Fechada en Valladolid el veintiocho de julio de 1513, la orden de Fernando el Católico a
Pedrarias Dávila debió proceder a la captura, embargo de los bienes y traslado, cargado de
bergantines del Bachiller Enciso. En Real Cédula a Pedradas Dávila de la misma fecha, el
Rey autorizó al jefe de la expedición a Castilla del Oro a que "oigáis libréis e determinéis
todos los pleitos e causas asi civiles como criminales que en las dichas partes, así or mar
cuando fúeredes desembarcaderes en alguna isla y en la dicha tierra firme cuando
llegaredes estuvieran comenzadas e movidas o se comenzares e movieren en adelante e
podáis llevar o llevéis vos e los dichos vuestros lugarestenientes los derechos a otras costas
al dicho oficio de Capitán e Gobernador...".
Sin embargo, no obstante los poderes otorgados a Pedrarias para desvanecer de manera
definitiva la presencia díscola de Núñez de Balboa, éste se le escurrió de las manos como
pez a punto de atrapar.
¿Qué factor inesperado libró a Balboa de los alcances de la real cédula que invistió a
Pedradas del poder que lo convirtió en un juez omnipotente?
Fue otra real cédula fechada en Valladolid el 23 de septiembre de 1514 nombrando a Vasco
Núñez de Balboa, Adelantado de la mar del Sur y Gobernador de las provincias de Panamá
y Coiba:
Basco Núñez de Balboa acatando lo que nos habéis seruido y deseáis seruir y porque con
mejor boluntad trajuaeis de aquí adelante en ello os abemos fecho merced que seáis nuestro
adelantado de la mar del Sur que bos descubristeis e de la gobernación de las provincias de
Panamá y Coiva". En el título de Adelantado concedido a Balboa se aclara que la mar del
Sur, " que es en Castilla del Oro, en las Yndias y Tierra Firme del Mar Océano, y en todo lo
que en las dichas Yndias ha tocado a nuestro servicio en el tiempo que en ella habéis
residido, e asimismo, en asegurar e pacificar los indios de aquellas partes". El título de
Adelantado le permitió " podéis gozar de todas las honras, gracias, franquezas e libertades,
peheminencias, prerrogativas e inmunidades de que por razón del dicho oficio podéis y
podéis gozar e vos deben ser guardadas e halláis e llevéis todos los derechos e otras cosas al
dicho oficio de adelantamiento anexas e pertenecientes, conforme a las dichas leyes".
La cédula real del nombramiento del Adelantado de la mar del Sur ya no mencionó la orden
dada a Pedrarías de apresamiento de Balboa por los conflictos surgidos con el Bachiller
Martín Fernández de Enciso. El Rey dio por entendido que la cédula real del nombramiento
de Adelantado de la mar del Sur anuló tácitamente la anterior cédula dictada por los sucesos
adversos del Bachiller Enciso. Sin embargo, Pedrarías conservó en el fuero, interno como
No le interesó a Pedrarías ajustarle cuentas a Balboa por los sucesos de su incorporación a
la expedición de Enciso ni su nombramiento de alcalde mayor de Santa María la Antigua,
fuera de cédulas reales, algo insólito en los anales de la época. Quiso sacarlo del juego
desde su espectacular llegada a Santa María la Antigua porque el concepto de poder que lo
caracterizó no consentía que se le hiciera sombra, mucho menos un sujeto audaz que había
llegado al Darién como tripulante clandestino y había derrocado y lanzado a la extinción en
la inmensidad del océano a Diego de Nicuesa . No hay duda que Pedrarías estuvo al tanto
de las agallas de Balboa. El humilde jerezano habíase infiltrado a la expedición del
Bachiller Martín Fernández de Enciso, en tierras de la Española, para huir de la persecución
de los acreedores. Fernández de Oviedo asegura que Balboa se escondió entre las velas, en
tanto que el Padre Las Casas señala un tonel como escondite. Balboa había navegado
tiempo antes por las rutas de las Indias en la expedición del piloto Rodrigo de Bastidas que
partió del puerto de Cádiz en el año de 1500. Gracias al experimentado navegante y
geógrafo Bastidas, avisto las costas del Golfo de Venezuela y el Golfo de Urabá, a lo largo
de más de cien leguas, sobrepasando los territorios recorridos por el Almirante Cristóbal
Colón. Cuando se radicó en Salvatierra de Sabana, en la parte occidental de la isla la
Española, pensó que la agricultura podía ser su destino en el Nuevo Mundo. Adquirió
tierras y crédito para sembrarlas. El viaje por las costas sudamericanas de Venezuela y
Colombia sembró en su espíritu la atracción por lo desconocido que no pudo ofertarle el
sembrío de la tierra y la vida sedentaria, lo que le ocasiono deudas que no pudo atender.
