miércoles, 8 de febrero de 2017

Jerez de los Caballeros



Vasco Núñez de Balboa nació hacia 1475 en la población extremeña de Jerez de los Caballeros, que por entonces se llamaba Jerez cerca de Badajoz y pertenecía a la Orden de Santiago.

El apellido Balboa proviene del castillo de Balboa, cerca de Villafranca del Bierzo, en la actual provincia de León (España). Se cree que su padre fue el hidalgo Álvaro Núñez (o Martínez) de Balboa,pero sobre quién fue su madre no se sabe casi nada. Tuvo al menos tres hermanos: Gonzalo, de profesión escribano, Juan y Álvaro. Se conoce con certeza poco de su infancia, salvo que aprendió a leer y a escribir, contrariamente a otros conquistadores españoles, así como esgrima.
El padre de Vasco Núñez fue Nuño Arias de Balboa, que era escribano en Jerez y don Pedro, el alcalde. Esa proximidad de funciones y de conocimiento mutuo nos inclina a pensar que pronto Vasco Núñez entrará al servicio de la casa. Mucho más si sabemos que ambas familias dependían de la misma parroquia, y se avecindaban, según el historiador y párroco de San Bartolomé, Gregorio Fernández Pérez, muy cerca, pues el noble vivía en la casa de los Vegas y Portocarrero, edificio que estaba situado enfrente de dicha parroquia, contigua a la vieja y primera plaza de toros, que usaba como palco taurino la Puerta de Alconchel abierta en el cerco murado. Los Balboa se domiciliaban a unos cien metros de esa casa, en la calle de la Oliva, según sabemos por vieja y continuada tradición popular.

Desde la calle Oliva, en el corazón del barrio de San Bartolomé, la casa natal de Vasco Núñez de Balboa apenas se distingue del resto, todas en cuesta, de dos alturas, blanquísimas y silenciosas a pesar de la vida que las recorre por dentro. En su interior comienza un viaje hasta El Darién, en Panamá, el escenario principal de las aventuras de su hijo más famoso, que ha pasado a la Historia como el descubridor, para los ojos europeos, del Océano Pacífico y el fundador de Santa María de la Antigua del Darién, la primera localidad permanente en suelo continental americano.
Durante su adolescencia sirvió como paje y escudero de Pedro Portocarrero, VIII señor de Moguer, con el que vivió en el Castillo de Moguer, durante los preparativos y desarrollo del viaje descubridor.5 También residió en Córdoba y tuvo casa en Sevilla.Don Pedro Portocarrero, 'el Sordo', un prohombre excelso de su tiempo, fue VIII, señor de Moguer y de Villanueva del Fresno, alcalde mayor de Sevilla perpetuo de juro de heredad, alcaide de Jerez cerca de Badajoz, comendador de Segura de la Sierra. Perteneció al Consejo de los Reyes Católicos y de sus sucesores. Casó con Juana de Cárdenas en 1473, lo que le va a propiciar el título de señor de la Puebla del Maestre. Fue su padre Juan Pacheco, I Marqués de Villena, que morirá en Trujillo en 1419, y su madre era María Portocarrero, VI señora de Moguer y de Villanueva del Fresno.


Como escudero Vasco Núñez de Balboa va a seguir a don Pedro allá donde vaya, y no era cosa menor estar junto a una figura de tanto rango, pues es revelador que el padre de don Pedro, Juan Pacheco, quisiera casar a su hija Juana con el hijo del rey de Francia, y aunque ello no se consumó sí denota el nivel de influencia de la familia en los más altos niveles de la realeza

Así que Balboa visitaba con su amo las propiedades, que no eran pocas. Entre otras en Córdoba, donde estuvo avecindado antes de hacerlo en Jerez, según vemos en el expediente probatorio de la Orden de Calatrava y de la Orden de Santiago. De igual modo viajó a Moguer y Sevilla, ciudad ésta donde tenía casa. Tales incursiones sureñas le debieron servir a Balboa para conocer las noticias sobre cartas de navegación y planes marineros.

A esto se sumaron los viajes a Portugal, cuyos desplazamientos ya había realizado con antelación don Pedro para garantizar la paz con el país vecino tras las diferencias sucesorias con doña Isabel de Castilla. La frontera de Portugal, tan cerca de Jerez, que había sido muy permeable durante el mandato del temple en la villa, sirvió para dar noticias a los jerezanos sobre el afán de viajes oceánicos. No podemos obviar la importancia de la Escuela de Sagre, fundada por el infante Enrique 'El Navegante', que ya había reunido en esa ciudad en 1417 a destacados científicos en el tema del mar. Lo lusitano era una referencia en las artes de la navegación, y ello no pudo ser ignorado por un joven aprendiz de todo. Pero además Balboa participará también en las campañas de Málaga, donde su señor tenía que asistir obligatoriamente ya que esas expediciones eran mandadas por su suegro el maestre de Santiago.

En 1500, animado por su señor y las noticias de los viajes de Cristóbal Colón y de otros navegantes hacia el Nuevo Mundo, decidió enrolarse en la expedición de Rodrigo de Bastidas al mar Caribe. Siguiendo a Bastidas y a su piloto Juan de la Cosa, en 1501 recorrió las costas del Mar Caribe desde el este de Panamá, pasando por el golfo de Urabá, hasta el cabo de la Vela (actual Colombia). Las naves pusieron finalmente rumbo a la isla Española, donde una de ellas naufragó.

Balboa, con las ganancias conseguidas en dicha campaña, se compró un terreno en la isla y allí residió varios años ocupándose de la agricultura y la crianza de cerdos. Pero no tuvo demasiada suerte en esta actividad: la climatología era adversa, por tratarse de una zona muy expuesta a los huracanes; los pobladores de la isla estaban sumidos en la pobreza, y los cerdos salvajes representaban una competencia para sus productos. Balboa comenzó a endeudarse y finalmente no vio más salida que huir de la isla.

En 1508, el rey Fernando el Católico sometió a concurso la conquista de Tierra Firme. Se crearon dos nuevas gobernaciones en las tierras comprendidas entre los cabos de la Vela (actual Colombia) y de Gracias a Dios (actualmente en la frontera entre Honduras y Nicaragua). Se tomó el golfo de Urabá como límite de ambas gobernaciones: Nueva Andalucía al este, gobernada por Alonso de Ojeda, y Veragua al oeste, gobernada por Diego de Nicuesa.


Según cuenta la tradición aquí fueron degollados en 1312 los Caballeros Templarios que se negaron a entregar la población a las tropas del Rey.
Puerta de Burgos, monumento a Hernando de Soto, Puerta de San Antonio y Fuente de Los Santos.
La muralla disponía de seis puertas de las que en la actualidad se conservan dos: la Puerta de San Antonio y la Puerta de Burgos.
A partir de este momento Jerez pasa a conocerse como Jerez de los Caballeros.



En el s.XIV la disolución de la Orden del Temple convierte a la Orden de Santiago en dueña de la ciudad, que la consolida y convierte en una villa rica con un comercio floreciente, comenzando así su expansión extramuros.
El s.XVI y el descubrimiento del Nuevo Mundo, con la figura del jerezano Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Océano Pacífico y su expedición al Perú, llevan a Jerez de los Caballeros a ocupar un lugar preponderante en la Historia

