Conquistador español nacido en Jerez de los
Caballeros, posiblemente en 1475, y muerto en Acla (Panamá) en 1519.
Es el descubridor del océano Pacífico, por el
que navegó en 1513. Fue fundador y alcalde de la primera ciudad española
establecida en la región continental de América: Santa María la Antigua del
Darién (1510), y fue también el conquistador de la región transístmica
americana. Tuvo el título de Adelantado de la Mar del Sur.
Se cree que nació en 1475, pues Las Casas
afirmó que en 1510 “era mancebo de hasta treinta y cinco o pocos más años”. Su
familia fue hidalga, aunque pobre. Su padre fue don Nuño Arias de Balboa y su
madre una señora de Badajoz de nombre desconocido. Este matrimonio tuvo cuatro
hijos: Vasco, Alvar, Gonzalo y Juan. Vasco entró como criado en casa de don
Pedro Puertocarrero, señor de Moguer, donde se educó en letras, modales y
armas. Allí debió de asistir al protagonismo de Moguer en la empresa colombina.
A fines de siglo se trasladó a Sevilla y en 1500 se enroló en la expedición
organizada por el escribano de Triana Rodrigo de Bastidas y el cartógrafo Juan
de la Cosa (véase Viaje de Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa). Con ella
partió de Cádiz a fines de 1501 y recorrió la costa venezolana, participando
luego en el descubrimiento de toda la costa atlántica colombiana y de la costa
atlántica panameña desde el Darién hasta Puerto Escribanos. El mal estado de
las naves a causa de la broma (un lamelibranquio que abría vías de agua en las
cuadernas de roble de las quillas) obligó a detener el descubrimiento y enfilar
a la isla Española, donde naufragaron.
Balboa se quedó en la isla de Santo Domingo y
debió de participar en la conquista ovandina, pues fue premiado con un reparto
de indios en Salvaleón, población que ayudó a fundar. Inició un negocio de cría
de cerdos que le fue mal. Endeudado, decidió embarcar como polizón (sus
acreedores no le dejaban hacerlo legalmente) en la flotilla del Bachiller
Enciso que iba a reforzar a Ojeda. Se metió en una vela o en un tonel (existen
ambas versiones) acompañado de su perro Leoncico. Descubierto en alta mar,
estuvo a punto de ser abandonado en una isla desierta por Enciso (parece que
era uno de sus acreedores), quien finalmente lo aceptó a bordo. La flotilla
encontró frente a Cartagena los restos de la expedición de Ojeda, mandados por
Francisco Pizarro. Se supo entonces que había fracasado el intento de poblar
San Sebastián, en el golfo de Urabá, por lo insalubre del lugar y por estar
habitado por indios que usaban flechas envenenadas. El propio Ojeda había
tenido que abandonarlo en busca de refuerzos, tras dejar a sus hombres al mando
del Pizarro y con autorización para hacer lo que estimaran conveniente si no
regresaba en un plazo de 50 días, que ya habían transcurrido.
Enciso puso proas a San Sebastián, donde
comprobó que todo era cierto. Convocó entonces una junta para decidir si
regresaban a la Española o buscaban otro lugar para poblar. En plena
deliberación pidió la palabra Vasco Núñez para decir algo parecido a lo que nos
transcribió el padre Las Casas: “Yo me acuerdo, que los años pasados, viniendo
por esta costa con Rodrigo de Bastidas a descubrir, entramos en este Golfo, y a
la parte de occidente, a mano derecha, según me parece, salimos en tierra y
vimos un pueblo de la otra banda de un gran río, que tenía muy fresca y
abundante tierra de comida, y la gente de ella no ponía hierba (veneno) en sus
flechas”. Fue una sugerencia providencial que todos aceptaron, empezando por el
propio Enciso.
Dejaron en San Sebastián de Urabá a 65 hombres
y el resto siguió hasta el lugar señalado por Balboa, que encontraron a poco.