Cuando supo que estaban a punto de zarpar las expediciones de Alonso de Ojeda y Diego
de Nicuesa - Martín Fernández de Enciso estaba asociado a Ojeda - tropezó con el
impedimento establecido por las autoridades de la Española de sólo autorizar alistamientos
marinos de los que hubieran honrado deudas. Marinero en tierra por acreencias que no
podía atender, la audacia le impulsó a escalar la nave para romper lo que le amarraba a la
tierra. Ojeda se hizo a la mar en 1509 con dos navios, dos bergantines y 220 hombres. El
abogado Enciso asumió el nombramiento de alcalde mayor de la futura gobernación. Las
expediciones de Ojeda y Nicuesa tuvieron una partida desabrida a causa de algunos
desacuerdos en la fijación de los límites de los territorios asignados, disputa zanjada por el
cosmógrafo Juan de la Cosa al establecer que el Golfo de Uraba correspondía a su capitán.
El río Grande del Darién constituía la línea divisoria de los territorios de Ojeda y Nicuesa.
Disputa inútil: ninguno de los dos logró sentar real en esos dominios nominales, mientras
que Balboa no necesitó nombramientos reales para señorear en Santa María la Antigua y la
La mala suerte amarró el destino de Nicuesa y Enciso. Nicuesa socorrió a Ojeda en el peor
momento de la expedición, mostrando una hidalguía superior a las disputas entabladas entre
ellos en la Española. Viendo diezmadas las fuerzas de Ojeda en la lucha contra los naturales
que los repelieron y arrinconaron con flechas de punta envenenada en el Golfo de Urabá y
en el fuerte de San Sebastián, Nicuesa no vaciló en auxiliarle con bastimentos y navios.
Enciso obligó al entonces teniente Francisco Pizarro, miembro de la expedición de Ojeda, a
regresar bajo amenazas de represalia al fuerte de San Sebastián para rescatar a las huestes
acosadas por los bravios naturales.
Demoró nueve meses en salir de la Española. Después naufragó en las aguas del Golfo de
Urabá, perdiendo víveres, armas. Desaparecieron los documentos del nombramiento de
Enciso como alcalde mayor de Ojeda. Por otro lado, los desaciertos del Bachiller Enciso
confirmaron la carta del Rey a los oficiales de Sevilla de que " de aquí en adelante no dejéis
ni consintáis pasar a las dichas Indias ningún letrado abogado sin nuestra licencia
especial". Enciso atizo enredos en la disputa por el mando de Santa María la Antigua,
incurriendo en el despropósito de hablar más de la cuenta de lo que planeaba hacer a los
vecinos obligándoles a entregar el quinto del rey por el oro obtenido de los indígenas a
Balboa le venció en los torneos dialécticos. Vaciló Enciso en señalar el lugar del
asentamiento de Santa María la Antigua. Balboa detalló el lugar más seguro del
emplazamiento, indicando que, en el recorrido con Bastidas, avistó llanuras de tierras
fértiles a orillas del río Darién. Al desembarcar los españoles advirtieron que los aborígenes
se emplazaron en son de guerra en una loma. Sin embargo, más pudo la devoción. Enciso y
Balboa se hincaron de rodillas con la mesnada, elevando plegarias a la virgen sevillana
Santa María la Antigua, acordando enviar un romero a Sevilla con joyas y alhajas cuando la
situación se enderezase. Enciso tomó juramento para obligarlos a pelear, sin que nadie
huyese. Así fue que acometieron a los indígenas con lanzas, espadas y rodelas, poniéndolos
en fuga. Luego entraron al pueblo, encontrándole sin pobladores, pero hallaron abundancia
de alimentos. Llamó la atención del bachiller Enciso las joyas y alhajas de oro de uso
femenino, así como piezas de oro que se ponían en el pecho como pectorales y collares y
también en las orejas. Deslumhrados por los objetos de oro, los españoles persiguieron y
capturaron al cacique Cemaco para que les dijera donde extraían el metal precioso. Cemaco
quiso embaucarlos, diciéndole al bachiller que el oro llegaba del cielo. Ante semejante
Entretanto ayudaron en la construcción de la ciudad, colaborando en ello los marineros que
no habían desembarcado, a la espera de noticias auspiciosas. No se había definido quién
asumiría el gobierno de Santa María la Antigua. Estaban enjuego varias posiciones: los que
demandaban se nombrara alcalde mayor al bachiller Enciso, en base al título municipal
otorgado por Ojeda y por ser señor principal con cierta influencia en la corte de Valladolid;
los que apoyaban a Balboa por su resolución de mando puesta en juego en el
emplazamiento de la nueva villa en el lugar que el jerezano recomendó. La Casas asevera
que Balboa enredó intrigas contra Enciso, desvalorizando el título entregado por Ojeda,
arguyendo que la villa estaba fuera de la jurisdicción de los títulos. Abonaron a favor de las
pretensiones de Balboa el ser un hombre del llano como la mayoría de los marineros
transformados en colonos a los que había seducido su sencillez, en tanto que Enciso
incurría en actitudes de soberbia y anunciaba que iba a gravar el oro tomado en guazábaras
con el quinto del rey y prohibir el comercio con los indígenas.
