuntos de la expedición que deseaba realizar. Balboa no receló nada. Al entrar en Acla fue apresado y acusado del delito de traición. Se le tuvo preso en la casa de Juan de Castañeda, a donde fue a visitarle Pedrarias para decirle que no se preocupara, porque había sido detenido por algunas acusaciones seguramente infundadas. En una segunda visita cambió de tono y le acusó de haber traicionado al Rey y a él. Mandó ponerle guardias y trasladarlo a la cárcel común.
En el proceso testimoniaron todos los enemigos de Balboa y hasta su amigo Garavito, que estaba enamorado de Anayansi y había sido rechazado por ésta. Pedrarias añadió al expediente su pesquisa secreta e infinidad de acusaciones, como haberle dado informes falsos sobre los indios para que fracasara, haber maltratado a los indios contra sus instrucciones, haber actuado malintencionadamente contra Ojeda y Nicuesa y, sobre todo, haber urdido un plan para proclamarse independiente en la Mar del Sur. Pedrarias negó la apelación y le condenó a muerte.
Se levantó un cadalso en la plaza mayor de Acla, donde se cumplió la sentencia un día desconocido de la semana del 13 al 21 de enero de 1519. Se ajusticiaron a Balboa, Fernando de Arguello, Luis Botello, Hernández Muñoz y Andrés Valderrábano. Antes de que le cortaran la cabeza, Balboa tomó la palabra y dijo a los presentes que todo era una falsedad y que jamás había traicionado al Rey. Las cabezas de los sentenciados cayeron sobre una artesa vieja. Fernández de Oviedo, testigo del suceso, afirma que “E desde una casa que estaba diez o doce pasos de donde los degollaban (como carneros, uno a par de otro) estaba Pedrarias mirándolos por entre las cañas de la pared de una casa o bohío”. Y añade el cronista que cuando se fijó en un poste de dicha plaza de Acla el pregón con el juicio de residencia de Balboa “entró un caballo que había sido del Adelantado Vasco Núñez de Balboa, e pasó tirado e sin parecer ni entenderse a donde iba, después de haber andado más de cien pasos llegó al poste donde estaba el pregón o edicto afijado e con los dientes asió del papel dos o tres veces e hízolo pedazos”.

Bibliografía
ALTOLAGUIRRE Y DUVALE, Ángel de: Vasco Núñez de Balboa, Madrid: Real Academia de la Historia, 1914.
ANDERSON, Ch. L. G.: Vasco Núñez de Balboa, Buenos Aires, 1944.
BAYLE, Constantino: Vasco Núñez de Balboa, Madrid: Col. Grandezas de España, 1923.
ESCOFET, José: Vasco Núñez de Balboa o el descubrimiento del Pacífico, Barcelona, 1923.

LUCENA SALMORAL, Manuel: Vasco Núñez de Balboa, descubridor de la Mar del Sur, Madrid: Anaya, 1988.

martes, 25 de agosto de 2015

Vasco Núñez de Balboa

Quién fue…? Vasco Núñez de Balboa









Vasco Núñez de Balboa Vasco Núñez de Balboa (1475-1519), navegante y conquistador español, descubridor del océano Pacífico. Nació en Jerez de los Caballeros (provincia de Badajoz, España), en una pequeña casa situada en la calle La Oliva. Se embarcó en el año 1500 para el Nuevo Mundo en la expedición de Rodrigo de Bastidas, con quien exploró las costas caribeñas desde el cabo de la Vela, en la península de la Guajira, hasta el golfo del Darién. A su regreso en 1502 pasó por Jamaica y se estableció en La Española, en la villa de Salvatierra, donde vivió varios años sin obtener éxito económico alguno y cargándose de deudas. En 1510 se embarcó como polizón en uno de los barcos de la expedición que Martín Fernández de Enciso se proponía hacer llegar con auxilios a su socio Alonso de Ojeda, en Nueva Andalucía, en la costa colombiana del golfo de Urabá. A su llegada, Enciso, a propuesta de Balboa, trasladó el emplazamiento al litoral del golfo del Darién, en la costa panameña. 