Era la provincia del cacique Cémaco, cuyos guerreros abandonaron el campo de
batalla después de un brevísimo combate. Se mandó entonces venir a los que
habían quedado en San Sebastián y, reunidos con ellos, se procedió a fundar la
primera ciudad de la América continental, que fue Nuestra Señora de la Antigua
del Darién (en noviembre de 1510). Enciso ejerció provisionalmente el mando y
cometió algunos actos que le enemistaron de sus hombres, como prohibir
comerciar con oro y negarse a repartir el botín de oro que habían capturado a
los naturales, ya que en su opinión esto le correspondía hacerlo al Gobernador
Ojeda, del que nada se sabía. Balboa aprovechó la ocasión para minar su
autoridad pidiendo la creación de un Cabildo, ya que la nueva población se
encontraba fuera de la jurisdicción de Ojeda, como así era. En el Cabildo
resultaron elegidos como alcaldes Vasco Núñez y Benito Palazuelos (sustituido
luego por Zamudio). El tesorero fue el médico Dr. Alberto, el alguacil
Bartolomé Hurtado, y los regidores Diego Albítez, Martín de Zamudio, Esteban
Barrantes y Juan de Valdivia.
Balboa gobernó la ciudad desde 1510 hasta 1514.
Durante el primer período se hizo con el control de la colonia, gracias a la
desaparición de todos los personajes que eran candidatos a Gobernador. Durante
el segundo afianzó la ciudad y sometió a los pueblos periféricos. Durante el
tercero, en 1513, emprendió la jornada del descubrimiento del Mar del Sur.
El mismo año de 1510 en que se nombró el
Cabildo de Santa María arribó a dicha ciudad el refuerzo de Rodrigo de
Colmenares, que iba en busca de su jefe Nicuesa. Fue bien recibido y prosiguió
por la costa panameña tras el rastro del Gobernador. Lo encontró pasado Nombre
de Dios. Nicuesa había fracasado en su objetivo poblador y le quedaban sólo 30
hombres. Al saber que existía Santa María decidió ir a la ciudad y reclamarla
como parte de su gobernación, ya que estaba pasado el golfo de Urabá. Le salió
a recibir el Cabildo, que se negó a aceptar su jurisdicción. Nicuesa fue a
reclamar sus derechos a la isla Española y murió en el camino, al naufragar su
nave en alta mar. Balboa instigó luego para que el Cabildo acusase a Enciso de
usurpación de autoridad, ya que le correspondía a Ojeda, del que no había
noticias. Le hizo un proceso y Enciso decidió ir igualmente a La Española para
pedir justicia. Zarpó de Santa María el 4 de abril de 1511 (un mes después de
Nicuesa) en compañía de varios amigos de Balboa (el alcalde Zamudio y el
corregidor Juan de Valdivieso). Estos últimos lograron que el virrey Diego
Colón reconociese a Balboa como gobernador interino del Darién, desconociendo
los derechos de Enciso. Lo mismo hizo luego el Rey por cédula de 23 de
diciembre de 1511, en espera de nombrar Gobernador en propiedad.
Balboa se convirtió así en la máxima autoridad
de la provincia del Darién, con jurisdicción en Gobierno, Justicia y Milicia;
fue entonces cuando comenzó su penetración en el territorio indígena panameño.
En primer lugar se dirigió a los indios de Cueva, porque dos náufragos del
barco en que partió Nicuesa habían ido a parar a dicha provincia y regresaron a
Santa María contando maravillas sobre sus riquezas de oro. Llegó a Cueva en
mayo de 1511 y se entrevistó con su cacique, Careta, a quien pidió alimentos.
Como no se los dio de buen grado, Balboa saqueó su pueblo y apresó al cacique.
Careta negoció entonces entregar anualmente a Balboa alimentos y algún oro a
cambio de que el español le ayudara en su guerra contra un cacique enemigo
llamado Ponca. Careta firmó el pacto entregando varias mujeres, entre ellas a
su hija Anayansi, que tenía 13 años y se convirtió en la amante de Balboa. El
cacique fue bautizado con el nombre de Fernando.