Bajo esas circunstancias de creciente división, la situación se enredó mucho más con el
arribo de Rodrigo de Colmenares, capitán de Diego de Nicuesa quien había desaparecido
tras enfrentar una violenta tempestad que separó sus navios. Colmenares pensó que Nicuesa
podía mediar en la disputa de la alcaldía. Demandó apoyo para buscar a Nicuesa. Balboa ya
había ganado la alcaldía, imponiéndose a Enciso por un cabildo abierto de los vecinos.
Colmenares insistió en que Nicuesa era un personaje de abolengo y había capitaneado la
expedición que zarpó de la Española. Enciso era solamente un socio menor subordinado al
mando de Nicuesa; los méritos personales de Balboa se opacaron al saberse que había
huido de la Española para no pagar deudas. Era un fugitivo de los acreedores de la
Española. Confiando en la preeminencia de Nicuesa para tomar la gobernación de la villa,
Colmenares se hizo a la mar, saliendo tras las huellas de Nicuesa, al que encontró varado en
una región malsana, habiendo perdido comunicación con las naves de Lope de Obano.
Nicuesa, Ojeda y Enciso fueron, en verdad, vidas paralelas, pero en la desgracia: eran
arrogantes, pagados de si mismos. Fracasaron en sus expediciones porque estuvieron
convencidos que más valían los documentos que la intrepidez para conquistar la tierra
áspera del Nuevo Mundo. Adelantaron la gran tragedia de los nobles que llegaron, después,
en la flota de Pedradas Dávila. Nicuesa soportó las peores calamidades. El mal tiempo
estrelló sus naves en los arrecifes. Padeció hambre, desesperación, desconsuelo en grado
sumo. Creyó que Lope de Olano iba a buscarle por islotes y ensenadas; como no lo hizo
estigmatizó a Lope de Olado como traidor y estuvo a punto de pasarle por las armas. Arribó
a Santa María la Antigua en estado de gran irritación. Pretendió que se asimilara las
concesiones de la corona a la jurisdicción de Ojeda. Las Casas testimonia así la quiebra
anímica de Nicuesa:
" Y porque ni a Nicuesa ni a ninguna parte de su compañía, cuando se dividían, ninguna
especie de tribulación y adversidad les faltaba y ninguna de las que le ocurrían les
menguaba sino que siempre les crecía y se les iban acrecentando, vendóse caer así Nicuesa
mas y más cada día y cada hora en peor estado, hízose de aquí en adelante muy impaciente,
mal acondicionado e inconversable con aspereza a los pocos que le quedaban, no
considerando que las hambres ni angustias que padecían y verse cada día morir unos a
otros, por tormento continuo les bastaba y sobraba".
La rabieta de Nicuesa trocóse en arrebato cuando arribó a Santa María la Antigua. En el
camino Colmenares le convenció que tenía justo título para la disputada alcaldía, encima de
Enciso y Balboa. Voceó entre vecinos que iba a imponer el orden administrativo en la villa,
empezando con la entrega del oro recogido sin su licencia. Lope de Olano, privado de
libertad desde que salieron de Nombre de Dios, difundió murmuraciones, advirtiendo a los
vecinos que Nicuesa era hombre arbitrario que iba a ensañarse contra los que le habían
auxiliado en las tribulaciones. Sintiéndose dueño del poder, Nicuesa organizó un viaje en
unas isletas en las inmediaciones de la villa, demorándose ocho días. En ese lapso, los
hombres de Ojeda, que no conocían su carácter destemplado, comprendieron que no era
hombre para gobernar la villa. De esa guisa, cuando Nicuesa regresó a Santa María, un
grupo de vecinos armados impidió que desembarcara, amenazándole prenderlo si ponía pies
en tierra. Ante el rechazo a sus reclamos, Nicuesa volvió al día siguiente y logró
desembarcar., lejos de la villa. Tras él salieron los vecinos para aprenderlo, presentándose
una escenografía patética. Nicuesa corrió por la orilla del mar, perseguido por loa vecinos
sin lograr alcanzarle.
Fue entonces que Balboa requirió a los perseguidores que cesaran el alboroto, a fin de oír
las razones de Nicuesa. El díscolo capitán encareció a los vecinos que, si no lo querían
como alcalde, le permitieran afincarse, dado que prefería estar allí, aún encarcelado con
hierros, que volver a los riesgos de Nombre de Dios. Según Las Casas, Balboa pidió se le
admitiese como simple vecino. Pero predominó la repulsa, según unos porque ya conocían
que cambiaba de carácter como el viento y un día podía ser ecuánime y otro alterado hasta
el ensañamiento; otros porque, sin conocerlo, hicieron caso a las murmuraciones divulgadas
por Olano y su gente. Al parecer, Nicuesa se perdió al descubrirse que, mientras suplicaba
perdón humildemente, tenía ballesteros ocultos que a una señal suya, iban a atacar a los
opuestos a su desembarco. Ya no hubo forma de aceptarle en Santa María por el doblez de
su conducta. Fue apresado y embarcado en un bergantín mal aparejado, en medio de los
denuestos furiosos que el descargó contra esos vecinos, amenazando poner al Rey Fernando
al corriente de los hechos ruines de Santa María la Antigua. Le acompañaron no más de
diecisiete personas, entre amigos y criados. No se tuvo noticia de la suerte de Nicuesa,
presumiéndose que pereció en la travesía por una ruta en la que las tormentas
descuadernaban hasta navios más sólidos que aquel frágil bergantín.