Mapa de la Provincia Santa María La Antigua del Darién en el siglo XVIII.

Archivo General de Indias. Mapas y planos del Nuevo Reino de Granada y Panamá. MP 192. Relación y detalle de la provincia de Santa María Antigua del Darién. Enviado a España por el Gobernador Andrés de Ariza con fecha de 15 de abril de 1774. Lo interesante del mapa no es solo lo detallado y preciso de los accidentes geográficos y las ubicación de los lugares poblados, si no la óptica desde la que fue elaborado. Se lee desde la región del Caribe, mirada de norte a Sur, así se concebía la región.



Aquí fundaron en 1510 el primer asentamiento estable que perduró en América, el municipio de Santa María la Antigua del Darién, en el que los colonos depusieron a Enciso y eligieron un cabildo. Diego de Nicuesa, gobernador de Veragua, futura Castilla del Oro, consideró el asentamiento una intromisión en su territorio y decidió castigar a los colonizadores. Balboa lo derrotó y, con ello, no sólo supo ganarse las simpatías de los colonos sino que además consiguió que, en diciembre del mismo año, el virrey Diego Colón, máxima autoridad en América, le nombrase lugarteniente suyo en el Darién. El rey Fernando II el Católico, por su parte, le nombró el 23 de diciembre de 1511 capitán y gobernador interino del Darién. En sus campañas de conquista de nuevas tierras y de alianzas o sometimiento de los indígenas, Balboa tuvo noticias de la existencia hacia el sur de un gran mar y de tierras donde abundaba el oro; quizá se referían al Imperio inca del Perú. A raíz de tales noticias, Núñez de Balboa organizó una expedición con 190 españoles (entre los que se encontraba Francisco Pizarro) y 800 indios que atravesó por primera vez el istmo de Panamá.

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 El 25 de septiembre de 1513 avistó el ansiado mar, al que llamó mar del Sur debido a la dirección seguida por la expedición desde el punto de partida, pero que más tarde fue llamado océano Pacífico por la expedición dirigida por Fernando de Magallanes (1520), a causa de los suaves vientos alisios que en él soplaban. Luego de tomar posesión del mar en nombre de España, Balboa y sus hombres regresaron al Darién en enero de 1514. Meses más tarde llegó a Santa María la Antigua del Darién, procedente de España, Pedrarias Dávila, nombrado por el rey gobernador del Darién y acompañado de Enciso. Desde el primer momento, las relaciones entre Pedrarias y Balboa no fueron muy cordiales. Por otro lado, a Balboa se le nombró el 23 de septiembre de 1514, aunque subordinado a Castilla del Oro, el cargo de adelantado de la mar del Sur y gobernador de Panamá y Coiba, lo que no fue bien recibido por Pedrarias Dávila, de quien Balboa era su subordinado. Este fue un motivo más de fricción en las difíciles relaciones que ambos mantenían. 


Entre 1517 y 1518, Balboa exploró el golfo de San Miguel. Tras la repoblación de la ciudad abandonada de Acla, Balboa se propuso continuar las exploraciones por el mar del Sur. La construcción de unos barcos por parte de Balboa y el anuncio de la llegada de un nuevo gobernador en sustitución del anciano Pedrarias Dávila, hicieron que éste temiera que Balboa testificase en su contra y lo mandó detener. Acusado de traidor, rebelde y autor de abusos, así como de la muerte del gobernador Diego de Nicuesa, Núñez de Balboa fue juzgado, sentenciado y decapitado el 12 o el 21 de enero de 1519 en Acla (gobernación del Darién)


Hasta que Vasco Núñez de Balboa no se sumergió en el Océano Pacifico, nadie en Occidente fue capaz de intuir la transcendencia de aquel sensacional descubrimiento y ni él mismo tuvo una idea cabal del peso y calado de lo que estaba haciendo. No en vano, y dada la importancia de tan crucial apuesta, en marzo del año 1508 la Corona había convocado a los mejores pilotos del reino, llamándolos a capitulo para buscar de manera perentoria y sin dilaciones una ruta de acceso rápida y fiable hacia el mercado de las especias. Dicho y hecho; Juan de la Cosa, Vicente Yáñez Pinzón, el ubicuo mercenario Américo Vespucio y Juan Díaz de Solís se pusieron manos a la obra. No tardarían mas de cinco años en dar con la tecla.