En agosto de 1511 Balboa organizó Santa María y
distribuyó solares a los vecinos. Se trazaron calles, se construyeron casas y
se señalaron sementeras de maíz. Para cumplir lo prometido a Careta, atacó al
cacique Ponca. Venció a los naturales y saqueó la provincia. Don Fernando le
pidió entonces que hiciera lo mismo con otro enemigo suyo, el cacique Comogre.
Éste recibió bien a los españoles y tras agasajarlos con comida y bebida
abundantes les regaló 70 esclavos y numerosas piezas de oro, valoradas en unos
4.000 pesos. Balboa ordenó separar el quinto real y repartió el resto del botín
entre sus hombres, no sin evitar numerosas disputas por las piezas. Panquiaco,
hijo del Cacique, explicó a Balboa que ya que valoraban tanto el oro debían ir
a buscarlo a las tierras de Tubanamá, donde abundaba. Distaba seis soles de
donde se encontraban, yendo hacia la otra mar que, según señaló, estaba en
dirección sur (por la inflexión que forma Panamá). Era la primera vez que los
españoles obtenían noticias de la existencia de la otra mar; la que iba a las
islas de la Especiería, que venían buscando desde el descubrimiento colombino
de 1492.
Balboa regresó a Santa María, a donde había
llegado también Valdivia con el nombramiento de Balboa como Gobernador
interino. Balboa le mandó regresar nuevamente a Santo Domingo para informar a
Diego Colón de las noticias sobre la Mar del Sur y pedirle un refuerzo de mil
hombres, armas y vituallas. Le entregó asimismo el quinto real de los botines
logrados hasta entonces, que subían a unos 15.000 pesos. La nave de Valdivia
naufragó, por lo que Colón no recibió las noticias, ni el quinto real. Del
naufragio se salvaron dos personas en la costa de Yucatán que fueron Jerónimo
de Aguilar y Guerrero.
Durante 1512 y la mayor parte del año siguiente
Balboa se dedicó a establecer buenas relaciones con las tribus de la zona
transístmica; marchó a la provincia de Ceraca, en el Golfo de Urabá, donde
recogió otro botín de oro; y luego al río Atrato, desde donde alcanzó la tribu
de Albanumaque. Aquí oyó hablar del mito del Dabaibe (sus hombres cogían
pepitas de oro como naranjas y las transportaban en cestas). No pudo ir en su
busca por haber surgido una sublevación indígena de las tribus de Abraibe,
Abanumaque y Abibaibe. Regresó a Santa María, donde logró deshacer otra
conspiración urdida por los caciques Cémaco, Abibeima, Abraiba y Abenamachei.
Llegaron entonces unos refuerzos de la Española enviados por Colón, a los que
se sumaron otros 400 hombres a principios de 1513. También llegó el
nombramiento real de Balboa como Gobernador interino.
El descubrimiento del océano Pacífico
Balboa consideró llegado el momento de
descubrir la Mar del Sur. Partió de Santa María el 1 de septiembre de 1513 con
190 hombres, y el resto quedaron en la ciudad. El itinerario que iba a seguir,
visto en un mapa moderno, supone cruzar Panamá desde Sasardí Viejo, en la costa
atlántica, hasta el golfo de San Miguel, en la pacífica. En la época suponía ir
desde la tierra de los indios de Cueva hasta la de Ponca, en la sierra, bajar
luego a la de Quareca y subir la sierra de este nombre hasta un lugar desde el
que podría divisar el Océano Pacífico. Hizo por mar la pequeña travesía hasta
Cueva, donde dejó más de la mitad de sus hombres asentados en un real, y partió
con sólo 92 soldados y dos sacerdotes. Tras dos días de marcha por la selva
alcanzó Ponca. Mandó llamar a su cacique y le interrogó sobre la ruta que debía
seguir. Después de esto envió a retaguardia algunos enfermos y siguió hacia la
tierra de Quareca, cuyo cacique, llamado Torecha, era enemigo de Ponca. Este
trayecto fue el más duro del viaje. Tardaron en cubrirlo 5 días, dado lo
abrupto del mismo. Cruzaron el Chucunaque, las fuentes del Artigatí y del
Sabanas y finalmente llegaron a su objetivo el 24 de septiembre. En Quareca
tuvieron un combate con los indios. Les vencieron y saquearon la población.