Balboa



Balboa nació en España en algún momento alrededor del año 1475. Su padre era un noble menor, pero la familia no era rica. Como el segundo hijo, Vasco no heredaría ninguna de las pequeñas propiedades de la familia, por lo que decidió buscar fortuna en las tierras recientemente reclamadas por España en el Nuevo Mundo
Jerez está asentada sobre un terreno agreste de las Sierras del Suroeste de Badajoz, dominado por dehesas de tupidos encinares. No sólo de Templarios vive Jerez de los Caballeros. Esta localidad pacense también forma parte de la Ruta de los Descubridores, que recorre Extremadura desde Trujillo hasta Plasencia, porque en ella nació Vasco Núñez de Balboa, el primer europeo que avistó el Oceáno Pacífico.Vasco Núñez de Balboa fue un “mancebo (…) bien alto y dispuesto de cuerpo y buenos miembros y fuerzas y gentil gesto de hombre muy entendido y para sufrir mucho de trabajo”. Así fue como lo retrató Fray Bartolomé de las Casas, cuando el jerezano ya había dado varios pasos en su periplo americano, hasta donde llegó enrolado en la expedición de Rodrigo de Bastidas en 1501, con 26 años. Atrás dejaba una familia humilde, de origen leonés, asentada en la localidad extremeña de Jerez de los Caballeros, donde servía en la casa de los Portocarrero. Estos últimos, como Señores de Moguer, tenían también fuertes conexiones con los puertos desde los que, a partir de 1492, comenzaban a partir barcos con destinos al continente americano.
Su estratégica ubicación atrajo a fenicios, romanos, y musulmanes, hasta que en el s.XIII los cristianos recuperaron la ciudad del dominio árabe y la cedieron a la Orden del Temple, iniciándose una época de engrandecimiento.
El padre de Vasco Núñez fue Nuño Arias de Balboa, que era escribano en Jerez y don Pedro, el alcalde. Esa proximidad de funciones y de conocimiento mutuo nos inclina a pensar que pronto Vasco Núñez entrará al servicio de la casa. Mucho más si sabemos que ambas familias dependían de la misma parroquia, y se avecindaban, según el historiador y párroco de San Bartolomé, Gregorio Fernández Pérez, muy cerca, pues el noble vivía en la casa de los Vegas y Portocarrero, edificio que estaba situado enfrente de dicha parroquia, contigua a la vieja y primera plaza de toros, que usaba como palco taurino la Puerta de Alconchel abierta en el cerco murado. Los Balboa se domiciliaban a unos cien metros de esa casa, en la calle de la Oliva, según sabemos por vieja y continuada tradición popular.
Desde la calle Oliva, en el corazón del barrio de San Bartolomé, la casa natal de Vasco Núñez de Balboa apenas se distingue del resto, todas en cuesta, de dos alturas, blanquísimas y silenciosas a pesar de la vida que las recorre por dentro. En su interior comienza un viaje hasta El Darién, en Panamá, el escenario principal de las aventuras de su hijo más famoso, que ha pasado a la Historia como el descubridor, para los ojos europeos, del Océano Pacífico y el fundador de Santa María de la Antigua del Darién, la primera localidad permanente en suelo continental americano.
Don Pedro Portocarrero, 'el Sordo', un prohombre excelso de su tiempo, fue VIII, señor de Moguer y de Villanueva del Fresno, alcalde mayor de Sevilla perpetuo de juro de heredad, alcaide de Jerez cerca de Badajoz, comendador de Segura de la Sierra. Perteneció al Consejo de los Reyes Católicos y de sus sucesores. Casó con Juana de Cárdenas en 1473, lo que le va a propiciar el título de señor de la Puebla del Maestre. Fue su padre Juan Pacheco, I Marqués de Villena, que morirá en Trujillo en 1419, y su madre era María Portocarrero, VI señora de Moguer y de Villanueva del Fresno.


En primer término, los sepulcros de la Casa de Portocarrero (s. XIV).







Como escudero Vasco Núñez de Balboa va a seguir a don Pedro allá donde vaya, y no era cosa menor estar junto a una figura de tanto rango, pues es revelador que el padre de don Pedro, Juan Pacheco, quisiera casar a su hija Juana con el hijo del rey de Francia, y aunque ello no se consumó sí denota el nivel de influencia de la familia en los más altos niveles de la realeza


Así que Balboa visitaba con su amo las propiedades, que no eran pocas. Entre otras en Córdoba, donde estuvo avecindado antes de hacerlo en Jerez, según vemos en el expediente probatorio de la Orden de Calatrava y de la Orden de Santiago. De igual modo viajó a Moguer y Sevilla, ciudad ésta donde tenía casa. Tales incursiones sureñas le debieron servir a Balboa para conocer las noticias sobre cartas de navegación y planes marineros.


A esto se sumaron los viajes a Portugal, cuyos desplazamientos ya había realizado con antelación don Pedro para garantizar la paz con el país vecino tras las diferencias sucesorias con doña Isabel de Castilla. La frontera de Portugal, tan cerca de Jerez, que había sido muy permeable durante el mandato del temple en la villa, sirvió para dar noticias a los jerezanos sobre el afán de viajes oceánicos. No podemos obviar la importancia de la Escuela de Sagre, fundada por el infante Enrique 'El Navegante', que ya había reunido en esa ciudad en 1417 a destacados científicos en el tema del mar. Lo lusitano era una referencia en las artes de la navegación, y ello no pudo ser ignorado por un joven aprendiz de todo. Pero además Balboa participará también en las campañas de Málaga, donde su señor tenía que asistir obligatoriamente ya que esas expediciones eran mandadas por su suegro el maestre de Santiago.



El s.XVI y el descubrimiento del Nuevo Mundo, con la figura del jerezano Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Océano Pacífico y su expedición al Perú, llevan a Jerez de los Caballeros a ocupar un lugar preponderante en la Historia

En el hecho de que Balboa sea seguidor de una persona del nivel e influencia de su señor hay que hallar la raíz de ese estirón del ánimo del escudero para plantearse en sus proyectos el de embarcar. Sin la estrecha relación con Portocarrero no hubiera sido testigo de conversaciones sobre el nuevo mundo que incitaron la curiosidad ultramarina del escudero.
Pero la cercanía con el influyente noble en ese periodo histórico merece un poco más de nuestra atención, pues ello nos proporcionará otros matices y circunstancias de aquellos días en que el jerezano Vasco Núñez concebirá un proyecto que resultó de extraordinario alcance, y que veremos analizando el testamento de Pedro Portocarrero 'El Sordo', señor de Balboa
Basten esas referencias del tronco genealógico para hacerse idea del poder que va a tener la persona a la que servirá Balboa.
Hay que pensar en la fortuna enorme de quien entra al servicio de señor tan principal, y por ello a pesar de nacer en una villa de interior tan alejada a las ciencias de la navegación, escuchará noticias marineras acompañando a su señor
ocas familias en Jerez y su dilatado término tuvieron tanta fuerza y poderío. En aquella villa de tierra adentro, que los Templarios hacen famosa y los Santiaguistas la hacen grande, nace Balboa en un momento afortunado. Es verdad que seguían las enormes diferencias de clase propias del Antiguo Régimen, pero algunos villanos e hidalgos se beneficiaban a la sombra de sólidos blasones. Para Vasco Núñez los Portocarrero resultaron una buena escuela de entrenamiento. Eran días de luces donde el Renacimiento con sus inventos insuflaba caminos inéditos, y ello quebró las encadenadoras fronteras del conformismo. Parecía abrirse un tiempo de esperanzas y en esa oportunidad estuvo Balboa, una persona que de no haberse tropezado en la vecindad de la parroquia con sus señores, hubiéramos perdido su rastro y su nombre se habría desvanecido entre las costuras amarillas de la historia

Es el descubridor del océano Pacífico, por el que navegó en 1513. Fue fundador y alcalde de la primera ciudad española establecida en la región continental de América: Santa María la Antigua del Darién (1510), y fue también el conquistador de la región transístmica americana. Tuvo el título de Adelantado de la Mar del Sur.
Se cree que nació en 1475, pues Las Casas afirmó que en 1510 “era mancebo de hasta treinta y cinco o pocos más años”. Su familia fue hidalga, aunque pobre. Su padre fue don Nuño Arias de Balboa y su madre una señora de Badajoz de nombre desconocido. Este matrimonio tuvo cuatro hijos: Vasco, Alvar, Gonzalo y Juan. Vasco entró como criado en casa de don Pedro Puertocarrero, señor de Moguer, donde se educó en letras, modales y armas. Allí debió de asistir al protagonismo de Moguer en la empresa colombina. A fines de siglo se trasladó a Sevilla y en 1500 se enroló en la expedición organizada por el escribano de Triana Rodrigo de Bastidas y el cartógrafo Juan de la Cosa (véase Viaje de Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa). Con ella partió de Cádiz a fines de 1501 y recorrió la costa venezolana, participando luego en el descubrimiento de toda la costa atlántica colombiana y de la costa atlántica panameña desde el Darién hasta Puerto Escribanos. El mal estado de las naves a causa de la broma (un lamelibranquio que abría vías de agua en las cuadernas de roble de las quillas) obligó a detener el descubrimiento y enfilar a la isla Española, donde naufragaron.