Las Casas asegura haber visto por aquel tiempo un cometa en el cielo del mar Caribe como
signo funesto de desgracias, que pudo ser castigo del sacrilegio del capitán que dijo que
creía más en las estrellas que en Dios cuando se le advirtió que no era día propicio para
hacerse a la mar.
Desconectado Nicuesa de la agitación por la alcaldía, el bachiller Enciso rehizo sus
ambiciones, alegando que tenía derecho al cargo por los poderes legados por Ojeda. No
pudo mostrar los documentos del poder, según su versión, por haberlos perdido en un
naufragio en el Golfo de Urabá. Si hubiere contado con los documentos alegados tampoco
habrían aceptado su pretensión, por considerarse que la villa no estaba en la jurisdicción
del territorio otorgado a Ojeda. Pero pesó más en su contra, la carencia de aptitud para el
gobierno de la villa, mostrándose, además, partidario de la línea de hostilidad tributaria
contra los vecinos. El concejo municipal hincó proceso contra Enciso, decretando prisión y
el embargo de sus bienes, decisiones drásticas inspiradas por Balboa, que descartó a sus
rivales uno a uno hasta que apareció Pedrarías.
Se achacó responsabilidad penal a Balboa por la partida de Nicuesa, como fruto de la
usurpación de poder. Así constó en la cédula real expedida a Pedrarías. También se
responsabilizó al bachiller Enciso. Sin embargo, Enciso logro exonerarse de la imputación,
acusando a Balboa de haber actuado con felonía contra Nicuesa, en un recurso judicial que
presentó a la corte. Las Casas y Pedro Mártir sacaron la cara por Balboa, sobre todo el
primero, al escribir en la Historia de las Indias que el jerezano hizo cuando pudo por
admitir a Nicuesa en la villa, rindiéndose al final ante la sublevación popular.
Los autos del proceso a Enciso llegaron a la Española. Los jueces confirmaron la
destitución de Enciso al recibir los relatos del Corregidor Valdivia y el Alcalde Zamudio,
quien remitió un memorial al Rey, narrando lo que le aconteció a Diego de Nicuesa en su
infortunado periplo por las costas de las Indias. El Almirante Diego Colón nombró
gobernador interino a Balboa. Después de conocer los sombríos sucesos acaecidos, el Rey
destituyó a Ojeda y Nicuesa, y ratificó el nombramiento de Balboa como alcalde mayor de
Consolidado como alcalde y capitán, Balboa cumplió la disposición real de abandonar
Nombre de Dios y llevar a Santa María la Antigua los españoles de la expedición de
Nicuesa. Así aumentó la población, pero creció también la necesidad de procurarle más
alimentos. Con tal propósito organizó excursiones a otras tierras. Aconsejáronle algunos
indígenas que acudieran a la tierra de Cueva o Cueba a treinta leguas de la villa donde
abundaba oro y sementeras de maíz. Balboa encomendó a Francisco Pizarro viajara con seis
hombres a explorar dicho territorio. Navegando río arriba les salió al paso, en son de
guerra, un nutrido contingente de indígenas, encabezado por el cacique Cemaco, que
andaba buscando revancha por ataques antes inflingidos por los españoles. Quedaron
heridos Pizarro y sus compañeros por los flechazos providencialmente sin veneno.
Repusiéronse y arremetieron espada en mano, logrando abrirse paso y regresar a la villa
para curar la heridas. Comprendió el alcalde que debía salir con un centenar de hombres por
lo menos para penetrar en la zona dominada por el cacique Careta y endurecer el brazo y le
temieran. No pudo presentir entonces que esas incursiones por tierras cada vez más lejanas
del Darién lo llevarían al descubrimiento de la mar del Sur, hazaña a la que debió tanta
Fue venciendo a los caciques y convirtiendo algunos hasta en confidentes. El cacique
Careta pretextó que no podía entregar los alimentos comprometidos debido a la guerra que
libraba con su rival, el cacique Ponca. Juan Alonso, español que convivía con los
aborígenes desde la incursión de Nicuesa, dijo a Balboa que fingiese aprobar la explicación,
pero que retornase con fuerza, a horas de la noche. Irrumpieron asi los españoles cuando
dormían Careta y su gente. Entraron como una tromba, desjarretaron a los que opusieron
resistencia y lograron el dominio de la situación. Juan Alonso sujetó a Careta hasta la
llegada de Balboa. Las Casas desprecia como traidor a Juan Alonso, por haber engañado al
cacique, que lo había protegido como hombre de confianza. Pedro Mártir y Tobilla
confirman el episodio de Juan Alonso. El capitán Balboa llevó como rehenes al cacique y a
su familia. Una de las hijas de Careta fomentó la leyenda de Anayansi, amante y confidente
del astuto capitán, a la que " quiso y amó Vasco Núñez mucho", de acuerdo a Las Casas.