Balboa estableció otro nuevo real de apoyo con 15 hombres y partió con el
resto, 65 soldados y el clérigo, hacia la cumbre de la Cordillera. Abandonó
Quareca el 25 de septiembre a las seis de la mañana dispuesto a subir hasta la
cima de las montañas aquel mismo día. Lo logró en unas cuatro horas. Hacia las
10 de la mañana los guías le indicaron el lugar desde el cual podría ver la
otra mar. Balboa ordenó detenerse a su gente y partió solo, pues deseaba ser el
primer español que viera la Mar del Sur. Coronó la montaña en unos minutos y
desde allí contempló extasiado el Pacífico. El escribano de la expedición,
Andrés de Valderrábano, escribió en su diario: “Y en martes veinte y cinco de
aquel año de mil e quinientos y trece, a las diez horas del día, yendo el
capitán Vasco Núñez en la delantera de todos los que llevaba por un monte raso,
vido desde encima de la cumbre dél la Mar del Sur antes que ninguno de los
cristianos compañeros que allí iban”. Llamó entonces al resto de sus hombres
para que contemplaran la maravilla. A continuación procedió a tomar posesión en
nombre de los reyes de Castilla: cortó varias ramas de los árboles, amontonó
piedras y grabó sobre los troncos de algunos árboles los nombres del rey
Fernando y de la reina doña Juana. Los indios miraban asombrados toda la
ceremonia. Balboa hizo venir al escribano y le ordenó tomar los nombres de
todos los que habían estado presentes en el acontecimiento; 67 españoles. El
primero era naturalmente el de Balboa, el segundo el del clérigo Andrés de Vera
y el tercero el del Teniente de la expedición, Francisco Pizarro, el hombre que
años después encontraría en dicho océano el fabuloso Perú.
Los españoles descendieron hasta la costa y
acamparon en Chape, cuyos habitantes huyeron. Balboa mandó llamar a los que
habían quedado en Quareca. Cuando todos estuvieron reunidos, el 29 de
septiembre, fiesta de San Miguel Arcángel, preparó la ceremonia de la toma de
posesión. Seleccionó a 26 hombres y partió con ellos hasta la misma orilla del
mar. Todos lucían sus mejores galas de combate; corazas, cascos, plumas y
llevaban en vanguardia un estandarte con la imagen de la Virgen y las armas de
Castilla. Llegaron a un ancón de un golfo que en futuro se llamaría de San
Miguel, por la festividad religiosa del día. Eran las dos de la tarde y la
playa ofrecía aspecto deplorable, pues había marea baja y parecía un inmenso
fangal. Balboa había calculado mal la marea, al regirse por el océano
Atlántico. En vista del panorama existente, los españoles decidieron posponer
la ceremonia. Se sentaron en la playa y esperaron que subiera la marea.
Entonces y sólo entonces consideró Vasco Núñez que había un marco adecuado para
la toma de posesión. El escribano Valderrábano anotó a este respecto: “Llegó
(Balboa) a la ribera a la hora de vísperas y el agua era menguante. Y
sentáronse él y los que con él fueron, y estuvieron esperando que el agua
creciese, porque de bajamar había mucha lama e mala entrada, y estando así
(sentados) creció la mar, e vista de todos, mucho y con gran ímpetu”.
