Cuando rastreamos la trayectoria de las figuras que interesan de la historia, nos encontramos a veces con un vacío inmenso. Tal hecho produce en el investigador una frustración, porque el anhelo por alumbrar lo desconocido resulta arduo y, en ciertas ocasiones, muy sacrificado.
En el caso de Balboa los historiadores y biógrafos han puesto el énfasis indagador en aquellos momentos estelares que le propiciaron pasaporte contra el olvido. Pero en este V centenario del descubrimiento del Pacífico (año 2013), pretendemos aportar algo más, poner un poco de luz en esas páginas que han quedado en la penumbra del personaje, esos retazos de vida anónima del jerezano.
De Balboa, aparte de los testimonios de los cronistas, no hay documentos fehacientes que nos retraten su figura en los años jóvenes, ya escribimos sobre el enorme expolio que los papeles de su ciudad han sufrido a lo largo de los años, algunos de ellos los copió el cura Núñez Barrero y nosotros lo publicamos al hallar una copia del valioso manuscrito del párroco. No obstante otros papeles han desaparecido entre reyertas fronterizas y desidia ciudadana. Así que no nos queda otra manera, para acercarnos al hombre anónimo, que rastrear la sombra de figuras que estuvieron cerca de él. Así intentamos averiguar otros aspectos del personaje hasta ahora ignorados por la gran mayoría.
Y uno de esos nombres que le conocieron y supieron de su vida fue don Pedro Portocarrero. La raíz genealógica de esta familia se adentra más allá de los siglos XV y XVI, que es donde vive el don Pedro que ahora nos ocupa. Su solar originario parece haber estado localizado en Galicia, hay referencias en Villalba y en la feligresía de San Félix de Freigueiro, y para otros en Portugal, en un espacio situado 'entre el Minho e Douro'. Pero también, entre los pueblos deshabitados de la España existe en Almería una aldea con esa nominación, y que aún en su vejez y desidia, luce preciosa arquitectura vernácula, tejados de lajas y aleros de pizarra, muy propio de la Sierra de Filabres. Es decir, que el apellido estuvo muy extendido.
Ya en tiempos de Alfonso X el Sabio los Portocarrero fueron beneficiarios reales por sus servicios a la corona. Sus armas, son iguales si se domiciliaban en Portugal o en España, aunque allí se timbraba el escudo ajedrezado con un 'cavalo nascente de ouro'. Sirvan estas líneas precedentes para ubicar con más fundamento a quien va a ser el señor de Balboa, al que servirá como escudero y probablemente administrador de confianza de la casa.
Don Pedro Portocarrero, 'el Sordo', un prohombre excelso de su tiempo, fue VIII, señor de Moguer y de Villanueva del Fresno, alcalde mayor de Sevilla perpetuo de juro de heredad, alcaide de Jerez cerca de Badajoz, comendador de Segura de la Sierra. Perteneció al Consejo de los Reyes Católicos y de sus sucesores. Casó con Juana de Cárdenas en 1473, lo que le va a propiciar el título de señor de la Puebla del Maestre. Fue su padre Juan Pacheco, I Marqués de Villena, que morirá en Trujillo en 1419, y su madre era María Portocarrero, VI señora de Moguer y de Villanueva del Fresno.
El poder económico de la familia era enorme, baste decir que pusieron a disposición de Isabel y Fernando 2.000.000 de maravedíes para la empresa americana. Pero el poder fáctico era todavía mayor, pues don Alonso de Cárdenas lució la enseña en la vela tras la conquista de Granada en compañía solo del emblema de los RRCC y la cruz del primado de Toledo.
El padre de Vasco Núñez fue Nuño Arias de Balboa, que era escribano en Jerez y don Pedro, el alcalde. Esa proximidad de funciones y de conocimiento mutuo nos inclina a pensar que pronto Vasco Núñez entrará al servicio de la casa. Mucho más si sabemos que ambas familias dependían de la misma parroquia, y se avecindaban, según el historiador y párroco de San Bartolomé, Gregorio Fernández Pérez, muy cerca, pues el noble vivía en la casa de los Vegas y Portocarrero, edificio que estaba situado enfrente de dicha parroquia, contigua a la vieja y primera plaza de toros, que usaba como palco taurino la Puerta de Alconchel abierta en el cerco murado. Los Balboa se domiciliaban a unos cien metros de esa casa, en la calle de la Oliva, según sabemos por vieja y continuada tradición popular.