De enemigos, Balboa y el cacique pasaron a aliados. Pactaron salir juntos contra Ponca.
Enterado este cacique de lo que tramaba Careta consorciado con el capitán español y lo
que iba a representar a él y a su gente la combinación de las fuerzas, determinó no hacerles
frente sino refugiarse por los montes. Las Casas describe la devastación del pueblo de
Ponca: " Van juntos con sus gentes Vasco Núñez y Careta contra Ponca, y como no lo
hallaron ni a gente suya, destruyéronle toda la tierra, tomándole todos los bastimentos que
pudieron y el oro que hallaron en joyas escondidas, y lo demás abrasado dejaron, como
siempre los españoles, dondequiera que llegan, suelen hacer. "
A instancia de Careta, volvió Balboa sobre sus pasos a la región donde moraba Comogre o
Comagre, cercana a las tierras costeras. Careta le ponderó como sabio y prudente señor, que
tenía noticia del señorío de los hispanos y ansiaba tenerlos como invitados. Comagre era un
patriarca al estilo romano, con siete hijos en mujeres diversas. Había preparado al hijo
mayor para sucederle, confiando en su prudencia y sagacidad. Cuando se aproximó Balboa
ya sabía Comagre que había arrasado el pueblo del fugitivo Ponca. Holgóse de recibirlos
con sus hijos a la entrada del poblado, como a los guerreros victoriosos. Les acogió con
largueza, proveyéndoles comidas copiosamente, poniendo a su disposición hombres y
mujeres que les sirviesen. Amén de los halagos, sorprendió a Balboa la arquitectura de las
casas, levantadas y sostenidas sobre soportes gruesos de madera por encima del nivel de las
aguas por tratarse de zonas anegadas por un río cercano. Maravilló a los españoles
aposentarse como huéspedes del poblado de mejor estructura en el Darién. Las Casas
acredita que tenía muchas cámaras y apartamientos. Contaba con una enorme despensa
donde guardaban carne de venado y puerco, pescado, y otras cosas comestibles de animales
y frutos del mar. Disfrutaron de las bebidas espirituosas distribuidas en una bodega,
fabricadas del maíz y la palma que allí abundaban. Les asombró, sobremanera, un gran
aposento reservado donde rendían culto a los cuerpos momificados, cubiertos con mantas
de algodón de sus antepasados, alhajados de oro y perlas. Eran bisabuelos, abuelos, padres
y demás parientes a los que Comagre y su gente honraban y reverenciaban como si fueran
dioses.
Del asombro por el culto a los muertos pasaron los hispanos al disfrute mundano de piezas
de oro muy ricas y finas en la filigrana de su facturas que les obsequiaron por valor de
cuatro mil pesos, que entregaron a Vasco Núñez y Rodrigo de Colmenares, en señal de
amistad, no deseando recibir un tratamiento como el descargado contra Ponca.
Distribuyeron las piezas de oro entre la hueste, separando el quinto del rey.
Codiciosos y disconformes de los que les tocó en el reparto, ciertos soldados se enredaron
en rencillas menudas por las piezas de oro disputándose las de mayor peso y filigrana.
Temiendo que las disputas llegaran a mayores, Panquiaco, hijo mayor de Comagre, les
recriminó y arengó incitándoles a buscar oro en grandes cantidades en una región muy
lejana del Darien, situada a una distancia de seis días o soles, navegando por la mar, a la
que, según Francisco de Gomara, llamó Tumanamá. Señaló hacia el sur donde estaba el
mar; era menester remontar altas sierras para llegar a la frontera marítima. Dijo el mancebo
indio que allí navegaban otras gentes con grandes navios con velas o remos, procedentes de
las regiones meridionales de gran riqueza aurífera, donde los señores de esas tierras comían
y bebían en vajilla de oro. Vasco Núñez alertó la oreja al recibir noticia de otra mar, desde
el cual podía navegar a esas tierras de maravilla y portento, para lo cual resultaba
indispensable contar con más gente y barcos de gran calado. Bautizó a Panquiaco, dándole
el nombre de Carlos, como gracia del emperador de la casa de los Austria.