Balboa se puso la coraza y el yelmo, tomó el
estandarte en la mano derecha y con la espada desnuda en la izquierda se
adentró algunos pasos, hasta que el agua le llegó a las rodillas. Luego empezó
a pasear de un lado para otro recitando: “Vivan los muy altos e poderosos
señores reyes don Fernando e doña Juana, Reyes de Castilla e de León, e de
Aragón, etc. en cuyo nombre e por la corona real de Castilla tomo e aprehendo
la posesión real e corporal e actualmente destas mares e tierras, e costas, e
puertos, e islas australes...”. Preguntó luego desafiante si alguien se oponía
a la posesión, pero nadie replicó. A continuación preguntó si los españoles
presentes estaban dispuestos a defender con sus vidas la posesión por los reyes
de Castilla, a lo que contestaron todos afirmativamente. Después ordenó al
escribano dar fe del acto y escribir los nombres de todos los presentes.
Valderrábano anotó 26 nombres, encabezados por los de Balboa y Pizarro. Los
testigos probaron el agua y aseguraron que era salada, como la de la otra mar.
Por último Balboa dio unos sablazos a las aguas y salió a la playa, donde hizo
con un puñal tres cruces en los árboles, en nombre de la Santísima Trinidad.
Los acompañantes secundaron su acción cortando ramas y grabando cruces. Todo el
formalismo quedó así cumplido.
Al caer la tarde regresaron a Chape, donde su
cacique les obsequió oro y perlas. Balboa exploró los alrededores. Embarcó en
unas canoas y fue a las provincias de Cuquera y Tumaca, donde cogió otra buena
cantidad de perlas. Trató de llegar a la isla de las perlas o Terarequí, pero
se lo impidió la mar gruesa. Tuvo que limitarse a contemplarla desde el golfo
de San Lucar, donde volvió a tomar posesión del océano, aprovechando que era
mar abierta y no un Golfo. Valderrábano volvió a levar acta con el testimonio
de 23 soldados. Se dirigieron luego al lugar donde los indios pescaban las
perlas. Varios buceadores indígenas sacaron cuatro grandes cestas de ostras.
Los españoles las abrieron con voracidad, esperando encontrar perlas, pero no
hallaron ninguna, y se quedaron asombrados al ver que los indios se comían su
contenido. Volvieron a Tumaca y desde allí, el 23 de noviembre, emprendieron el
regreso a Santa María. Habían estado un mes en la costa del Pacífico.
Regresaron por un camino distinto, con objeto
de descubrir otras tierras y recoger más botines. Dieron un rodeo para pasar
del río Maje al Bayano. Llegaron al cacicazgo de Thevaca y luego a los de Pacra
y Bucheribuca. Entraron en Pocorosa el 8 de diciembre. Desde allí hicieron una
incursión a la provincia cacique Tamaname donde se sospechaba que existían
minas de oro. Resultó un fracaso y volvieron a Pocorosa. Los hombres estaban
exhaustos y Balboa enfermo de fiebres (quizá de paludismo). El Gobernador
interino se hacía transportar en una hamaca. Desde Pocorosa siguieron a Comogre
el 1 de enero de 1514; luego a Ponca y a Cueva, en cuyo puerto embarcaron (en
el mismo bergantín que les trajo) hasta Santa María, donde atracaron el 19 de
enero del mismo año. El balance de la entrada no podía ser mejor: Habían
descubierto la Mar del Sur, habían cogido un botín de más de dos mil pesos en
oro y perlas, 800 naborías, y no habían perdido un hombre.