Balboa se quedó en la isla de Santo Domingo y debió de participar en la conquista ovandina, pues fue premiado con un reparto de indios en Salvaleón, población que ayudó a fundar. Inició un negocio de cría de cerdos que le fue mal. Endeudado, decidió embarcar como polizón (sus acreedores no le dejaban hacerlo legalmente) en la flotilla del Bachiller Enciso que iba a reforzar a Ojeda. Se metió en una vela o en un tonel (existen ambas versiones) acompañado de su perro Leoncico.


 Descubierto en alta mar, estuvo a punto de ser abandonado en una isla desierta por Enciso (parece que era uno de sus acreedores), quien finalmente lo aceptó a bordo. La flotilla encontró frente a Cartagena los restos de la expedición de Ojeda, mandados por Francisco Pizarro. Se supo entonces que había fracasado el intento de poblar San Sebastián, en el golfo de Urabá, por lo insalubre del lugar y por estar habitado por indios que usaban flechas envenenadas. El propio Ojeda había tenido que abandonarlo en busca de refuerzos, tras dejar a sus hombres al mando del Pizarro y con autorización para hacer lo que estimaran conveniente si no regresaba en un plazo de 50 días, que ya habían transcurrido.
Enciso puso proas a San Sebastián, donde comprobó que todo era cierto. Convocó entonces una junta para decidir si regresaban a la Española o buscaban otro lugar para poblar. En plena deliberación pidió la palabra Vasco Núñez para decir algo parecido a lo que nos transcribió el padre Las Casas: “Yo me acuerdo, que los años pasados, viniendo por esta costa con Rodrigo de Bastidas a descubrir, entramos en este Golfo, y a la parte de occidente, a mano derecha, según me parece, salimos en tierra y vimos un pueblo de la otra banda de un gran río, que tenía muy fresca y abundante tierra de comida, y la gente de ella no ponía hierba (veneno) en sus flechas”. Fue una sugerencia providencial que todos aceptaron, empezando por el propio Enciso.
Dejaron en San Sebastián de Urabá a 65 hombres y el resto siguió hasta el lugar señalado por Balboa, que encontraron a poco. Era la provincia del cacique Cémaco, cuyos guerreros abandonaron el campo de batalla después de un brevísimo combate. Se mandó entonces venir a los que habían quedado en San Sebastián y, reunidos con ellos, se procedió a fundar la primera ciudad de la América continental, que fue Nuestra Señora de la Antigua del Darién (en noviembre de 1510). Enciso ejerció provisionalmente el mando y cometió algunos actos que le enemistaron de sus hombres, como prohibir comerciar con oro y negarse a repartir el botín de oro que habían capturado a los naturales, ya que en su opinión esto le correspondía hacerlo al Gobernador Ojeda, del que nada se sabía. Balboa aprovechó la ocasión para minar su autoridad pidiendo la creación de un Cabildo, ya que la nueva población se encontraba fuera de la jurisdicción de Ojeda, como así era. En el Cabildo resultaron elegidos como alcaldes Vasco Núñez y Benito Palazuelos (sustituido luego por Zamudio). El tesorero fue el médico Dr. Alberto, el alguacil Bartolomé Hurtado, y los regidores Diego Albítez, Martín de Zamudio, Esteban Barrantes y Juan de Valdivia.
El explorado jerezano fue una víctima del temperamento ambicioso de Pedrarias. Gaspar de Espinosa, el alcalde mayor de Castilla de Oro, lo condenó a muerte y fue conducido al patíbulo, en Acla, en enero de 1519,. Es mentira y falsedad que se me levanta; y para el paso en que voy, que nunca por el pensamiento me pasó tal cosa ni pensé que de mí tal se imaginara; antes fue siempre mi deseo de servir al Rey como fiel vasallo y aumentarle sus señoríos con todo mi poder y fuerzas, protestó Balboa antes de ser decapitado.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Pedrarias y Balboa


De Vasco Núñez de Balboa se sabe que llegó a América en la nave
de Rodrigo Bastidas y que posteriormente se integró como polizón a
la expedición del bachiller Martín Fernández de Enciso, empresa que
estaba destinada a abastecer a la gobernación de Ojeda llamada “Nueva
Andalucía”3. Luego de que la nave sufriera algunos inconvenientes,
Balboa comenzó a servir como guía de la expedición para dirigirla finalmente
a Tierra Firme, a la zona de los indígenas cuevas. En dicho
territorio se fundó la ciudad de Santa María la Antigua del Darién luego
de que los españoles salieran victoriosos de una batalla contra “los
indios”. Con el paso de los días, Balboa demostró ser un líder mucho
más eficiente que Enciso, razón por la cual se convirtió en el adalid
de los demás miembros de la expedición, y fue quien posteriormente,
con el apoyo de sus compañeros, expulsó del nuevo poblado a Fernández
de Enciso.Balboa y sus compañeros, que no querían recibir
órdenes de “letrados” —como lo explicarán posteriormente en
una carta al Rey—, se negaron a recibirlo y lo expulsaron. Debido a las
malas condiciones de las naves que le fueron entregadas y al precario
abastecimiento con el que fue dotado al ser desterrado de Santa María,
Nicuesa murió en un naufragio.

La muerte de Nicuesa y el juzgamiento de Balboa se convirtieron en
asuntos importantes para la Corona, pues Santa María la Antigua daba
signos de ser un territorio de grandes riquezas, en especial de oro y perlas.
Así se aseguraron de difundirlo sus primeros pobladores, sobre todo
Balboa, para justificar el envío de refuerzos a la ciudad, pero descuidaron
la magnitud de sus palabras y eludieron el consecuente efecto que causarían
en la corte del Rey español Fernando II (Núñez de Balboa, 2000):En esta provincia del Darién hay descubiertas muchas y muy
ricas minas, hay oro en mucha cantidad: están descubiertos veinte
ríos y treinta que tienen oro salen de una sierra que está hasta dos
leguas de esta Villa […].


De igual modo, el descubrimiento del Mar del Sur significó para
Balboa grandes posibilidades comerciales para la Corona. Así, cuando
el Rey fue informado por las demandas de Enciso —pues había logrado
regresar a España— de lo que había sucedido en la ciudad con
Balboa, decidió enviar a ella a Pedrarias Dávila como gobernador, con
el objeto, entre otros, de sojuzgar a Balboa, como lo da a entender Fernández
de Oviedo (1968 t. I: 206-207):
por las quejas que al Serenísimo y Católico Rey don Fernando
había dado el bachiller Enciso contra Vasco Núñez entre los cuales
siempre hacía memoría de su injusta prisión y destierro, y de la
crueldad que había usado contra Diego de Nicuesa; y por la relación
que después hicieron los procuradores del Darién, el veedor
Joan de Quicedo y el capitán Rodrigo de Colmenares, y las cartas
que contra él escribieron el bachiller Diego del Corral e Gonzalo
de Badajoz, teniente que fué de Diego de Nicuesa, e Luis de Mercado,
e Alonso Perez de la Rua, a los cuales tenía preso Vasco Núñez
acordó el Rey de enviar a Pedrarias Dávila con un hermosa armada
a conoscer de las culpas de Vasco Núñez de Balboa, e a gobernar a
Castilla del Oro, en la Tierra Firme.

Además de lo anterior, la expedición de Pedrarias debería ir también
a poblar, gobernar, conquistar el territorio contiguo a la ciudad
de Santa María —que a la llegada de la misma expedición sería llamada
Castilla del Oro—, entablar un posible comercio a través del Mar
del Sur con Cipango (Japón) y prepararse para capturar y atacar navíos
portugueses en caso de que aparecieran por las costas del Darién
(Anderson, 1944: 330).