" Este fue el primer indicio - refiere Las Casas - que se comenzó a manifestar y a tener de
aquella grande tierra; y porque tenían nuevas de la grandeza de aquellos reinos y del mucho
poder de los reyes dellos, añadió aquel prudente mancebo, que habían menester ser los
cristianos 1.000 para ir acometellos; ofrecióse también el mancebo a ir con los españoles , y
a ayudalles con la gente de su padre. Eran intérpretes deesta plática los dos españoles que
se habían huido de Nicuesa y habían vivido con el cacique Careta. Oídas tales nuevas por
Vasco Núñez y sus hombres, no pecaremos si dijésemos o juzgásemos haber recibido
inestimable alegría , y aún quizás llorado de placer, como suelen algunas veces los hombres
que mucho desean una cosa, si la ven o tienen esperanza propincua de vella".
Santa María la Antigua del Darien se alborotó con la noticia de la existencia de otra mar en
dirección opuesta al Atlántico, por la que se ponía llegar a regiones donde realmente
abundaba oro. Vasco Núñez decidió enviar a Valdivia nuevamente a la Española para que,
luego del desembarco de las vituallas de sustento de la villa, diera a conocer la buena nueva
al Almirante don Diego y al Rey y solicitarles aportaran un millar de hombres y
bastimentos para conquistar esas tierras de leyenda. Valdivia no regresó a la Antigua;
probablemente una tempestad hundió la nave.
Ante la ausencia de Valdivia, Balboa eligió como sus embajadores ante el Rey a Juan de
Caicedo y Rodrigo de Colmenares, hombres de Nicuesa, para que viajaran a España a
revelar la existencia de otra mar en frontera opuesta al Atlántico y la necesidad de contar
con más hombres y recursos para dicha empresa. Llevaron el quinto del rey y un indígena
que testimoniaría la abundancia de oro que se recogía con redes en ríos de la comarca. El
reino alucinó con la historia tan fantástica cuanto seductora del oro que se recogía con redes
en los ríos del Darien. Se propagó la maravilla aurífera descrita por Balboa en la relación
enviada al Rey Fernando, quien, a partir de la carta, denomino al Darién, Castilla del Oro.
Por el mes de mayo de 1513, el bachiller Fernández de Enciso arribo a la corte,
desparramando bilis por la disputa con Balboa por la gobernación de Santa María la
Antigua, presentándole como responsable de la desaparición de Nicuesa y de masacres de
indígenas.
Bajo el caldeado clima de las imputaciones, el Rey nombró gobernador de Castilla del Oro
a Pedradas Dávila, por la influencia de dona Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya y
Penalosa, tía de su esposa, Isabel de Bobadilla. En la corta española se decía, después de la
reina de Castilla, la Bobadilla. La cédula real de Fernando puntualizaba como una de las
principales comisiones prender al rebelde Balboa y remitirlo a España para que rindiera
cuenta de las acusaciones de Enciso por la desaparición de Diego de Nicuesa. Sin
embargo, se salvo provisionalmente Balboa gracias al descubrimiento de la mar del Sur, la
ruta marítima que cambio el mundo del siglo XVI. Se postergaron las denuncias de Enciso
y se anularon o dilataron asi las órdenes que recibió antes de partir Pedradas contra Balboa.
El historiador Serrano Sanz afirma que los relatos de Colmenares y Caicedo, amén de la
historia del oro, persuadieron a los oficiales de la Casa de Contratación a dictar nuevas
órdenes para que proveyeran a darle facilidades de la organización de la armada y la recluta
de mil hombres. El paso a la otra mar, buscado infructuosamente por Cristóbal Colón y
Hernán Cortés, elevo el rango de Balboa. Más que las imputaciones de Enciso influyó
negativamente la intriga del tesorero Pasamonte, enemigo secreto de Balboa, quien
recomendó a los asesores del Rey que se enviara a Castilla del Oro a un hombre de
confianza de la corona. Por otro lado, Caicedo y Colmenares, de pronto, también se
convirtieron en enemigos de Balboa al llegar a la corte, de suerte que, al par que
confirmaban la existencia de la gran riqueza, se erigieron en aspirantes a sustituir a quien se
jugaba la vida en el dominio de aquellas luengas y codiciadas regiones. Cosas de la
ambición humana.
Jugarse el todo por el todo y partir sin tardanza a la búsqueda de la mar del Sur fue
convencimiento de Vasco Núñez. Sin aguardar la llegada de la ayuda de Diego Colón y
Fernando el Católico; presintiendo las conjuras de Enciso y Pasamonte y las traiciones de
Caicedo y Colmenares, partió Balboa rumbo al océano incógnito, luego de haber debelado
conatos de motines en la villa, aprovechando la llegada de dos navios al mando de Cristóbal
Serrano con un contingente de 190 hombres y lanzas, espadas, ballestas y perros
amaestrados en la cacería de indios. Para asegurarse hasta donde fuera posible no tropezar
con enemigos concertó acuerdos de paz y ayuda mutua con el cacique Ponca, que había
insistido en refugiarse y no darle la cara a las huestes españolas. A cambio de hachas de
hierro y amistad estratégica, Ponca entregó guías hacia el distante mar y mano de obra para
las cargas al remontar las sierras altas. No todo fue pacífico en la travesía.