Bajo el gobierno de Pedrarias en Castilla del
Oro
Balboa recibió en Santa María unas noticias
alarmantes que le trajo el comerciante Pedro de Arbolancha desde La Española:
la nave de Valdivia que llevó el quinto real había naufragado y los
procuradores y Enciso habían informado en contra de Balboa, por lo que el rey
había nombrado un nuevo Gobernador para el Darién, rebautizado como Castilla
del Oro; don Pedro Arias de Ávila, que vendría pronto con una gran flota y dos
mil colonos. Vasco se apresuró a comunicar al Rey su descubrimiento. Hizo una
relación del mismo y un mapa de la Mar del Sur, que adjuntó al nuevo quinto
real, a una petición de que se le nombrase Gobernador de la Mar del Sur y a una
relación de los vecinos de Santa María sobre sus servicios. Lo envió a la
Española con Arbolancha, pero sus enemigos hicieron desaparecer los documentos.
En espera de la llegada de Pedrarias envió a Andrés Garavito con ochenta
hombres para descubrir otra vía alternativa hacia el Pacífico; desde Bea a las
fuentes del río Arquiati, confluencia de los ríos Payá y Tuira y golfo de San
Miguel. Es el camino llamado del “Suegro”, porque el cacique de Tamahe casó a
su hija con Garavito.
Pedrarias arribó al puerto cercano a Santa
María el 26 de junio de 1514, con 17 buques y unos 2.000 colonos, artesanos y
funcionarios (obispo incluido). Desembarcó y mandó notificar su llegada a
Balboa, poniéndose en camino a la ciudad. Balboa recibió la noticia cuando
estaba reparando el tejado de una casa y salió a recibirle inmediatamente con
la ropa de trabajo que tenía; una camisa y un calzón viejo de algodón. El
encuentro se produjo en mitad del camino y no pudo ser más ridículo. Pedrarias
portaba armadura completa y cabalgaba sobre un caballo enjaezado, rodeado de su
señora, parientes y criados. Tras él venía el obispo bajo palio, con mitra y
cruz de plata, rodeado de religiosos, precediendo una comitiva de funcionarios
(tesorero, veedor, alguacil, etc.), soldados, abanderados, mujeres, traíllas de
perros, etc. Balboa besó el anillo del obispo e hizo una reverencia a
Pedrarias, que le entregó sus credenciales. Las miro, las besó y las puso sobre
su cabeza, tal como era preceptivo. Se hicieron las presentaciones de turno y
ambos grupos regresaron a la Ciudad. Al contemplarla, se acrecentó en Pedrarias
la sensación de ridículo. Constaba de unas 200 casas de tablas y paja en las que
vivían 500 españoles y 1.500 indios de servicio. No tenía infraestructura para
recibir aquella enorme población que se le acompañaba.
Pedrarias pidió a Balboa un informe
pormenorizado de la Colonia: fuentes de aprovisionamiento, tribus confederadas
y hasta el camino para llegar a la Mar del Sur. Balboa se los entregó
puntualmente, pero estos papeles se han perdido. El nuevo Gobernador ordenó
entonces al licenciado Espinosa que abriera juicio de residencia a Balboa, lo
que era usual, e inició por su cuenta una pesquisa secreta sobre la actuación
de su predecesor, lo que era insólito. Intervino el obispo y la pesquisa
secreta quedó pendiente. Como Santa María no podía albergar una población de
2.500 españoles, Pedrarias ordenó una serie de campañas contra los territorios
indígenas; cinco expediciones para descubrir minas de oro y, en realidad, para
quitarse bocas en la ciudad. Produjeron un botín de 30.000 pesos, pero
destruyeron la labor pacificadora de Balboa y dejaron a los naturales
enemistados con los españoles. El 28 de marzo de 1515 llegó a Santa María el
nombramiento real de Vasco Núñez como Adelantado de la Mar del Sur (realizado
por cédula de 23 de septiembre de 1514) y gobernador de las provincias de
Panamá y Coiba, auque sujeto a Pedrarias. Éste quiso guardarse la cédula pero
se opusieron el obispo y varios funcionarios. Tuvo que entregársela a
regañadientes, pero prohibió a Balboa reclutar gentes para sus empresas
descubridoras, ya que dijo necesitar todos los hombres que había en Castilla
del Oro. Balboa mandó entonces a Garavito a la isla Española para que los
reclutara. Tenía el proyecto de fundar poblaciones a orillas de los dos
océanos, bien en el eje Careta-Golfo de San Miguel, bien en el de Nombre de
Dios-Panamá, y construir unas naves para navegar 200 ó 300 leguas por la Mar
del Sur hasta encontrar las islas de la Especiería. De no hallar éstas, pensaba
singlar hacia el sur para tratar de hallar un paso interoceánico en América,
cosa que preocupaba enormemente al rey Fernando el Católico.