Aristócratas.....
En contra de la prevalente noción de que la Conquista de América estuvo siempre en manos de los elementos menos educados de la sociedad española, la expedición que llevó a Pedro Arias Dávila hacia el istmo centroamericano en 1514 llevaba consigo ‘la más lúcida gente que de España haya salido', según las crónicas de Pascual de Andagoya

Los veinte buques que salían en abril de 1514 de San Lucar de Barrameda, llevaban a bordo nobles, hidalgos, militares y sacerdotes, algunos de los cuales se convertirían con los años en prominentes figuras de la historia americana: Hernando de Soto (futuro conquistador de Florida); Diego de Almagro (conquistador de Perú); Sebastián de Belalcázar (de Quito); los historiadores Gonzalo Fernández de Oviedo y Bernal Diez del Castillo y el obispo del Darién Juan de Quevedo.
Decepcionado por el resultado de los primeros 15 años de la Conquista, sobre todo el fracaso en la búsqueda del ansiado paso hacia las Indias y abrumado por los grandes problemas de La Española, con esta nueva expedición el rey Fernando El Católico deseaba impartir un giro más serio a su empresa.
Pedro Arias Dávila, de una de las mejores familias de Segovia, ligada durante varias generaciones a la Corona de Castilla, encarnaba ese nuevo espíritu que buscaba el rey para las colonias.

Los Arias, judeoconversos, gozaban de gran fortuna y aprecio en la corte. El mismo Pedrarias había sido paje de Juan II (padre de la reina Isabel) y compartido aventuras militares con Fernando y su esposa Isabel en Granada, Francia y Portugal.
La esposa de Pedrarias, Isabel de Bobadilla y Peñalosa, había aportado al matrimonio un tal vez mayor enclave en la corona, si se quiere, a través de su tía, Beatriz de Bobadilla. Esta era una de las mejores amigas de infancia y gran apoyo de la reina Isabel. Era tal la ascendencia de esta, que se decía comúnmente en la época que ‘en Castilla, sino es la reina, es la Bobadilla".
Por derecho propio, Pedrarias era un ‘súper hombre' de alta estatura, tez blanca, ojos verdes, cabello rojizo y excelente destreza en el manejo de la lanza (ganaba todos los torneos en los que participaba), por lo que en su juventud había sido apodado ‘El Galán' y ‘El Justador'.
Su fortaleza física era tal, que, a sus más de 60 años, en la campaña del norte de Africa, había sido el primero en escalar la fortaleza de Orán y Bujía, donde, según la crónica de su tiempo, ‘mató con sus propias manos al alférez moro'.

Al momento de ser nombrado gobernador de Castilla Aurífera —un territorio inexplorado que comprendía desde lo que hoy es Nicaragua hasta el norte de Colombia— Pedrarias tenía más de 70 años y arrastraba varias enfermedades. Su carácter malhumorado incluía extrañas manías, como la de llevar consigo a todas partes un ataúd, en el que se introducía cada año para escuchar una misa por la salvación de su alma.
Para la empresa colonial el rey lo había investido de gran poder, con el que debía cumplir una serie de detalladas instrucciones (las reales cédulas). Estas básicamente lo comprometían a controlar y ampliar los territorio ocupados en Tierra Firme, para lo cual debían hacerse nuevas expediciones, fundarse poblados, además de cristianizar a los nativos para cobrarles impuestos. A los indígenas que no quisiesen colaborar, previa lectura de el llamado Requerimiento, se les haría la guerra.
Aunque las cédulas hacían ver que debía evitarse el maltrato gratuito a los indígenas, esto se contradecía con el resto de las especificaciones, que ponían énfasis en obtener los máximos beneficios lo antes posible.
En forma privada, de boca del rey, Pedrarias llevaba otra instrucción: la de iniciar, previa investigación, un juicio contra un aventurero de cuarenta años que había usurpado, contrario al orden real, el mando en la población de Santa María la Antigua, en el Darién. Su nombre: Vasco Núñez de Balboa.

LLEGADA

Después de 4 largos meses, la expedición de 22 buques llegaba por fin a su destino, el puerto de Santa María del Darién, el día 30 de agosto de 1514.
Al arribo del enorme contingente de barcos, cuentan los cronistas, Balboa se encontraba en calzones y alpargatas, enseñando a un grupo de nativos a colocar correctamente un techo de paja.

Balboa se acicalaría rápidamente para recibir a los recién llegados en la playa, acompañado de algunos de los 515 colonos y 1,500 indígenas que componían el pequeño poblado.
Mal vestido, sudado y confundido, llegaría a tiempo para ver descender de la nave capitana a Pedrarias, vestido elegantemente de seda y brocado, de la mano de su esposa, y seguido de un cortejo de oficiales reales y capitanes, formados en tropa, tras el obispo y demás sacerdotes.
La llegada del nuevo gobernador supondría un cambio radical en la forma de vida de los colonos y la pérdida de la paz, tranquilidad y sentido del propósito que disfrutaban desde que Balboa había tomado el mando, por medios poco ‘ortodoxos', de Martín de Enciso y Diego de Nicuesa.
Gracias al gran carisma natural del que gozaba Balboa, españoles e indígenas habían establecido no solo relaciones cordiales sino un proceso de intercambio cultural enriquecedor. Los primeros habían dado apoyo a los caciques amigos para guerrear contra sus enemigos. A cambio, los naturales les proveían de guía, facilidades para conseguir oro y alimentos.
La llegada de 1,500 personas nuevas, con otro talante, proclives al maltrato y abusos, con armas poderosas, y dando muestras que venir a quedarse, hizo cambiar la actitud amable de los indios.

Con todo esto, se puede entender que desde el principio la relación
entre Balboa y Pedrarias fue de completa desigualdad. A lo cual
se suman dos factores que nutrieron de completa desconfianza el desenlace
de dicho conflicto: por un lado, en la corte española, Enciso
había desprestigiado la imagen de Balboa lo suficiente como para prevenir
al Rey y a la expedición, y por otro, el cargo de gobernador de
Santa María, asignado a Pedrarias, corría el peligro de ser arrebatado
por Balboa debido a la posible inconformidad de este con el enviado
del Rey.

Total, Pedrarias trajo consigo un proyecto de colonización de
gran magnitud con el que España logró un paso importante en su
proceso de “modernización” de los mecanismos monárquicos de
gobierno. Tres pliegos constituyeron la base de tal propósito: Instrucciones,
Requerimiento y Ordenanzas. A través de estos se determinaron
las circunstancias en que debía ser poblada y gobernada Santa María la
Antigua (Instrucciones), así como la manera en que debían ser sojuzgados
los indios, y lo que se debía hacer si se resistían (Requerimiento)
(cfr. Anderson, 1944: 370). En definitiva, estos tres documentos pretendieron
legitimar el proceso de conquista española. Según esto, se
entiende, por un lado, que Pedrarias —para los primeros colonos que
habitaron la ciudad como para algunas de las personas que venían en
la expedición— llegó a representar una figura de la burocracia monárquica,
puesto que de una u otra forma se apoderó de un territorio que
no había sido descubierto por él y de un poblado que no había construido.
Por otro, también puede entenderse que Balboa, por su misma
condición de soldado (al igual que los demás) y por su enfrentamiento
contra personas autoritarias como Martín Fernández de Enciso, se
convirtió en una figura de la autoridad popular.

Esta relación polarizada, que es en sí misma una metáfora (al igual
que lo son sus personajes), llegó a ser importante en esos momentos
de la historia porque ambas figuras se construyeron a sí mismos como
mitos, ya fuese a través de la imagen del “líder tirano” o la del “líder
clemente”, puesto que de alguna manera, como lo menciona Elémire
Zolla (1983: 132), la autoridad como la política son incapaces de encontrar
su justificación en ellas mismas y para ello deben hacer uso de la
experiencia metafísica, del mito4. Esta tendencia que ha acompañado
el desarrollo de la humanidad desde diferentes historias hace necesario
comprender algunas esferas de lo político desde el arquetipo,
desde los rasgos legendarios o simbólicos (Caro Baroja, 1991: 28) que
se construyen en torno a un evento o a un personaje.

Es importante esclarecer que los conflictos en Santa María no
fueron únicamente entre Pedrarias y Balboa —es más, ambos se
convierten en justificación y, simultáneamente, en emblemas del conflicto—,
sino entre los primeros conquistadores de la ciudad (los de la
primera expedición) y los recién llegados. Así, la rivalidad entre estos
dos personajes se convirtió en muchas ocasiones en un medio de manipulación
de intereses. Un ejemplo de esto fue lo que sucedió en la
retención de la Cédula Real en la que se le concedía el título de Adelantado
a Balboa, retención que, ciertamente, no solo correspondió a
Pedrarias, sino también a los cuatro miembros de la “Organización
Financiera”: al veedor Oviedo, al factor Juan de Tavira, al contador
Diego Márquez y al tesorero Alonso de la Fuente (Álvarez, 1994:
104). Otro ejemplo contundente de dicha manipulación fue la ejecución
de Balboa cuya causa, según lo cuenta Carmen Mena García
(1992), fue motivada por Andrés de Garabito —uno de los capitanes
de Pedrarias—, quien, una vez encarcelado Balboa y aprovechando
algunas sospechas de Pedrarias sobre una supuesta insurrección, le
escribió una carta al gobernador, contándole que Balboa pretendía
independizarse de él; razón suficiente para que Balboa y sus colaboradores
fueran ejecutados.