Balboa puso de manifiesto su talante diplomático y conciliadorPor aquel entonces había una guerra soterrada bajo la mesa entre las dos potencias oceánicas, Portugal y España. Algunos conflictos puntuales se cerraban tras arduas negociaciones con nuestros hermanos, pero los lusos llevaban ventaja en las exploraciones hacia el este trufando de emporios toda la costa africana y algunas colonias en el oeste de India. Esto es, había cierta presión por materializar un paso mas rápido hacia el oeste y además, cuanto antes.

El nivel de intercambios mundiales y la articulación de una economía global más dinámica tuvieron un impacto extraordinario en un mundo agostado y adormecido en una especie de teoría eurocéntrica aparentemente inmutable y enrocada.

Guarnecido por ropajes ligeros y acompañado de una multitudinaria cohorte de asombrados indios, el 29 de septiembre de 1513 este hidalgo segundón y extremeño de pro se sumergiría en la orilla de un mar de magnitudes colosales poniendo en contacto a la vieja Europa con sus alejadas antípodas.

El conquistador respetuoso 

Consciente Balboa de la devastación demográfica causada en los prolegómenos de la colonización en La Española y conquistas subsidiarias, puso de manifiesto su talante diplomático y conciliador no obligando a los indígenas a pagar tributo alguno ni a dedicarse a onerosos trabajos forzados, aunque bien es cierto que hubo colisiones por parte de hordas decolonizadores sin escrúpulos, Balboa instruiría vehementemente a sus soldados en el respeto a la población autóctona y a una interacción equilibrada y constructiva, aspecto este que le honra, pues lo fácil en aquel entonces era desvariar a través de los derechos de conquista, que implicaban en muchas ocasiones un desprecio manifiesto hacia los indígenas.

Había que avanzar siempre hasta que llegara la noche con el sonido espeluznante de la serpiente cascabelEra Balboa un extraordinario esgrimista y con su colega Leoncico, un perro alano de setenta kilos, crearon leyenda pues en más de un enfrentamiento y en situación de vida o muerte ambos resolvían con solvencia situaciones que a otros desbordarían. Era frecuente entre la tropa llevar mastines del pirineo, leoneses o alanos, cuyo impacto en el cuerpo a cuerpo tan frecuente con los indígenas era muy eficaz.

En aquel avance contra reloj y la naturaleza salvaje y fagocitadora de la selva, el cronista de la época Méndez Pereira diría sobre aquella épica: «Rendidos de cansancio y de angustia, el cielo parecía abrirse en cataratas de lluvia, el viento desgarraba las hojas y las ramas, retumbaba el trueno con ecos quejumbrosos, que la selva repetía hasta el infinito. Pero había que avanzar, avanzar siempre, hasta que llegara la noche con el espanto de las fieras, el sonido espeluznante de la serpiente cascabel, las picadas de los insectos, la algarabía de los monos aulladores...».

Durante el trayecto final, una indígena de portentosa belleza y delicada estructura álmica conquistaría el corazón de Balboa. Era su nombre Anayansi. Ella le haría ver lo fatuo del conflicto entre blancos y autóctonos, logrando así una integración por la persuasión mas rápida y eficaz que por la argumentación de las armas.

Decapitado por una conspiración

Hacia el 25 de septiembre, y siguiendo la trayectoria del rio Chucunaque, cerca de doscientos españoles y un millar de indios avistarían lo inesperado. Una enorme superficie continua e inabarcable de un profundo azul se revelaría como uno de los mayores descubrimientos de la historia. De rodillas y en solemne recogimiento, estos avezados aventureros entonarían un Te Deum Laudamus de sonoras resonancias.