Pedrarias viajó a Careta, pero tuvo que
regresar rápidamente a Santa María a causa de un cólico hepático. Allí encontró
60 soldados de Cuba, que habían llegado a petición de Balboa. Acusó a éste de
conspiración y rebelión frustrada y le metió en una jaula en el patio de su
casa. Balboa estuvo allí dos meses, hasta que un día Pedrarias le abrió la
jaula, le pidió perdón y le concedió la mano de su hija María. Balboa no lo
pensó dos veces y aceptó los esponsales, lo que disgustó mucho a su amante
Anayansi. La reconciliación tuvo otras dependencias, como construir una
población en Careta (sería Acla), no emplear más de 80 hombres en sus empresas
y concluirlas en un plazo máximo de año y medio.
La Compañía del la Mar del Sur y el
ajusticiamiento
Balboa fundó Acla a fines de 1516; allí
organizó la Compañía de la Mar del Sur, con aportaciones de accionistas de
Santa María. Luego mandó construir las piezas necesarias para ensamblar varios
bergantines que pensaba botar en el Pacífico (se decía que la broma no atacaba
la madera de aquel lugar, lo que resultó falso). En 1517 envió a Francisco de
Compañón a la costa pacífica, para que escogiera el lugar apropiado para el
astillero. En agosto de 1517 comenzó a trasladar las piezas de los bergantines,
así como las jarcias, brea, velas, anclas, etc. El propio Balboa cargó con
tablones. El astillero se montó junto al río de las Balsas (posiblemente el
Chucunaque, cerca de la actual Yavisa), donde los españoles trabajaron en
cuadrillas que se ocupaban de talar árboles y construir las naves, en recoger
víveres y en abrir un buen camino a Acla. Cuando estaba todo listo para la
botadura sobrevino una riada del Chucunaque que arrastró el astillero al mar.
Balboa, apesadumbrado, hizo reunir el Consejo de la Compañía para decidir qué
hacer. Se acordó seguir adelante. El Adelantado botó los bergantines, pero se
hundieron de inmediato a causa de la broma. Pidió a su suegro otro plazo y
dinero y volvió a empezar con unos préstamos. Balboa reflotó los bergantines,
les tapó las vías de agua y se embarcó en ellos hasta llegar a una de las islas
de las Perlas; la isla Rica o isla del Rey (antigua Terarequí), que había sido
esquilmada por Morales, un lugarteniente de Pedrarias. No se desanimó por ello.
Construyó otras dos naves y navegó hacia el sur (la ruta al Perú), hasta
alcanzar un puerto que llamó Puerto Peñas (creyó que estaba lleno de arrecifes,
pero eran ballenas en realidad), el mismo lugar que luego Pizarro bautizó como
Puerto Piñas (actual Jaqué). Desde allí regresó a Chochama y al golfo de San
Miguel. Envió entonces a Valderrábano a Santa María para que insistiese ante
Pedrarias en la solicitud de una prórroga. En vez de ésta, le llegó la noticia
de que el Rey había sustituido a Pedrarias por un nuevo Gobernador llamado don
Lope de Sosa, que estaba próximo a llegar. Surgió entonces la “traición” de
Balboa, que le costó la vida.