Luego de ser “ajusticiado”, la cabeza de Vasco Núñez de Balboa fue
clavada en una picota y exhibida en la plaza de la ciudad. Este hecho
condujo a aumentar la disconformidad de los pobladores respecto al
gobernador, en especial la de Fernández de Oviedo (Álvarez, 1944: 134):

No blandeó Pedrarias en nada, antes con gran pasión les respondió,
si querían que aquel viviese, en sí mismo quería que ejecutase
la justicia; y desta manera con grande angustia y dolor de todos, y
aun lágrimas de algunos, fenecieron todos cinco aquel día […].

Fernández de Oviedo dice más adelante que en el mismo “palo”
donde estuvo puesta la cabeza de Balboa, que meses después aún permanecía
en su sitio, luego fueron clavados el pie y la mano de Simón
Bernal, quien también había atentado contra la vida del gobernador.
Pero ¿cuál es la fuerza que se esconde tras esta “simbólica” ejecución?

La gran mayoría de colonos ya habían participado en otros
escenarios de guerra —donde es evidente que tales prácticas fueron
frecuentes—, es más, debemos considerar que los colonos practicaban
cotidianamente “atrocidades” semejantes con los indígenas, entonces
¿por qué este episodio es mencionado con tanta morbosidad como el
mayor crimen de Pedrarias?

Según la justicia penal de la época, la degollación “era un privilegio
de los hidalgos” a diferencia de la horca, que era considerada una
pena infame (De Las Heras, 1994: 318) por lo general impuesta en delitos
“de lesa majestad”: homicidios, ir contra la fe o contra la propiedad
(De Las Heras, 1994: 317). En este orden de ideas, la ejecución de Balboa,
que por cierto fue acusado “[...] por traidor y usurpador de las
tierras sujetas a su real corona” (Mena, 1998: 59), estuvo dentro de los
márgenes legales de la época; la exposición pública de su cabeza, contrario
a lo que se ha creído, fue una práctica no solo permitida, sino
también muy utilizada, puesto que hacía parte de los procedimientos
judiciales y políticos que garantizaban la efectividad de la política
penal: “el respeto de la ley y el desprecio colectivo del reo como del
crimen” (De Las Heras, 1994: 212). Con estas demostraciones públicas
justificadas por el mismo sistema cultural, no puede considerarse
la ejecución de Balboa como bárbara para la época.no fue la ejecución en sí, como quien fue ejecutado:
una figura política —un arquetipo, porque Balboa también lo es— que
para los españoles de Santa María llegó a representar “el poder popular”
(Mena, 1998: 59). Esta evidencia simbólica se convirtió entonces
en una contundente estrategia de intimidación del gobernador hacia
sus opositores, ya que al tener el control sobre el miedo y el dolor de
sus enemigos Pedrarias logró, de un modo u otro, la dominación sobre
ellos (de la misma forma como lo hicieron, él y los demás, con los
indígenas).

Lo especial del “conflicto” entre Balboa y Pedrarias, específicamente
en este episodio, fue que se desarrolló dentro de la normatividad
jurídica de la época, lo cual le confirió en cierto modo una “igualdad”
de oportunidades tanto a Balboa como a Pedrarias en el desarrollo
del litigio5. En otras palabras, fue un asunto de estrategias en donde
intervino el derecho, la suerte y el prestigio, que finalmente convirtió
dicho conflicto, como cualquiera de ese entonces, “en un asunto
sagrado, en un modo de medir fuerzas y de decidir el destino” (Huizinga,
1943: 290): en un juego. Entonces, ¿hasta qué punto esta forma
de asumir la vida y de relacionarse con el mundo, puede permitir profundizar
en asuntos como la guerra, la justicia o la muerte? y ¿hasta
qué punto nos puede permitir profundizar en la comprensión de una
época y una sociedad?

Los vínculos que creó Balboa probablemente fueron
con unos pocos indígenas, es más —como lo aseveran muchos
cronistas, entre ellos de Las Casas—, para ganarse la confianza de comunidades
indígenas, Balboa tuvo que apoyar militarmente la lucha
contra los enemigos de estas. Fue así como logró entablar alianzas con
los “caciques” Pocorosa, Pacra y otros9, lo que le permitió un mayor
conocimiento de la región y de sus habitantes, por ende, una mayor
movilidad y acceso a sus riquezas. Esto no debe entenderse como un
acto de bondad, sino como una estrategia de guerra y dominación.
De modo que la imagen de Vasco Núñez de Balboa no estuvo
exenta de crímenes y torturas, por lo tanto, al estar equiparada con la
de Pedrarias, no hablamos solamente de dos formas de ver el mundo,
sino también de dos estrategias de gobierno (cfr. Vignolo, 2007): con la
del primero, prevaleció el sistema de alianza y tributación con algunos
caciques junto a la explotación del territorio, ya que eran fundamentales
la información y los productos suministrados por los indígenas
para la supervivencia del grupo; con la del segundo, se dio prioridad
al tráfico de esclavos indígenas, a la expansión y explotación del
territorio (retomando tal vez la experiencia española de las colonias
africanas10), como alternativa frente a las circunstancias que atravesaba
la ciudad. Ambas estrategias produjeron daños irreparables en la
población, una de ellas fue más exitosa al convertir a los indígenas en
vasallos de la Corona, y la otra fue completamente problemática para
las aspiraciones absolutistas de los reyes católicos.

Considerando las ideas anteriormente expuestas, es válido afirmar
que los crímenes cometidos por Pedrarias Dávila fueron el reflejo
de crímenes que otros conquistadores también cometieron. Por ello, el
nepotismo, sumado a una lógica instrumentalista, fueron las mayores
acusaciones en contra suya11, puesto que ambos recursos produjeron
serios inconvenientes a las políticas de conquista de la Corona. No
obstante, estos efectos permanecieron en la conquista de América y,
como pretende demostrar este texto, se convirtieron en el producto de
la mentalidad de una época.


Pedrarias no sólo representó —y fue, como se dijo anteriormente— una figura de
nepotismo y autoritarismo frente a la de Balboa, sino que también fue
llamado hereje en varias ocasiones, especialmente por el obispo Juan
de Quevedo, franciscano que llegó con la expedición de Pedrarias.
respuesta a una orden dada por Fernando el Católico en 1506 (Severino
de Santa Teresa, 1956: 126) en la que decía
[que] los prelados fuesen inquisidores en sus distritos y que ni
los gobernadores ni las justicias seglares se entrometiesen en hacer
oficio de inquisidores; ni los dichos prelados conociesen, por vía
de inquisición, de cosas que no fuesen graves, y que para ellos los
gobernadores y ministros les diesen todo favor.
Evidencias sobre estas labores se encuentran en documentos
como la Carta del contador y el tesorero al Rey (Severino de Santa Teresa,
1956: 124):
Sobre sacar a uno de la Iglesia, dice, llamó el obispo al alcalde
mayor [Gaspar de Espinosa] que era un judío hereje y en los sermones
y fuera de ellos dizque dixo palabras injuriosas al tesorero.
Y en Mesa (1986: 36-37) se lee:
Otras acusaciones contra él se levantaron se refieren a que,
en ausencia del gobernador, tomó medidas de justicia contra un
cirujano converso.
Pero según Mena (1992: 137), todas estas inconformidades trascendieron
y llegaron a los oídos del Rey, quien, a causa de la desconfianza
que empezó a tener en Pedrarias, decidió enviar en su reemplazo un
nuevo gobernador llamado Lope de Sosa. No obstante, de Sosa murió
a la llegada de su flota al Darién el 7 de mayo de 1520.
Volvemos aquí, nuevamente al asunto de Pedrarias como arquetipo,
donde no solo representa la imagen del tirano que ajusticia a
Balboa, sino que, además, es “el judío” que ejecuta al “buen cristiano”.
La religión, en este sentido, es una dimensión importante que permite
ampliar las imágenes que circunscriben la personalidad de Pedrarias.
Así, “El Gran Justador”, a pesar de su condición desventajosa respecto
a su “pureza de sangre”, supo mantener su posición de poder, su prestigio
como “buen guerrero” y como “buen caballero”, a costa no solo
de sus estrategias militares, sino también de las formas en que logró
sortear las circunstancias adversas durante su vida, hasta llegar a obtener
la gobernación de Nicaragua y asegurar la vida de sus herederos
en tierras americanas.Es evidente que Pedrarias fue —y aún hoy lo es— una figura que
se sitúa en la frontera de una cultura donde los límites se desdibujan.
Pedrarias es precisamente eso, un personaje que transita entre dos
épocas y dos formas de experimentar el mundo. En cuanto arquetipo
de su época, Pedrarias reúne todos los ideales de un hombre medieval
como sus sentidos más humanos, más reales. Pedrarias es un hombre
que oscila entre las imágenes del caballero y colonizador ejemplares,
y las de hombre bárbaro y corrupto; entre el romanticismo caballeresco
y la crudeza y realismo militares; entre el “oscurantismo” medieval
y la “luminosidad” de la “modernidad”. En este sentido, lo que encarna
nuestro personaje es la “tipificación” de lo que llama Carmen
Mena (1993: 190) la “Epopeya de las Indias”, donde la violencia, la razón
instrumental y el individualismo fueron las manifestaciones más
patentes del nuevo espíritu de una época; ese espíritu en el que sin la
violencia, sin el fanatismo y la intolerancia, “no hay entusiasmo ni eficacia”
(Emerson, citado en Huizinga, 2005: 144).