Les salió al paso el cacique Quaregua con gente de guerra armada con unos dardos que
abrían la carne. Balboa ordenó disparos de arcabuces que más poderío alcanzaron por el
estruendo que por víctimas. Luego soltaron los perros en persecución de los atemorizados
aborígenes. La desbandada permitió llegar al pueblo, donde, según asegura Las Casas,
descubrieron varones vestidos de hembras, viciosos del pecado nefando. Les arrinconaron
en una especie de corral y soltaron los perros bravos para desgarrarles los cuerpos
flaccidos. Ante el cruel ensañamiento, reflexionó el padre Las Casas: " Y que fuera verdad
muy bien averiguada que aquellos que traían aquel hábito mujeril era por aquel pecado ¿
quién hizo juez a Vasco Núñez o qué autoridad se constituyó alcaide en señorío o
jurisdicción ajena, siendo él subdito de aquellos naturales señores por estar en su tierra, y
que de justa justicia por sus tiranías, invasiones y robos tan universales, y por toda ley
natural, divina y humana, dañados, si fuerzas tuvieran, podían hacerlos cuartos y tajadas?
Cuanto más que aún traer algunos aquel hábito podía ser por otra causa, sin pensar en cosa
del pecado nefando".
El verbo aperrear fue muy conjugado por Balboa en las incursiones contra los indígenas de
Quarenga y de otros caciques en la contienda. Los naturales atinaron obedecerle y prestarle
ayuda. Anduvieron alrededor de cuarenta leguas durante veinticinco días para llegar a las
alturas desde donde se podía contemplar el mar. Algunos historiadores afirman que llegaron
a la cordillera del río Chucunaque, pero aún no se ha identificado geográficamente aquel
lugar. Ansioso en ser el primer español en otear el océano, Vasco Núñez ordenó a su gente
se detuviera para que él ascendiera solo a la cumbre. Los indios estaban atónitos al ver el
extraño regocijo de los españoles ante el mar que corrientemente ellos usaban en
navegación y sustento. Las Casas relata el hecho con estas palabras: " Finalmente llegaron a
la cumbre de las más altas sierras a 25 días de setiembre de dicho año de 1513, donde la
mar del Sur se parecía. Avisaron los indios de Quaregua, un poco antes de la cumbre
subiesen a Vasco Núñez, cómo estaban ya muy cerca ;manda que todos allí se paren y
asienten; sube él solo en la cumbre de la sierra, y vista la mar del Sur, da luego consigo en
tierra hincado de rodillas, y alzadas las manos al cielo da grandes alabanzas a Dios por la
merced tan grande que le había hecho en que fuese el primero que la descubriese y viese;
llama con la mano a la otra su gente; vienen todos, torna él otra vez a hincarse de rodillas y
a repetir las gracias a Dios de aquel beneficio, y lo mismo hacen todos ellos."
Gonzalo Fernández de Oviedo, que llego al Darien con Pedradas, transcribe una
información tomada de los mismos expedicionarios:
" Y un martes veinticinco de setiembre de aquel año de 1513, a las diez de la mañana,
yendo el Capitán Vasco Núñez en la delantera de los que llevaba por un monte raso arriba,
vio desde encima de la cumbre de la mar del Sur, antes que ninguno de los cristianos
compañeros que allí iban , y volvióse incontinente la cara hacia la gente, muy alegre,
alzando las manos y los ojos al cielo, alabando a Jesucristo y a su gloriosa madre la Virgen,
Nuestra Señora, y luego hincó ambas rodillas en tierra y dio muchas gracias a Dios por la
merced que la había hecho, en el dejar descubrir aquella mar, y hacer en ello tan grande
servicio a Dios y a los Católicos y Serenísimos Reyes de Castilla, nuestros señores, que
entonces era el Católico Rey don Fernando, quinto de tal nombre, que ganó Granada, y
gobernaba a Castilla por la Reina doña Juana, su hija, madre de la Cesárea Majestad del
Emperador don Carlos, nuestro señor, y a todos los otros reyes sus sucesores .
Y mandó a todos los que con él iban que asimismo se hincasen de rodillas y diesen las mismas gracias a Dios por ello, y le suplicasen con mucha devoción que les dejase descubrir y vieran los
grandes secretos y riquezas que en aquella mar y costas había y se esperaba para ensalce
mayor y aumento de la fe cristiana, y de la conversión de los naturales indios de aquellas
partes australes, y para mucha prosperidad y gloria de la silla Real de Castilla y de los
príncipes presentes y por venir. Todos lo hicieron así muy de grado y gozosos, y en
continente hizo el capitán cortar un hermoso árbol, de que se hizo una cruz alta, que se
hincó y fijó en aquel lugar y monte alto, desde donde se vio primero aquella mar austral. Y
porque lo primero que se vio fue un golfo o ancón que entra en la tierra, mandóle llamar
Vasco Núñez golfo de San Miguel, porque era la fiesta de aquel arcángel desde a cuatro
días; y mandó asimismo que todas aquellas personas que se hallaran con él fuesen escritos
sus nombres para que de él y ellos quedase memoria, pues que fueron los primeros
cristianos que vieron aquella mar; los cuales todos cantaron aquel canto de los gloriosos
santos doctores de la Iglesia, Ambrosio y Agustín, así como un devoto clérigo llamado
Andrés de Vera, que en esto se halló, lo cantó con ellos con lágrimas en los ojos de muy
alegre devoción, diciendo: Te Deum laudamus, Te Dominum confitemur, etc.".