No conocemos bien cuál fue el delito de
“traición”. En versión de Fernández de Oviedo, que vio el expediente, consistió
en que Balboa se precipitó ante la noticia de la llegada del nuevo Gobernador,
pensando que este le iba a prohibir realizar descubrimientos en la Mar del Sur
y decidió fundar una población en la costa del Pacifico, exactamente en
Chepavare, camino de Chepo a Panamá, para salir desde allí al océano con
dirección sur, donde los indios decían que había muchas riquezas (el Perú).
Todo dependía de la llegada del nuevo Gobernador, pues si seguía Pedrarias
confiaba en lograr apoyo para su empresa. Envió a Santa María a sus fieles
Valderrábano, Garavito, Muñoz, el archidiácono Pérez y Luis Botello. El último
de éstos debía anticiparse y llegar a Acla para saber si había arribado Sosa.
Tuvo la mala fortuna de ser detenido por un centinela y conducido a presencia
de Francisco Benítez, enemigo de Balboa, que le hizo confesar todo el plan, que
comunicó inmediatamente a Pedrarias. Todos sus compañeros fueron detenidos al
llegar a Santa María. Pedrarias ordenó al tesorero Puente que levantara una
acusación formal contra Balboa. Luego se trasladó a Acla, desde donde escribió
una carta muy cariñosa a su yerno, rogándole que se presentara en dicha
población para tratar de los asuntos de la expedición que deseaba realizar.
Balboa no receló nada. Al entrar en Acla fue apresado y acusado del delito de
traición. Se le tuvo preso en la casa de Juan de Castañeda, a donde fue a
visitarle Pedrarias para decirle que no se preocupara, porque había sido
detenido por algunas acusaciones seguramente infundadas. En una segunda visita
cambió de tono y le acusó de haber traicionado al Rey y a él. Mandó ponerle
guardias y trasladarlo a la cárcel común.
En el proceso testimoniaron todos los enemigos
de Balboa y hasta su amigo Garavito, que estaba enamorado de Anayansi y había
sido rechazado por ésta. Pedrarias añadió al expediente su pesquisa secreta e
infinidad de acusaciones, como haberle dado informes falsos sobre los indios
para que fracasara, haber maltratado a los indios contra sus instrucciones,
haber actuado malintencionadamente contra Ojeda y Nicuesa y, sobre todo, haber urdido
un plan para proclamarse independiente en la Mar del Sur. Pedrarias negó la
apelación y le condenó a muerte.
Se levantó un cadalso en la plaza mayor de
Acla, donde se cumplió la sentencia un día desconocido de la semana del 13 al
21 de enero de 1519. Se ajusticiaron a Balboa, Fernando de Arguello, Luis
Botello, Hernández Muñoz y Andrés Valderrábano. Antes de que le cortaran la
cabeza, Balboa tomó la palabra y dijo a los presentes que todo era una falsedad
y que jamás había traicionado al Rey. Las cabezas de los sentenciados cayeron
sobre una artesa vieja. Fernández de Oviedo, testigo del suceso, afirma que “E
desde una casa que estaba diez o doce pasos de donde los degollaban (como
carneros, uno a par de otro) estaba Pedrarias mirándolos por entre las cañas de
la pared de una casa o bohío”. Y añade el cronista que cuando se fijó en un
poste de dicha plaza de Acla el pregón con el juicio de residencia de Balboa
“entró un caballo que había sido del Adelantado Vasco Núñez de Balboa, e pasó
tirado e sin parecer ni entenderse a donde iba, después de haber andado más de
cien pasos llegó al poste donde estaba el pregón o edicto afijado e con los
dientes asió del papel dos o tres veces e hízolo pedazos”.
Bibliografía
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ANDERSON, Ch. L. G.: Vasco Núñez de Balboa,
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BAYLE, Constantino: Vasco Núñez de Balboa,
Madrid: Col. Grandezas de España, 1923.
ESCOFET, José: Vasco Núñez de Balboa o el
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LUCENA SALMORAL, Manuel: Vasco Núñez de Balboa,
descubridor de la Mar del Sur, Madrid: Anaya, 1988.