Este tipo de violencia que se vive desde los límites de la cultura,
pero que se reproduce, se construye y se justifica dentro de esta,
no puede entenderse dentro de una irracionalidad injustificada sino
dentro de la misma lógica que la sustenta. De ahí que la presencia del juego, como instrumento cultural mediador de lo prohibido y lo legítimo,
Es decir, de la “libertad” y la norma, se convierta en un interesante
espacio epistemológico para estudiar las formas en que se asimilaron las nuevas condiciones sociales, políticas, económicas y psicológicas resultantes del proceso de colonización. Pues fue a partir del juego que se logró reafirmar lo ausente desde la simulación, como digerir la perturbación y el miedo desde la degeneración del otro.





Aunque en un principio, Pedrarias y Balboa intentaron mantener las apariencias, la desconfianza entre ambos hombres era demasiado fuerte.
Mientras que el primero temía acabar como Ojeda o Nicuesa, Balboa sospechaba de los poderes establecidos y de su capacidad para tronchar su autonomía y sueños de aventuras y conquistas.
Los meses siguientes, Pedrarias se mantuvo esperando que el rey le hiciese llegar las instrucciones para hacer finalmente el juicio a Balboa por sus delitos pasados. Sin embargo, para su sorpresa, el 20 de abril del año 1515, llegarían a Santa María dos carabelas portando órdenes reales muy diferentes: Balboa había sido nombrado gobernador de Panamá y Coiba y Adelantado del Mar del Sur, un título de gran prestigio en reconocimiento al descubrimiento de este mar, en septiembre de 1513.
En su carta, el rey le pedía a Pedrarias que favoreciese a Balboa y que se dejase aconsejar de él, que tanta experiencia tenía ‘en las cosas de Indias'
Las nuevas consideraciones dadas por el rey a Balboa no gustaron nada a Pedrarias ni favorecieron la relación entre ambos, que durante los próximos cinco años de convivencia en Darién, mantedrían una clara enemistad, con sus altas y sus bajas.
Ninguno de los dos cejaría en su empeño de convencer al rey de los defectos del otro. Los Archivos de Indias recogen las cartas enviadas en que ambos se acusan mutuamente de envidia y avaricia. Balboa, por su parte, añadía a Pedrarias las acusaciones de vago, viejo y enfermizo y de no castigar los desmanes de sus capitanes.
A la muerte del rey Fernando, los enemigos de Pedrarias, encabezados por fray Bartolomé de las Casas, lograrían convencer al nuevo monarca, Carlos I, de la maldad de Pedrarias.

El rey acordó sustituirlo por el entonces gobernador de Canarias, Lope de Sosa.
Como es de esperarse, al conocer de su próxima destitución, Pedrarias culpó a Balboa y en el mes de enero de 1519 entabló acusación por rebeldía en contra de èl.
Después de un proceso oscuro llevado a cabo por Gaspar de Espinosa, alcalde de Santa María la Antigua, el adelantado fue decapitado junto con un grupo de sus más fieles seguidores.
La última de sus faltas había sido poner a circular en la colonia unas cartas falsas del rey, para favorecer su viaje de conquista del Perú, tierra dorada y soñada por él durante muchos años.
Su injusta (?) ejecución, el 15 de enero de 1519, con tan altas promesas y posibilidades, acrecentaría y mitificaría su figura, no exenta de faltas.
Por su parte, el que algunos han llamado un ‘el malvado más amado por el destino', tuvo mejor suerte.
El barco que transportaba a Lope de Sosa llegaría a la colonia el 18 de mayo de 1520, portando su cadáver. Había fallecido un día antes de desembarcar.
Pedrarias sepultó a Sosa en la catedral con la mayor solemnidad y honores y siguió provisionalmente como gobernador interino. Pero tuvo la astucia de enviar a España a su esposa y a su hijo Diego, con un gran cargamento de perlas, para que estos convenciesen al rey Carlos de mantenerlo como gobernador.

El rey, empeñado en su Guerra de las Comunidades, en España, lo confirmó en el puesto en septiembre de ese año.
Finalmente, Pedrarias sería removido de su puesto. Pero lograría ser enviado a Nicaragua, donde gobernaría desde marzo de 1528 hasta su muerte, el 6 de marzo de 1531, en la ciudad de León, a los 91 años de edad, por "vejez, pasiones y enfermedades".
En Panamá, el apodado ‘Galán', ‘Justador', o la ‘Ira de Dios', según De las Casas, haría importantes aportes como la fundación de la ciudad de Panamá y la de Natá, así como la construcción de un camino entre la costa pacífica y la caribeña. También hizo expediciones de reconocimiento.
Sin embargo, durante siglos, Pedrarias ha pasado a encarnar todas las ‘leyendas negras' de América, al punto de ser considerado por algunos historiadores como ‘el personaje más odiado de la Conquista'.

En el año 2000, cuando se descubrieron sus presuntos restos en Nicaragua, junto con los de un subalterno llamado Hernández de Córdoba, a quien había hecho decapitar (¿suena conocido?) el Ejército de Nicaragua honró con 21 cañonazos los restos de Hernández de Córdoba. Los de Pedrarias no solo no recibieron este honor, sino que fueron sepultados a los pies de aquel.

==========

‘Pedrarias Dávila temía la juventud, carisma y habilidad política de Vasco Nuñez de Balboa. También, su pasado como ‘usurpador' del poder'

==========
‘En el año 2000, los restos de Pedrarias fueron descubiertos en la ciudad de León, para ser colocados a los pies de Hernández de Córdoba' Conquistador a quien Pedrarias durante su Gobernación, mando decapitarle..igual que a Balboa...Ironías que tiene la Historia ....

En el umbral del Nuevo Mundo”






















Los primeros asentamientos españoles en el continente americano de fines del siglo
XV y comienzos del XVI se establecieron en zonas tropicales del mar Caribe, desde las
Antillas hasta las costas del continente suramericano y Panamá. El espacio caribe, región
geohistórica con rasgos bien definidos desde antes de la invasión europea, se articula
en torno a un mar interior —el Mediterráneo americano— que baña unas tierras de límite
imprecisos, de una geografía de la que por aquel entonces se sabía muy poco. Allí los
españoles persiguieron con denuedo viejos mitos y fantasías medievales, como la isla de
la Antilia o de las Siete Ciudades, o la Fuente de la Eterna Juventud. 


Esta fue la puerta entrada por la que Occidente ingresó en América, un espacio vertebrador de hombres y proyectos y más tarde pieza clave en la geopolítica de los imperios atlánticos.