Vasco Núñez, " hombre que no sabía estar parado", dice Gomara, exploró nuevas tierras del
Darién, aprovechando el camino de regreso a la Antigua. Entró a poblados desconocidos,
peleó y concertó alianzas con una lista larga de caciques, intercambiando oro y perlas de los
indígenas por hachuelas y baratijas de colores. Costeó más allá del golfo de San Miguel,
sorteando olas gigantescas que lo hicieron encallar en islotes.
El cacique Chiape le advirtió que era temporada de fuertes vientos; mas Vasco Núñez no podía estar quieto. Pulió la táctica que le granjeó amistades y temores entre los naturales: los ponía en aprietos,
persiguiéndolos y soltándoles los mastines; luego ganaba la amistad de los hijos y estos
servían para apaciguar las rebeldías y ganar tratos de paz y amistad. Tumaco, uno de los
señores de aquellas tierras, le entregó oro, perlas y alimento y les reveló las faenas de los
buceadores que a punta de pulmón extraían las valvas de las profundidades del mar.
Hombre de andar ligero, también experto en captar simpatías, Vasco Núñez retornó a la
Antigua con séquito de guerreros y criados, varios de ellos hijos de caciques que ansiaban
vivir con cristianos para aprender dellos lengua, costumbre y religión. Gomara así describe
la entrada a la Antigua: " Fue recibido Vasco Núñez de Balboa con procesión y alegrías, por
haber descubierto la mar del Sur y traer muchos dineros y perlas. El se holgó infinito por
hallarlos buenos, bien proveídos y acrecentados en número; que a la fama acudían allí de
Santo Domingo. Tardó en ir y venir, y hacer cuanto digo, aunque sumariamente, cuatro
meses y medio. Pasó muchos trabajos y hambre. Trajo, sin las perlas, más de cien mil
castellanos de buen oro, y esperanzas tomando allá, de haber la mayor riqueza que los
nacidos vieron, y con esto estaba tan ufano como animoso. Dejó muchos señores y pueblos
en gracia y servicio del Rey, que no fue poco. No le mataron español en batalla que
hubiese, y hubo muchas, y todas las venció; que no hizo tal ningún romano. Nunca lo
hirieron, que atribuyó él mismo a milagro y a las muchas rogativas y votos que hacía".
Sin embargo, la gloria del descubrimiento de la mar del Sur no disipó las dudas del
gobierno monárquico sobre Vasco Núñez de Balboa. Contribuyeron a la desconfianza real
los informes del tesorero Pasamonte sobre la expulsión de Nicuesa de la Antigua; la
relación suministrada en la corte por el bachiller Enciso y la deslealtad de Caicedo y
Colmenares.
Ciertamente, el viaje a la mar del Sur elevó la condición de Balboa de alcalde
de la Antigua a Adelantado Mayor. En el intervalo del episodio de Nicuesa al
descubrimiento de la mar del Sur cambió su situación, de un día para otro, pasando de
virtual fugitivo de la justicia a miembro prominente de la élite de la conquista.
Pero, por encima de las intrigas y las ingratitudes, puso pesar más la influencia política de
Pedradas Dávila. El monarca sucumbió al favoritismo cortesano, posponiendo las hazañas
de los conquistadores. Hernán Cortez, Pedro de Alvarado, muchos más de los grandes
guerreros del Nuevo Mundo, recibieron ingratitudes antes de honores. Vasco Núñez levantó
a pulso la Antigua. Batalló a sangre y fuego con los naturales y obtuvo su conversión en
aliados amistosos. Atravesó a pie ida y vuelta la selva del Darién; amplió enormemente la
vastedad del dominio colonial hispano; abrió la ruta marítima de comunicación con el
imperio incaico y el continente asiático; modificó la cosmografía a un punto que no pudo
interpretar cabalmente la ciencia del siglo XVI; confirmó la esfericidad del planeta, sin ser
ese su propósito.
Se especuló en la época que la mala suerte de Balboa radicó que se nombró a Pedrarías
Dávila antes de conocerse el descubrimiento de la mar del Sur. La demora de Pedro
Arbolancha en la entrega de la relación del descubrimiento de Vasco Núñez se atravesó en
su destino. Sin embargo, nos inclinamos a pensar que prevalecieron las influencias de tipo
político en la decisión del rey sobre las autoridades de Castilla del Oro.
necesito un mapa conceptual sobre vasco nuñez y el avistamiento del mar del sur
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