Balboa era un aventurero al servicio entregado de su reyPero a pesar de las advertencias del rey en pro de una consideración casi reverencial hacia Balboa por tan increíble descubrimiento, alguien en la sombra tramaba lo peor. En la llamada Castilla del Oro, había surgido una nueva gobernación que abarcaba parte de lo que actualmente comprendería Panamá y Colombia, sin unos limites definidos, y su gobernador en funciones, Pedrarias Dávila, estaba sediento de sangre y venganza. La fama de Balboa le había eclipsado y se temía un "coup d’ Etat". Nada más alejado del talante de Vasco Núñez de Balboa. Él sólo era un aventurero al servicio entregado de su rey. Por cada conquista que efectuaba daba el quinto real convenido a la corona y seguía conquistando para el engrandecimiento de sus mentores. Pero tropezó con Pizarro en su trayectoria hacia el sur.

Pizarro arguyó que Balboa quería moverle la silla a Pedrarias y se compinchó con el gobernador para quitarse de en medio a tan efervescente adelantado, entre otras cosas por que Francisco Pizarro no quería ver mermadas sus conquistas presentes ni futuras. El caso es que en un abrir y cerrar de ojos, este ilustre y grande de España perdió el cuello en una decapitación de inusual rapidez. Esta figura del averno, la de Pedrarias, y el triste perfil de un Pizarro de geometría variable, consiguieron quitar del escenario de la conquista a uno de los mejores.

Es de esperar que Dios o algún subalterno le guarden en su memoria.

El explorado jerezano fue una víctima del temperamento ambicioso de Pedrarias. Gaspar de Espinosa, el alcalde mayor de Castilla de Oro, lo condenó a muerte y fue conducido al patíbulo, en Acla, en enero de 1519,. Es mentira y falsedad que se me levanta; y para el paso en que voy, que nunca por el pensamiento me pasó tal cosa ni pensé que de mí tal se imaginara; antes fue siempre mi deseo de servir al Rey como fiel vasallo y aumentarle sus señoríos con todo mi poder y fuerzas, protestó Balboa antes de ser decapitado.

Portocarrero el Señor de Balboa



BALBOA Y SU SEÑOR DON PEDRO (I)