En este amplio marco geográfico, que comienza a ser explorado en 1492 por Cristóbal
Colón y sometido en expediciones sucesivas, las islas de las Antillas, situadas en el extremo
del corredor de los vientos alisios y de las corrientes marinas, se benefician de su privilegiada
posición geográfica y de su temprana anexión. En especial Santo Domingo, bautizada con
orgullo como La Española, que debe ser considerada sin ninguna duda como “el umbral del
Nuevo Mundo”, tal fue el destacado papel que le correspondió desempeñar. Durante los
primeros años de la presencia española en América, la isla de Santo Domingo, en donde
los Reyes Católicos instalaron el centro civil y religioso de la administración colonial, fue un
laboratorio experimental de hombres e instituciones, una especie de microcosmos de la
historia americana en donde se anticipan y acentúan muchos de los procesos que más tarde
se observan en otros espacios y recorridos históricos de las Indias. Puerto de descarga de
pasajeros y mercancías y cita obligada de cuantos acuden a las Indias, La Española acoge a
navegantes, funcionarios, religiosos y aventureros, todos ellos movidos por sueños de riqueza,
gloria y fama o por afanes misioneros sembrados de utopías evangélicas. Como un curioso
capricho del destino, por algún tiempo conviven en un mismo escenario y época histórica
los protagonistas más famosos de esta gran aventura, personajes únicos e irrepetibles como
Cristóbal Colón, descubridor del Nuevo Mundo, Bartolomé de las Casas, el incansable defensor
de los indios, Alonso de Ojeda, explorador malhadado y frustrado gobernador, Hernán
Cortés, conquistador de México, Francisco Pizarro, conquistador del Perú, Juan Ponce de
León, descubridor de la Florida y conquistador de Puerto Rico y también, claro está, Vasco
Núñez de Balboa. En estos momentos, cuando comienza la cuenta atrás del nuevo siglo,
todos ellos son personajes anónimos que comparten proyectos de gloria y riquezas y luchan
con entusiasmo por hacerse un lugar en la historia. Muchos proceden de las tierras fronterizas
de Extremadura, guerrera y laboriosa cuna de hombres valientes, patria chica de tantos
conquistadores, como Hernán Cortés y su primo Francisco Pizarro, como Vasco Núñez de
Balboa y tantos otros que engrosan una lista tan larga como famosa.
En todo este proceso participó durante algunos años Vasco Núñez de Balboa y lo hizo
con escaso éxito a juzgar por los breves apuntes que de él se han conservado. Como
encomendero y regidor en la pequeña villa de Salvatierra de la Sabana, no es difícil
imaginarlo,como al resto de los vecinos, beneficiándose de las rentas que les proporcionaban
algunos conucos de yuca y de las piaras de cerdos que engordaban, según
Gonzalo Fernández de Oviedo, con sorprendente rapidez en aquellas latitudes. O tal
vez, como sugiere K. Romoli, se contagiase de la “fiebre del oro” que llevó a algunos
hombres a enriquecerse y a otros a la más profunda ruina.

Por cualquiera de las vías señaladas, en muy pocos años el extremeño acumuló numerosas
deudas. Estaba arruinado y sufría la presión de sus acreedores que lo conminaban
con impertinentes requerimientos a abonar las cantidades pendientes. Un buen día
llegó a sus oídos una esperanzadora noticia: Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa, dos
hidalgos avecindados en La Española —flamantes titulares de dos nuevas gobernaciones
de límites imprecisos—, andaban reclutando hombres para una nueva expedición que
exploraría las costas de Urabá y Veragua, precisamente las tierras que él había visitado
años atrás en compañía de Rodrigo de Bastidas. Era la ocasión que estaba aguardando
para abandonar aquella especie de ratonera, gobernada ahora por el virrey Diego Colón,
el hijo del Almirante.

En noviembre de 1509 parten de Santo Domingo Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa
camino de sus respectivas gobernaciones. Un año antes, 1508, firmaron unas capitulaciones
por las que se comprometían, como ya se ha dicho, a explorar y fundar en las
tierras de Urabá y Veragua. El rey Fernando se ofrecía a pagar el pasaje y alimentos por
cuarenta días a 200 hombres reclutados en España y lo mismo, pero sólo por quince
días, a 600 vecinos de La Española, proporcionándoles a cada uno armas y municiones.
En la hueste de Ojeda va un soldado desconocido hasta ahora: Francisco Pizarro. Como
lugarteniente lleva a Martín Fernández de Enciso con quien va otro joven y ambicioso
aventurero: Vasco Núñez de Balboa. Después de una amarga experiencia conjunta en
Cartagena, ambas expediciones se dividieron, cada una en busca del territorio asignado.

Nicuesa tardó nada menos que tres meses en recorrer setenta leguas, justo hasta llegar
a Careta, el cacicazgo indio vecino de los del Darién, seguramente porque, como anota
Pedro Mártir, navegó siempre sin perder de vista la costa. Nicuesa fracasó en su intento
de explorar la costa de Veragua, visitada por Colón, y acabó completamente despistado
y errático en la costa de los Mosquitos (Nicaragua) en donde perdió su carabela y
alrededor de sesenta hombres. Unos murieron de fiebres o de necesidad, otros a consecuencia
de los ataques de la indiada y el resto sobrevivió a duras penas deambulando
como fantasmas en busca de alimentos.

La llegada de Balboa al golfo de Urabá no tuvo nada de espectacular. Ya en plena
madurez estaba arruinado y antes de ingresar en prisión por las deudas contraídas decidió
escapar de la isla a bordo de un barco, como un vulgar polizón, escondido entre
los pliegues de una lona o en un tonel de harina, pues las versiones difieren. Lo ayudó
su fiel amigo Bartolomé Hurtado, quien portaba el tesoro más preciado de Balboa: su
perro Leoncico. Afirma Bartolomé de las Casas que cuando Balboa zarpó a la Tierra
Firme era mancebo de hasta treinta y cinco o pocos más años, bien alto y dispuesto de
cuerpo, y buenos miembros y fuerzas, y gentil gesto de hombre, muy entendido y para
sufrir mucho trabajo. El futuro descubridor iniciaba ahora un viaje sin retorno.
Las naves del bachiller Martín Fernández de Enciso, el lugarteniente de Ojeda, que
habían quedado rezagadas de la flota, haciendo provisiones de hombres y víveres, zarparon
de Santo Domingo, probablemente a mediados de 1510. Una vez en alta mar,

Balboa salió de su escondite con gran asombro de la tripulación, desatando de inmediato
la ira del bachiller Enciso. Éste juró que lo echaría en una isla despoblada, pues
merecía muerte por las leyes. Apaciguado los ánimos, los barcos continuaron su singladura
hasta llegar a las costas de Cartagena. A la altura de isla Fuerte,contemplaron a
babor la llegada de un misterioso bergantín repleto de hombres harapientos. Los dirigía
un tal Francisco Pizarro. Eran los supervivientes de San Sebastián, un precario establecimiento
que Alonso de Ojeda había intentado fundar en el golfo de Urabá sin ninguna
fortuna. Regresaban a Santo Domingo porque el gobernador Ojeda, después de ser
herido por las flechas envenenadas de los indios, los había abandonado a su suerte. El
bachiller Enciso, quien como ya dijimos fungía como lugarteniente del gobernador de
Urabá, les impidió que cumplieran sus propósitos y asumiendo la jefatura dio orden a
todos ellos de regresar al fortín de San Sebastián.Expediciones y conquistas en Tierra Firme.Fundaci ón de la primera ciudad espa ñola en tierrascontinentales : Santa María de la Antigua del Darién
La llegada de los españoles al golfo de Urabá pone en marcha un nuevo proceso de
dominio: la conquista de Tierra Firme. En el territorio selvático del Darién, que comparten
actualmente Colombia y Panamá, se abre una nueva frontera, la primera de toda la
América continental en donde, como veremos, se repite la desoladora situación vivida
años atrás en Santo Domingo. Los españoles —unos ciento ochenta hombres—, liderados
ahora por Enciso, regresaron a las tierras de los feroces urabaes y encontraron que el
poblado de San Sebastián había sido destruido por los indios. Sin alimentos, enfermos y
desesperados buscaron el modo de escapar de aquel infierno. En estos críticos momentos
surge una propuesta esperanzadora: Yo me acuerdo,dijo el polizón Balboa, que los
años pasados, viniendo por esta costa con Rodrigo de Bastidas a descubrir, entramos en
este golfo y a la parte de occidente, a la mano derecha, según me parece, salimos en
tierra y vimos un pueblo de la otra banda de un gran río y muy fresca y abundante tierra
de comida y la gente de ella no ponía hierba en sus flechas. Así lo refiere Bartolomé
de las Casas, quien atribuye a Balboa la propuesta de trasladarse a la costa occidental
del golfo, convirtiéndose con este gesto en el salvador de un grupo de desesperados e
iniciando con ello su liderazgo. Era precisamente en este punto donde comenzaba la
gobernación de Veragua confiada a Diego de Nicuesa.