Como escudero Vasco Núñez de Balboa va a seguir a don Pedro allá donde vaya, y no era cosa menor estar junto a una figura de tanto rango, pues es revelador que el padre de don Pedro, Juan Pacheco, quisiera casar a su hija Juana con el hijo del rey de Francia, y aunque ello no se consumó sí denota el nivel de influencia de la familia en los más altos niveles de la realeza. Así que Balboa visitaba con su amo las propiedades, que no eran pocas. Entre otras en Córdoba, donde estuvo avecindado antes de hacerlo en Jerez, según vemos en el expediente probatorio de la Orden de Calatrava y de la Orden de Santiago. De igual modo viajó a Moguer y Sevilla, ciudad ésta donde tenía casa. Tales incursiones sureñas le debieron servir a Balboa para conocer las noticias sobre cartas de navegación y planes marineros. A esto se sumaron los viajes a Portugal, cuyos desplazamientos ya había realizado con antelación don Pedro para garantizar la paz con el país vecino tras las diferencias sucesorias con doña Isabel de Castilla. La frontera de Portugal, tan cerca de Jerez, que había sido muy permeable durante el mandato del temple en la villa, sirvió para dar noticias a los jerezanos sobre el afán de viajes oceánicos. No podemos obviar la importancia de la Escuela de Sagre, fundada por el infante Enrique 'El Navegante', que ya había reunido en esa ciudad en 1417 a destacados científicos en el tema del mar. Lo lusitano era una referencia en las artes de la navegación, y ello no pudo ser ignorado por un joven aprendiz de todo. Pero además Balboa participará también en las campañas de Málaga, donde su señor tenía que asistir obligatoriamente ya que esas expediciones eran mandadas por su suegro el maestre de Santiago.
En el hecho de que Balboa sea seguidor de una persona del nivel e influencia de su señor hay que hallar la raíz de ese estirón del ánimo del escudero para plantearse en sus proyectos el de embarcar. Sin la estrecha relación con Portocarrero no hubiera sido testigo de conversaciones sobre el nuevo mundo que incitaron la curiosidad ultramarina del escudero.
Pero la cercanía con el influyente noble en ese periodo histórico merece un poco más de nuestra atención, pues ello nos proporcionará otros matices y circunstancias de aquellos días en que el jerezano Vasco Núñez concebirá un proyecto que resultó de extraordinario alcance, y que veremos en la próxima entrega analizando el testamento de Pedro Portocarrero 'El Sordo', señor de Balboa.
Entre las importantísimas familias que tenían presencia en Xerez cerca de Badajoz en los siglos XV y XVI, estaban los Portocarreros. Era el suyo un protagonismo de oro y alcurnia; ellos y otros significados nobles harán que la villa alcance la categoría de ciudad tempranamente, en 1525, mientras que Llerena, capital de la orden santiaguista, no la obtendrá hasta 1640.
Es mi intención aquí desatacar la importancia de un apellido vinculado por las cuatro esquinas a las áreas de máxima influencia social. Así, Alonso de Cárdenas, elegido Maestre de Santiago en 1477, en Azuaya, -aunque ya se llamaba Maestre antes-, y enterrado en la iglesia de Santiago, en Llerena, con su esposa Leonor de Luna, viene de la vieja rama de los Señores de Vizcaya, y casará a su hija Juana con Pedro Portocarrero, 'el Sordo', hijo de Juan de Pacheco, Maestre de Santiago, Marqués de Villena, y de María Portocarrero. Basten esas referencias del tronco genealógico para hacerse idea del poder que va a tener la persona a la que servirá Balboa.
Hay que pensar en la fortuna enorme de quien entra al servicio de señor tan principal, y por ello a pesar de nacer en una villa de interior tan alejada a las ciencias de la navegación, escuchará noticias marineras acompañando a su señor
Parémonos ahora en el testamento de don Pedro, 'el Sordo' a fin de catar algunos matices que aporten solidez a lo que aquí planteamos. El original forma parte de los fondos del Archivo de Medinaceli, y la trascripción del traslado de la apertura del mismo se conservaba en el Monasterio de Santa Clara, en Moguer, y en la actualidad está en el Archivo diocesano de Huelva, según me informa el investigador y director del AHM de Moguer, Diego Ropero-Regidor. El testamento se abre en Xerez el día 27 de julio de 1519, año en el que en la otra orilla era decapitado Balboa, y se lee dentro del castillo jerezano ante el teniente corregidor de la villa Antón Rodríguez y el escribano Ruy Gonçalves. Están presentes sus hijos Juan Portocarrero, Alonso de Cárdenas y Alonso Pacheco, los cuales testimonian que, en efecto, había fallecido en esta villa el día 20 de julio de ese mismo año, pero habiendo otorgado este testamento el día 16 mayo de 1518 en Villanueva