Cuando rastreamos la trayectoria de las figuras que interesan de la historia, nos encontramos a veces con un vacío inmenso. Tal hecho produce en el investigador una frustración, porque el anhelo por alumbrar lo desconocido resulta arduo y, en ciertas ocasiones, muy sacrificado.
En el caso de Balboa los historiadores y biógrafos han puesto el énfasis indagador en aquellos momentos estelares que le propiciaron pasaporte contra el olvido. Pero en este V centenario del descubrimiento del Pacífico (año 2013), pretendemos aportar algo más, poner un poco de luz en esas páginas que han quedado en la penumbra del personaje, esos retazos de vida anónima del jerezano.
De Balboa, aparte de los testimonios de los cronistas, no hay documentos fehacientes que nos retraten su figura en los años jóvenes, ya escribimos sobre el enorme expolio que los papeles de su ciudad han sufrido a lo largo de los años, algunos de ellos los copió el cura Núñez Barrero y nosotros lo publicamos al hallar una copia del valioso manuscrito del párroco. No obstante otros papeles han desaparecido entre reyertas fronterizas y desidia ciudadana. Así que no nos queda otra manera, para acercarnos al hombre anónimo, que rastrear la sombra de figuras que estuvieron cerca de él. Así intentamos averiguar otros aspectos del personaje hasta ahora ignorados por la gran mayoría.
Y uno de esos nombres que le conocieron y supieron de su vida fue don Pedro Portocarrero. La raíz genealógica de esta familia se adentra más allá de los siglos XV y XVI, que es donde vive el don Pedro que ahora nos ocupa. Su solar originario parece haber estado localizado en Galicia, hay referencias en Villalba y en la feligresía de San Félix de Freigueiro, y para otros en Portugal, en un espacio situado 'entre el Minho e Douro'. Pero también, entre los pueblos deshabitados de la España existe en Almería una aldea con esa nominación, y que aún en su vejez y desidia, luce preciosa arquitectura vernácula, tejados de lajas y aleros de pizarra, muy propio de la Sierra de Filabres. Es decir, que el apellido estuvo muy extendido.
Ya en tiempos de Alfonso X el Sabio los Portocarrero fueron beneficiarios reales por sus servicios a la corona. Sus armas, son iguales si se domiciliaban en Portugal o en España, aunque allí se timbraba el escudo ajedrezado con un 'cavalo nascente de ouro'. Sirvan estas líneas precedentes para ubicar con más fundamento a quien va a ser el señor de Balboa, al que servirá como escudero y probablemente administrador de confianza de la casa.
Don Pedro Portocarrero, 'el Sordo', un prohombre excelso de su tiempo, fue VIII, señor de Moguer y de Villanueva del Fresno, alcalde mayor de Sevilla perpetuo de juro de heredad, alcaide de Jerez cerca de Badajoz, comendador de Segura de la Sierra. Perteneció al Consejo de los Reyes Católicos y de sus sucesores. Casó con Juana de Cárdenas en 1473, lo que le va a propiciar el título de señor de la Puebla del Maestre. Fue su padre Juan Pacheco, I Marqués de Villena, que morirá en Trujillo en 1419, y su madre era María Portocarrero, VI señora de Moguer y de Villanueva del Fresno.
El poder económico de la familia era enorme, baste decir que pusieron a disposición de Isabel y Fernando 2.000.000 de maravedíes para la empresa americana. Pero el poder fáctico era todavía mayor, pues don Alonso de Cárdenas lució la enseña en la vela tras la conquista de Granada en compañía solo del emblema de los RRCC y la cruz del primado de Toledo.
El padre de Vasco Núñez fue Nuño Arias de Balboa, que era escribano en Jerez y don Pedro, el alcalde. Esa proximidad de funciones y de conocimiento mutuo nos inclina a pensar que pronto Vasco Núñez entrará al servicio de la casa. Mucho más si sabemos que ambas familias dependían de la misma parroquia, y se avecindaban, según el historiador y párroco de San Bartolomé, Gregorio Fernández Pérez, muy cerca, pues el noble vivía en la casa de los Vegas y Portocarrero, edificio que estaba situado enfrente de dicha parroquia, contigua a la vieja y primera plaza de toros, que usaba como palco taurino la Puerta de Alconchel abierta en el cerco murado. Los Balboa se domiciliaban a unos cien metros de esa casa, en la calle de la Oliva, según sabemos por vieja y continuada tradición popular.
Como escudero Vasco Núñez de Balboa va a seguir a don Pedro allá donde vaya, y no era cosa menor estar junto a una figura de tanto rango, pues es revelador que el padre de don Pedro, Juan Pacheco, quisiera casar a su hija Juana con el hijo del rey de Francia, y aunque ello no se consumó sí denota el nivel de influencia de la familia en los más altos niveles de la realeza. Así que Balboa visitaba con su amo las propiedades, que no eran pocas. Entre otras en Córdoba, donde estuvo avecindado antes de hacerlo en Jerez, según vemos en el expediente probatorio de la Orden de Calatrava y de la Orden de Santiago. De igual modo viajó a Moguer y Sevilla, ciudad ésta donde tenía casa. Tales incursiones sureñas le debieron servir a Balboa para conocer las noticias sobre cartas de navegación y planes marineros. A esto se sumaron los viajes a Portugal, cuyos desplazamientos ya había realizado con antelación don Pedro para garantizar la paz con el país vecino tras las diferencias sucesorias con doña Isabel de Castilla. La frontera de Portugal, tan cerca de Jerez, que había sido muy permeable durante el mandato del temple en la villa, sirvió para dar noticias a los jerezanos sobre el afán de viajes oceánicos. No podemos obviar la importancia de la Escuela de Sagre, fundada por el infante Enrique 'El Navegante', que ya había reunido en esa ciudad en 1417 a destacados científicos en el tema del mar. Lo lusitano era una referencia en las artes de la navegación, y ello no pudo ser ignorado por un joven aprendiz de todo. Pero además Balboa participará también en las campañas de Málaga, donde su señor tenía que asistir obligatoriamente ya que esas expediciones eran mandadas por su suegro el maestre de Santiago.
En el hecho de que Balboa sea seguidor de una persona del nivel e influencia de su señor hay que hallar la raíz de ese estirón del ánimo del escudero para plantearse en sus proyectos el de embarcar. Sin la estrecha relación con Portocarrero no hubiera sido testigo de conversaciones sobre el nuevo mundo que incitaron la curiosidad ultramarina del escudero.