lunes, 2 de noviembre de 2015

Nueva Caledonia


Darién y la fallida colonización escocesa









El mundo sería muy diferente hoy en día si los escoceses hubieran triunfado en su proyecto de colonizar el Istmo del Darién, en el corazón del continente americano.Según historiadores y arqueólogos británicos reunidos en Panamá, las expediciones de William Paterson en el siglo XVIII incluso definieron la historia de Escocia, que no tuvo otra alternativa que unirse a Inglaterra tras su fracaso de conquistar tierras en el Caribe.



Paterson, un hábil comerciante y político escocés, guió esta misión en lo que es hoy la Comarca de Kuna Yala, llevando dos expediciones hacia la bahía de Nueva Caledonia entre los años 1698 y 1700, muy cerca del sitio donde una vez existió la ciudad de Acla, uno de los primeros poblados de España en el Nuevo Mundo.

Según la historia, los escoceses no pudieron con las enfermedades, el clima tropical y el asedio de los españoles a los fuertes que construyeron para defender su efímera colonia.


Ventana al pasado




Unos 300 años después del "Darien Scheme" (el Proyecto del Darién), historiadores británicos y arqueólogos europeos volvieron a las raíces de esta épica aventura en el oriente de Panamá, para reencontrarse con el pasado.

El científico Mark Horton, director del Departamento de Arqueología de la Universidad de Bristol, ha realizado excavaciones en el sitio desde 1979 y en 2004 participó en la realización de un documental de la BBC sobre la colonia.







Los arqueólogos han hallado muchos artefactos de la vida de los colonos. 
"Hemos encontrado los restos de sus casas, los hogares donde vivían; hemos hallado muchos artefactos individuales de la vida cotidiana de los colonos escoceses", nos contó.
Horton agregó que el sitio arqueológico que hoy se llama Puerto Escocés está escasamente ocupado por los indígenas Kunas, quieres son los moradores autóctonos de esta región.
Según él, cuando los escoceses llegaron a la bahía de Nueva Caledonia en 1698, establecieron varios poblados, como Nueva Edimburgo, Morais y San Andrés.
En la selva
"El lugar está cubierto parcialmente por la jungla, un pantanal. Las plantaciones de bananas y cocos rodean aquel lugar", dice el arqueólogo.






En la selva del Darién no quedan ruinas de los poblados escoceses. 
"Hoy no se ven ruinas, pero sí existen tumultos de tierra y rocas, algunas lomas dejadas por los escoceses", añade.
De acuerdo a sus investigaciones, no hay ruinas porque los colonos construían sus casas con madera y las techaban con pencas.
El arqueólogo señala que en el fuerte San Andrés los colonos dejaron mucho del pasado.
"Encontramos muchas, pero muchas pipas para fumar. Hallamos enseres como ollas, bandejas, vidrio de ventanas, cuerdas y hasta cuchillos para realizar operaciones médicas", dijo.
Costo histórico
Según Nat Edwards, especialista e historiador de la Biblioteca Nacional de Escocia, el fracaso de la colonia representó para ese país un duro golpe, tanto que provocó su bancarrota y su unión forzada a Inglaterra.






 El 50% del dinero del Estado escocés se perdió en las expediciones hacia el Darién 


Nat Edwards, historiador de la Biblioteca Nacional de Escocia 
"El 50% del dinero del Estado escocés se perdió en las expediciones hacia el Darién", señaló.
Por eso, el parlamento de Escocia tuvo que fusionarse con el de Inglaterra en 1707, dijo el investigador.
Esta situación duró casi 300 años, hasta que en 1999 un movimiento autonomista logró que volviera a sesionar el parlamento nacional en Edimburgo.
Proyecto independiente
La aventura en el Darién estuvo impulsada por el interés de Escocia en crear nuevas oportunidades comerciales y lograr un destino diferente.






William Paterson dirigió dos expediciones entre los años 1698 y 1700. 
Fue por eso que en 1695 se creó una compañía escocesa para comercializar en el mundo, cuyo verdadero propósito era fundar colonias en América (las Indias) y África.
Según Edwards, los documentos históricos relatan todo un esfuerzo por construir un proyecto independiente del expansionismo británico, en el que hasta el espíritu de William Wallace, el líder nacional de Escocia, motivó el plan de colonizar el Istmo de Panamá.
Similar análisis hace Alison Lindsay, de los Archivos Nacionales de Escocia, quien dice que todo lo que sabemos sobre la colonia escocesa en Darién, es gracias a cartas y mensajes enviados por los aventureros de las "Highlands" en tierras panameñas.
Caledonia
La primera expedición llegó a Darién en 1698, después de una travesía de tres meses y medio, durante la cual muchos murieron de fiebre.
Los colonos, que estaban muy impresionados con su nuevo hogar y lo bautizaron Caledonia, el antiguo nombre de Escocia, enviaron a sus familiares descripciones entusiastas de la tierra y de los indígenas Kuna, con quienes habían firmado convenios de amistad.






Los colonos firmaron convenios de amistad con los indígenas Kuna. 
Sin embargo, tenían pocas provisiones y no tuvieron éxito en el comercio.
España, que dominaba a Panamá en el siglo XVIII, presentó fuertes objeciones a la presencia escocesa en su territorio.
En su visión más amplia del tablero europeo, William Paterson estaba interesado en mantener la paz con Madrid y pidió que las colonias inglesas en el área no proporcionaran ninguna ayuda a los escoceses.
Después de haber soportado las inclemencias del trópico, las enfermedades y el hambre, para los colonos ésta fue la gota que derramó el vaso: en junio de 1699 partieron hacia Nueva Inglaterra, hoy Estados Unidos.
Segunda expedición
Los rumores acerca del abandono de Caledonia llegaron a Escocia en septiembre de 1699 y al principio la gente se rehusó a creerlo, pensando que eran fábulas difundidas por los ingleses.






Los arqueólogos siguen investigando el pasado escocés del Darién. 
Una segunda expedición escocesa llegó a Darién el 30 de noviembre de 1699, el día de San Andrés.
Sin embargo, los españoles estaban decididos a eliminar esta amenaza, situada en tierras vitales para el transporte de oro y plata desde Perú a España, ya que la colonia de San Andrés estaba muy cerca de Portobelo, el principal puerto comercial del Caribe en Panamá.
Los comerciantes de Sevilla prestaron dinero al gobierno para que una fuerza expedicionaria expulsara a los escoceses.
Aunque los colonos obtuvieron una victoria en Tubacanti, era muy poco lo que podían hacer en contra de la flota española, con un número muy superior de efectivos.
Debacle final
Los escoceses, enfermos y exhaustos, finalmente se rindieron y abandonaron el lugar en abril de 1700.






Una segunda expedición escocesa llegó en 1698. 
De las 2.500 personas que habían partido hacia Darién, cerca de 2.000 fallecieron.
Sólo unos pocos regresaron a Escocia, ya que muchos de los sobrevivientes se quedaron en Jamaica o en América del Norte.
Mark Horton cree que la destrucción de la ciudad de Panamá el 28 de enero de 1671, por parte de los piratas dirigidos por Henry Morgan, posiblemente motivó a los españoles a impedir que Escocia colonizara el Darién, ante las ambiciones imperialistas británicas en el mar Caribe y América Central.
"Fue un factor determinante e influyente que cambió la historia", dice el arqueólogo británico.De no ser así, quizás hoy Panamá, Colombia y varias naciones centroamericanas formarían hoy parte de la Mancomunidad Británica y estaríamos hablando inglés, en vez de español.