del Fresno ante el escribano Juan de Mata. El documento tras declarar su credo católico, dispone ser enterrado en el Monasterio de Moguer -donde ha profesado su hija Catalina-, «en la capilla mayor de dicho Monasterio donde están enterrado mis abuelos e que abran un arco en la pared de la dicha capilla a la mano derecha del sagrario donde quepan nuestros bultos de doña Juana de Cárdenas, mi mujer y mío». El guía turístico del lugar Francisco J. Rodríguez Reyes me ha proporcionado información y fotos de los enterramientos, que agradezco. Al testar indica su preocupación por la villa de Xerez y por sus fidelidades religiosas al sitio; así manda hacer y perfeccionar tres sagrarios, mencionando en primer lugar a la iglesia que está frente a su propia casa, la de San Bartolomé. Estos documentos en la Baja Edad Media atendían a cuestiones de caridad para merecer el mejor descanso del alma, ocupándose de los desvalidos, doncellas huérfanas o pobre. Y son tanto los miles de maravedis que menciona en su reparto que dan idea de la inmensa fortuna de la familia. De los allegados al cuerpo de la casa pocos se mencionan, no obstante nos resulta curioso cuando indica: "Y mando que Jorge y Juan Peres, cocinero y Pedro Corto e Alonso de Toro e Alonso de las Andas y Baltasar y Pero Pastelero, nuestros esclavos que son cristianos, que sirven a mí e a la dicha Juana de Cárdenas, mi mujer. después de mi fallecimiento e della sean libres." otros no citados entiende el testador que ya tenían bastante con poder comer cada día en hogar tan bien equipado. Son enormes las mandas de cientos de misas y rogativas, para acercarle al paraíso.
Cuando muere don Pedro, Balboa lleva ya dos décadas fuera de Xerez, pues embarcó con Rodrigo de Bastidas en 1501 en Sevilla, y no se tenían noticias sobre sus andanzas en esa ancha maraña de rumores sobre el nuevo mundo, salvo los allegados a las peripecias del jerezano. Sí hay otras referencias a Xerez en el testamento, pero ninguna significativa para aportar luz sobre el descubridor. Así que ante la ausencia de otros datos aludimos a otros Portocarrero de prestigio pues con ello reforzamos nuestro aserto del protagonismo del apellido en estos territorios. Su hijo Juan Portocarrero fue alcalde mayor de Sevilla, comendador de Estepa y Segura de la Sierra en la Orden de Santiago. Rodrigo Portocarrero, clérigo, otorgó testamento en Xerez el 27 de noviembre de 1535. Francisca Portocarrero testó en el Valle de Matamoros el 21 de enero de 1561, casó en 1513 con don Juan de Sotomayor, Señor de Alconchel.
Muy destacado fue Pedro Portocarrero, 'el de la Goleta', Capitán General de la Goleta de Túnez, donde falleció prisionero de los moros en 1574. Otro Pedro Portocarrero, apodado 'la Muerte', recibió de Felipe II el título de Comendador de las Casas de Córdoba de la Orden de Santiago; fue sepultado el 14 de mayo de 1609 en la capilla Mayor de la parroquia jerezana de Santa María, donde había nacido.
Es enorme la nómina de personas influyentes de esa familia, pero para no alargar más esta relación me referiré a Alonso Pacheco Portocarrero, III Señor de las Sirgadas, que falleció en Jerez el 15 de enero de 1587, siendo enterrado en la Capilla Mayor de la Iglesia de Santa María. Este poderoso personaje casó dos veces, primero con doña Ángela de Arellano, hija del Conde de Castelar, y en segundas nupcias, en 1577, con doña Mariana de Céspedes. La enamoradísima Mariana esculpió en latín un singular epitafio que debería figurar en las antologías de la literatura romántica. Merece la pena leerlo.
Como colofón referiré que Alonso Portocarrero, VI Señor de las Sirgadas, fue capitán de caballos de corazas, regidor perpetuo de Jerez, donde nació y Alguacil de la Inquisición en Llerena.
Pocas familias en Jerez y su dilatado término tuvieron tanta fuerza y poderío. En aquella villa de tierra adentro, que los Templarios hacen famosa y los Santiaguistas la hacen grande, nace Balboa en un momento afortunado. Es verdad que seguían las enormes diferencias de clase propias del Antiguo Régimen, pero algunos villanos e hidalgos se beneficiaban a la sombra de sólidos blasones. Para Vasco Núñez los Portocarrero resultaron una buena escuela de entrenamiento. Eran días de luces donde el Renacimiento con sus inventos insuflaba caminos inéditos, y ello quebró las encadenadoras fronteras del conformismo. Parecía abrirse un tiempo de esperanzas y en esa oportunidad estuvo Balboa, una persona que de no haberse tropezado en la vecindad de la parroquia con sus señores, hubiéramos perdido su rastro y su nombre se habría desvanecido entre las costuras amarillas de la historia.
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