Pero la cercanía con el influyente noble en ese periodo histórico merece un poco más de nuestra atención, pues ello nos proporcionará otros matices y circunstancias de aquellos días en que el jerezano Vasco Núñez concebirá un proyecto que resultó de extraordinario alcance, y que veremos en la próxima entrega analizando el testamento de Pedro Portocarrero 'El Sordo', señor de Balboa.

BALBOA Y SU SEÑOR DON PEDRO (Y II)
Entre las importantísimas familias que tenían presencia en Xerez cerca de Badajoz en los siglos XV y XVI, estaban los Portocarreros. Era el suyo un protagonismo de oro y alcurnia; ellos y otros significados nobles harán que la villa alcance la categoría de ciudad tempranamente, en 1525, mientras que Llerena, capital de la orden santiaguista, no la obtendrá hasta 1640.
Es mi intención aquí desatacar la importancia de un apellido vinculado por las cuatro esquinas a las áreas de máxima influencia social. Así, Alonso de Cárdenas, elegido Maestre de Santiago en 1477, en Azuaya, -aunque ya se llamaba Maestre antes-, y enterrado en la iglesia de Santiago, en Llerena, con su esposa Leonor de Luna, viene de la vieja rama de los Señores de Vizcaya, y casará a su hija Juana con Pedro Portocarrero, 'el Sordo', hijo de Juan de Pacheco, Maestre de Santiago, Marqués de Villena, y de María Portocarrero. Basten esas referencias del tronco genealógico para hacerse idea del poder que va a tener la persona a la que servirá Balboa.
Hay que pensar en la fortuna enorme de quien entra al servicio de señor tan principal, y por ello a pesar de nacer en una villa de interior tan alejada a las ciencias de la navegación, escuchará noticias marineras acompañando a su señor
Parémonos ahora en el testamento de don Pedro, 'el Sordo' a fin de catar algunos matices que aporten solidez a lo que aquí planteamos. El original forma parte de los fondos del Archivo de Medinaceli, y la trascripción del traslado de la apertura del mismo se conservaba en el Monasterio de Santa Clara, en Moguer, y en la actualidad está en el Archivo diocesano de Huelva, según me informa el investigador y director del AHM de Moguer, Diego Ropero-Regidor. El testamento se abre en Xerez el día 27 de julio de 1519, año en el que en la otra orilla era decapitado Balboa, y se lee dentro del castillo jerezano ante el teniente corregidor de la villa Antón Rodríguez y el escribano Ruy Gonçalves. Están presentes sus hijos Juan Portocarrero, Alonso de Cárdenas y Alonso Pacheco, los cuales testimonian que, en efecto, había fallecido en esta villa el día 20 de julio de ese mismo año, pero habiendo otorgado este testamento el día 16 mayo de 1518 en Villanueva del Fresno ante el escribano Juan de Mata. El documento tras declarar su credo católico, dispone ser enterrado en el Monasterio de Moguer -donde ha profesado su hija Catalina-, «en la capilla mayor de dicho Monasterio donde están enterrado mis abuelos e que abran un arco en la pared de la dicha capilla a la mano derecha del sagrario donde quepan nuestros bultos de doña Juana de Cárdenas, mi mujer y mío». El guía turístico del lugar Francisco J. Rodríguez Reyes me ha proporcionado información y fotos de los enterramientos, que agradezco. Al testar indica su preocupación por la villa de Xerez y por sus fidelidades religiosas al sitio; así manda hacer y perfeccionar tres sagrarios, mencionando en primer lugar a la iglesia que está frente a su propia casa, la de San Bartolomé. Estos documentos en la Baja Edad Media atendían a cuestiones de caridad para merecer el mejor descanso del alma, ocupándose de los desvalidos, doncellas huérfanas o pobre. Y son tanto los miles de maravedis que menciona en su reparto que dan idea de la inmensa fortuna de la familia. De los allegados al cuerpo de la casa pocos se mencionan, no obstante nos resulta curioso cuando indica: "Y mando que Jorge y Juan Peres, cocinero y Pedro Corto e Alonso de Toro e Alonso de las Andas y Baltasar y Pero Pastelero, nuestros esclavos que son cristianos, que sirven a mí e a la dicha Juana de Cárdenas, mi mujer. después de mi fallecimiento e della sean libres." otros no citados entiende el testador que ya tenían bastante con poder comer cada día en hogar tan bien equipado. Son enormes las mandas de cientos de misas y rogativas, para acercarle al paraíso.
Cuando muere don Pedro, Balboa lleva ya dos décadas fuera de Xerez, pues embarcó con Rodrigo de Bastidas en 1501 en Sevilla, y no se tenían noticias sobre sus andanzas en esa ancha maraña de rumores sobre el nuevo mundo, salvo los allegados a las peripecias del jerezano. Sí hay otras referencias a Xerez en el testamento, pero ninguna significativa para aportar luz sobre el descubridor. Así que ante la ausencia de otros datos aludimos a otros Portocarrero de prestigio pues con ello reforzamos nuestro aserto del protagonismo del apellido en estos territorios. Su hijo Juan Portocarrero fue alcalde mayor de Sevilla, comendador de Estepa y Segura de la Sierra en la Orden de Santiago. Rodrigo Portocarrero, clérigo, otorgó testamento en Xerez el 27 de noviembre de 1535. Francisca Portocarrero testó en el Valle de Matamoros el 21 de enero de 1561, casó en 1513 con don Juan de Sotomayor, Señor de Alconchel.
Muy destacado fue Pedro Portocarrero, 'el de la Goleta', Capitán General de la Goleta de Túnez, donde falleció prisionero de los moros en 1574. Otro Pedro Portocarrero, apodado 'la Muerte', recibió de Felipe II el título de Comendador de las Casas de Córdoba de la Orden de Santiago; fue sepultado el 14 de mayo de 1609 en la capilla Mayor de la parroquia jerezana de Santa María, donde había nacido.
Es enorme la nómina de personas influyentes de esa familia, pero para no alargar más esta relación me referiré a Alonso Pacheco Portocarrero, III Señor de las Sirgadas, que falleció en Jerez el 15 de enero de 1587, siendo enterrado en la Capilla Mayor de la Iglesia de Santa María. Este poderoso personaje casó dos veces, primero con doña Ángela de Arellano, hija del Conde de Castelar, y en segundas nupcias, en 1577, con doña Mariana de Céspedes. La enamoradísima Mariana esculpió en latín un singular epitafio que debería figurar en las antologías de la literatura romántica. Merece la pena leerlo.
Como colofón referiré que Alonso Portocarrero, VI Señor de las Sirgadas, fue capitán de caballos de corazas, regidor perpetuo de Jerez, donde nació y Alguacil de la Inquisición en Llerena.
Pocas familias en Jerez y su dilatado término tuvieron tanta fuerza y poderío. En aquella villa de tierra adentro, que los Templarios hacen famosa y los Santiaguistas la hacen grande, nace Balboa en un momento afortunado. Es verdad que seguían las enormes diferencias de clase propias del Antiguo Régimen, pero algunos villanos e hidalgos se beneficiaban a la sombra de sólidos blasones. Para Vasco Núñez los Portocarrero resultaron una buena escuela de entrenamiento. Eran días de luces donde el Renacimiento con sus inventos insuflaba caminos inéditos, y ello quebró las encadenadoras fronteras del conformismo. Parecía abrirse un tiempo de esperanzas y en esa oportunidad estuvo Balboa, una persona que de no haberse tropezado en la vecindad de la parroquia con sus señores, hubiéramos perdido su rastro y su nombre se habría desvanecido entre las costuras amarillas de la historia.